Introducción. El alba de una nueva era: esclavitud total 11



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parte de sus noticias:
«Bien, esto parece el guión de una película de conspiraciones, en la que los importantes y poderosos del mundo se reúnen en secreto. Conrad Black celebra su coaferencia Bilderberg anual. Doy paso a Karen Parons, reportera de 680... "Alrededor de cien notables, entre ellos los reyes de Holanda y España, Henry Kissinger, el secretario de Defensa de Estados Unidos William Perry y nuestro primer ministro se han reunido para la conferencia. También han venido los presidentes de la Ford, la Xerox, el Bank of Commerce y Reuters. Black dice que están prohibidos los periodistas para que los debates sean íntimos y sinceros. Dice que "las discusiones pueden ser bastante acaloradas." Se exige a los participantes qué présten voto de silencio. La conferencia del año pasado se celebró en tres hoteles de lujo en las cumbres de las montañas suizas. Este año se celebra en un balneario de lujo de sesenta millones de dólares en King City.» La prensa canadiense también distribuyó un breve informe sobre el hasta entonces secreto encuentro, que ha sido publicado hoy, entre otros periódicos, por el Toronto Sun, que cuenta con más de trescientos cincuenta mil suscriptores. La libertad y su pérdida... a veces no pienso en ella durante los intervalos de nuestro destino. ¿Qué estoy haciendo persiguiendo a esa gente por todo el mundo? ¿Qué es lo que busco? Tiene que haber una forma más sencilla de ganarse la vida... pero se lo debo a mi padre.
El 19 de abril de 1975 fue la última vez que vi a mi padre vivo, un hombretón en baca y zapatillas. Desde la fotografía me miran mis ojos desesperados, los ojos de un niño de nueve años, asustado, incapaz de imaginar, de comprender, no lo suficientemente mayor para ponerme en el lugar de este hombre barbudo, que sólo unas horas antes me abrazaba pero que ahora se ha ido.
Los médicos dictaminaron la muerte clínica de mi padre diecisiete días después, el 6 de mayo de 1975. Fue un científico famoso, un hombre de gran dignidad y honor que pasó su vida entera luchando por el derecho de los hombres a decir lo que piensan. Quizá eso no parezca algo extraordinario en cualquier país en que la libertad de expresión forme parte fundamental del entramado básico de la sociedad, pero no era así en la vieja dictadura de la Unión Soviética. Mi padre sobrevivió diecisiete días de tortura brutal, diecinueve horas de dolor diarias cada uno de esos días. Trescientas veintitrés horas de sufriroiento inhumano provocadas por la Policía Secreta soviética. Le aplastaron los testículos, le rompieron la mano derecha por ocho sitios y sufrió una perforación en un pulmón como consecuencia de los golpes que le daban los cinco bestias que le apalizaron. Me gustaría decirles que se mantuvo firme, que no se le oyó ni un suspiro, que se rió de sus torturadores, que...
¿Puede que mi obsesión sea un eterno y futil esfuerzo de cambiar la dirección en que avanzo en el tiempo, de caminar hacia atrás al pasado atrincherado en lugar de hacia el cambiante futuro con la intención de liberar a aquel hombre de aquel sufrimiento injusto? Pero por mucho que lo intente, no conseguiré alcanzarle.
El 1 de junio, «Big» Jim Tucker y yo, junto con un pequeño grupo de activistas a tiempo parcial, celebramos lo que se estaba convirtiendo en un éxito extraordinario. Todos los grandes periódicos del país querían entrevistarnos, las cadenas de televisión buscaban constantemente nuevas noticias y las cadenas de radio nos seguían por toda la ciudad. Nos reuníamos en la Horseshoe Tavern de Queen Street.
Antes, ese mismo día recibí una llamada de una de mis fuentes que me pidió que nos viéramos urgentemente antes de las reuniones del día siguiente. Quedamos en la Galería de Calatrava, junto a la Trust Tower, uno de los lugares menos sospechosos de todo Toronto debido a su inmensidad y a las ingentes cantidades de turistas que pasan por allí fotografiando y grabando en vídeo la principal atracción arquitectónica de Toronto.
Llegué allí cruzando el Mercado de Kensington, equivalente a lo que -sería en Madrid el Rastro. Al doblar la esquina vi a mi contacto hojeando los periódicos en un quiosco con una bolsa de plástico en la mano izquierda y una revista enrollada en la derecha.
Tras un breve cruce de miradas y sin que diéramos muestras de reconocer al otro, me moví silenciosamente hacia la entrada de la Torre, donde un amigo que trabajaba en el mercado inmobiliario me había conseguido una sala en uno de los últimos pisos del edificio, con unas vistas maravillosas a la ciudad. Me subí en un ascensor, mirando nerviosamente tras de -mí. Mi contacto me siguió cinco minutos después. Habíamos conseguido mucho en los últimos días. Por una vez, le habíamos ganado claramente la mano a los bilderbergers. La cobertura mediática había sido tremenda y Kissinger estaba muy enfadado, lo que era buena señal. Los planes para la inminente disgregación de mi país de adopción fueron temporalmente aplazados. ¿Qué más se podría haber logrado en tan poco tiempo? Aun así, yo sabía que se trataba sólo de una victoria temporal. Aquella gente volvería y habría aprendido la lección. Querían aplastar toda resistencia, regir el mundo sin el consentimiento de éste, por la fuerza de las armas o del pan. A doscientos cuarenta metros sobre el suelo la ciudad estaba quieta. Las ventanas me aislaban de los sonidos de la urbe. En ese momento me sentí como si mirara hacia adentro desde afuera. ¿Serviría para algo todo aquello? `Comprendería la gente que nos enfrentábamos a un peligro inminente?
Un discreto golpe en la pesada puerta de madera interrumpió mis pensamientos.
—Pase —dije, apenas levantando la voz.
Mi fuente, que llevaba guantes de piel, cruzó lentamente el umbral que separaba el desnudo pasillo de la decoración artdeco de la suite. Se movió instintivamente hacia la ventana, contemplando momentáneamente la extraordinaria vista del área en que el centro de Toronto se encuentra con el lago.
—Esta vez les has parado —dijo la fuente, sopesando cada sílaba como si una pequeña alteración en el registro pudiera haber cambiado el significado—. La disgregación de Canadá sigue en marcha. Sólo es cuestión de tiempo.
—Quizá —dije—. Por ahora todo está bien y así seguirá hasta el próximo encuentro. Quizá para entonces unos cuantos de ellos han muerto de viejos o por accidentes o causas fortuitas.
—Fortuitas? ¿Fortuitas para quién? —contestó la fuente. pe la revista que mantenía férreamente agarrada sacó una serie de notas manuscritas, garabatos que yo apenas habría sido capaz de descifrar solo.
—Creí que no se permitía tomar notas —dije, sonriéndole de oreja a oreja.
—Tomar notas no se recomienda, amigo —me corrigió.

Eché un vistazo a la página. Podría descifrarlo. Conocía muy bien esa letra: las «t» apenas .trazadas y las «r» retorcidas, todo diligentemente escrito en los confines de un papel pautado. Reflexioné un instante sobre lo que aquel valiente .arriesgaba al reunirse conmigo y entregarme esa valiosísima sinformación. ¿Por qué no había más personas como él en el mundo? Quizá las haya, sólo que no sabemos de la lucha que mantienen calladamente a miles de kilómetros de nosotros.


—Debo irme —me dijo lentamente la fuente sin levantar la mirada.
Extendí mecánicamente mi mano abierta en dirección de la fuente.
Justo cuando iba a encajar su mano en la mía, me abalancé sobre él y le di un abrazo de oso.
—No le haré perder el.tiempo dándole las gracias porque ningún agradecimiento será suficiente para compensar lo que ha hecho por nosotros.
La fuente levantó la mirada.
—Debo irme.
—Nos iremos igual que hemos entrado —dije—, con un intervalo de cinco minutos. Yo me iré primero.
—No se preocupe. He dejado mi coche en el parking subterráneo. Podemos bajar juntos en el ascensor.
La fuente se ajustó sus guantes de piel y apretó el botón del ascensor.

La luz azul brilló a través de su superficie transparente. Pude oír el sonido sibilante del ascensor hidráulico acelerando desde las entrañas del edificio a seis pisos por segundo.


—¿Cuándo volveré a verle?
Sonó la campanilla y las puertas se abrieron. Di un paso adelante para entrar en el ascensor.
—Cuidado! --gritó la fuente, agarrándome con fuerza del brazo y tirándome hacia atrás.
Miré mecánicamente hacia el ascensor. Frente a mí se abría el sobrecogedor vacío del hueco del ascensor, doscientos metros de caída y muerte hubieran sido mi destino si la fuente no me hubiera apartado del abismo. Me estremecí. Un escalofrío subió por mi columna vertebral.
—El suelo —murmuré — ;dónde está el suelo?
—¡Tenemos que salir de aquí ahora mismo! —dijo la fuente—. Alguien ha manipulado el sistema. ¡Le esperaban! Escuche. No tome el ascensor.

No es seguro. Baje por las escaleras y llame a la Policía. Cuando lleguen aquí, aprovecharé el momento y bajaré en ascensor hasta el garaje. ¡Rápido! ¡Vaya ahora mismo!


Bajé los escalones de dos en dos agarrándome a la barandilla y aprovechando la inercia para girar más rápidamente. Mi corazón latía alocadamente, como consecuencia de haber estado al borde de la muerte y de tratar de descender doscientos metros lo más rápido posible. En uno de los pisos bajos pude oír la trabada voz de un guardia de seguridad inmigrante que subía las escaleras hacia mí.
—... er, ... ter, ... señor, ¿está usted bien? Qué ha sucedido? Me han llamado en el intercomunicador del segundo piso... alguien ha hecho que el ascensor se detenga manualmente.., sólo se puede hacer en una emergencia...
Le agarré por el brazo.
—Por favor, llame a la Policía lo más rápido que pueda —le dije.
El hombre sacó su walkie talkie y pude oír que alguien le contestaba. Seguí corriendo. Cinco, cuatro, tres, dos, uno... llegué al suelo. Abrí las pesadas puertas de metal que conducían al vestíbulo principal del edificio. Afuera ya había aparcados dos coches de policía y se comenzaban a reunir los primeros curiosos al otro lado de las puertas giratorias.
—;Es usted el hombre que se ha quedado atascado en el ascensor?
—preguntó el oficial de policía de Toronto apuntándome con el índice y el corazón.
—No exactamente —murmuré, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. He estado a punto de entrar en un ascensor al que le faltaba una parte, es decir, el suelo.
El policía dejó escapar fina exclamación. Su compañero, bajo, de rasgos marcados, bigote recortado y muñeca peluda se interesó:

—Sabe, hijo, tiene mucha suerte de estar vivo. Sólo los cie,os sobreviven a estas situaciones. Un ciego jamás entraría en ascensor sin asegurarse primero de que el suelo está allí. l~iosotros, sin embargo, damos siempre por supuesto que lo está. Por eso es un milagro que haya sobrevivido. Cuando la mafia quiere cargarse a alguien, éste es uno de sus métodos favoritos.


Era el 1 de junio de 1996. Estaba a punto de cumplir treinta años. Era demasiado joven para morir. Le di al agente, que me miraba incrédulo de vez en cuando, todos los detalles. El guardia de seguridad me preguntó otra vez si estaba bien. Varias personas en la acera recordaron haber visto a un hombre fornido de unos cuarenta años salir del edificio cinco minutos antes de que llegara la policía. Llegó una furgoneta de policía y dos agentes en motocicletas. El espectáculo había comenzado.
Sin duda, el Club Bilderberg es el foro a la sombra del poder más importante que existe, pero también la Comisión Trilateral, una entidad poco entendida, desempeña un papel fundamental en el esquema del Nuevo Orden Mundial y su voluntad de con` quista global, como voy a explicar en este capítulo.
La Comisión Trilateral fue creada en 1973. Su fundador y principal impulsor fue el financiero internacional David Rockefeller, por largo tiempo presidente del Chase Manhattan Bank, institución controlada por la familia Rockefeller. El primer encuentro tuvo lugar en Tokio entre el 21 y el 23 de octubre de 1973. Sesenta ,v cinco personas pertenecían al grupo estadounidense. De ellos, 35 tenían relaciones entrecruzadas con el CFR

REGRESO AL FUTURO
Durante el primer año y medio, la comisión produjo seis informes llamados «Informes del Triángulo». Estos informes se han convertido en el sello característico de la CT y han servido como directrices del desarrollo de sus planes y como antena para evaluar la opinión del público: dos de ellos en el encuen- j tro de Tokio de octubre de 1973, tres en el encuentro de Bru- 1 selas en junio de 1974 y uno en el encuentro de Washington de diciembre de 1974. Gary Allen, en El expediente Rockefeller, publicado en 1975, escribió lo siguiente: «Si los "documentos del triángulo" son indicación de algo, podemos decir que existen cuatro ejes principales en el control de la economía mundial: el primero, en la dirección de crear un renovado sistema monetario mundial», algo ya conseguido: el Club Bilderberg, la TC y el CFR han creado tres bloques económicos regionales: la CE, la Unión de las Américas y la Unión Monetaria Asiática, que se está formalizando en la actualidad; «el segundo, en la dirección del saqueo de nuestros recursos para una ulterior radicalización de las naciones desposeídas», también conseguido: Rockefeller y compañía enviaron miles de millones en tecnología estadounidense a la URSS y a China como requisito del futuro Gobierno Mundial Único y su Monopolio; «el tercero, en la dirección de un comercio escalonado con los comunistas», conseguido: distensión con los chinos y los rusos, y «el cuarto, en la dirección de explotar la crisis energética para ejercer un mayor control internacional», conseguido: la crisis energética de 1973 y el subsiguiente temor a la escasez energética, los movimientos de defensa del medio ambiente y la guerra de Iraq.'
La Comisión Trilateral --exclusivamente dedicada a hacer realidad la visión del orden mundial de David Rockefeller, a conseguir la uniformidad ideológica del mundo y al compromiso con el internacionalismo liberal— está compuesta por las tres regiones claves a nivel comercial y estratégico del planeta: Norteamérica, Japón y Europa Occidental. Normalmente tiene alrededor de 325 miembros que trabajan durante un período de tres Pos. Holly Sklar afirma en Trilateralirm: The Trilateral Commision y Elite Plannrng fvr World Management que «su propósito es erigir la interdependencia global entre esas tres grandes regiones de manera que los ricos salvaguarden los intereses del capitalismo . occidental en un mundo explosivo, probablemente desalentando ¿ proteccionismo, el nacionalismo y cualquier respuesta que Pudiese poner a la élite en contra de la élite. La presión económica será desviada hacia abajo, en vez de lateralmente».Z Paul Volcker, iembro de la CT y ex presidente de la Reserva Federal io dijo más claramente si cabe: «El nivel [de vida] del americano medio tiene que disminuir.» Volcker, por cierto, procede del propio Chase Manhattan Bank de Rockefeller.3
Rockefeller introdujo por primera vez la idea de la Comisión Trilateral en un encuentro del Club Bilderberg en Knokke, Bélgica, en la primavera de 1972, después de haber leído el libro Between Two Ages, escrito por el profesor Zbigniew Brzeiinski de la Universidad de Columbia. El libro coincidía con la visión de Rockefeller de que «la gente, los gobiernos y las economías de todas las naciones deben servir a las necesidades: de los bancos y las empresas multinacionales».
Dos meses más tarde, en julio de 1972, David Rockefeller, miembro del Club y presidente del CFR, prestó su famosa residencia de Pocanuco Hills, en las afueras de Nueva York, como cuartel general de los primeros encuentros organizativos de la Comisión Trilateral. El propósito aparente de la CT desde su inicio fue «crear y mantener la asociación entre las clases dirigentes de Norteamérica, Europa Occidental y Japón», como se ve un propósito de índole trilateral, porque según los hombres doctos que dirigían la C1 «el público y los líderes de la mayor parte de los países continúan viviendo en un universo mental que ya no existe, un mundo de naciones separadas, y tienen [...] dificultades para pensar en [...] perspectivas globales...».
La Comisión Trilateral está compuesta por presidentes, embajadores, secretarios de Estado, inversores de Wall Street, banqueros internacionales, ejecutivos de fundaciones, miembros de think tanks (generadores de ideas), abogados de lobbies (grupos de intereses), líderes militares de la OTAN y del Pentagono, ricos industriales, dirigentes de sindicatos, magnate de los medios de comunicación, presidentes e importantes '' profesores de universidad, senadores y congresistas, así como emprendedores adinerados. Algunos de ellos en funciones, otros retirados. Holly Sklar añade que «la participación de representantes de los trabajadores ayuda a controlar el aislamiento popular y a reducir la distancia que separa a los miembros de la CT de las masas de gente ordinaria».' La diferencia entre el Club Bilderberg y la CT es que el Club, mucho más antiguo, se limita a los miembros de la OTAN, es decir, a Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá. Ahora, con la ampliación de la UE y la OTAN, los exrepresentantes del pac=o de Varsovia están siendo admitidos en el Club. Es interesante reseñar como anécdota que en 1998, en la cena del 25 aniversario de la Comisión Trilateral, Henry Kissinger reveló cómo y quién la había creado: «En 1973, cuando era secretario de Estado, David Rockefeller vino un día a mi oficina a decirme que había pensado que yo necesitaba un poco de ayuda. Debo confesar que, en aquel momento, yo no lo veía tan claro. Así, propuso crear un grupo de americanos, europeos y japoneses que viesen el futuro con antelación. Y le pregunté "¿Y quién te va a dirigir ese asunto, David?" Rockefeller respondió, "Zbig Brzezinski". Sabía lo que quería decir. Había dado con algo importante. Cuando reflexioné sobre ello, vi que había una necesidad real.»'
Sin embargo, en sus memorias, Rockefeller no menciona los objetivos clave de la formación de la Comisión Trilateral —aparte del obvio, que tampoco Kissinger mencionó en su discurso: crear un nuevo cuerpo global que incluyese al CFR, debilitado por .a división de sus miembros a causa de la guerra del Vietnam— tales como «tomar las riendas de la administración Nixon, que se había aprovechado de las divisiones del establishment para rechazar el programa internacionalista liberal, y finalmente, fomentar la unidad de los poderes industrializados como una alternativa temporal a las Naciones Unidas, creciente-mente dominadas por los estados radicalizados del Tercer Mundo, de manera que juntos pudiesen conseguir su objetivo de una política global y una estructura económica más integrada"».°
Rockefeller estaba muy disgustado con la Nueva Política Económica (NPE) que Nixon puso en marcha en 1971 y que iba encaminada a imponer la dirección gubernamental de los elementos más básicos del mercado a través del control de losprecios y de los salarios y el incremento de los aranceles. La NPE congeló temporalmente, durante un período de 90 días, los salarios y los precios para controlar la inflación.
La posición de Nixon se enfrentaba con la de Rockefeller, como subraya éste en sus propias memorias y como bien apunta John B. Judis en Su revista, The Wilson Quarteríy. «El gobierno debe permitir que los mercados tengan mucha más rienda suelta.»7 Según afirman los autores Daniel Yergin y Joseph Stanislaw, en The Commanding Heights, el establishment, representado por la CT, el CFR y el Club Bilderberg, estaba indignado con que «los funcionarios del gobierno se pusiesen ahora a establecer los precios y los salarios». Mientras tanto, el intento de Rockefeller de meter en vereda a un «errático» Nixon mediante un encuentro privado para discutirla «visión del comercio y la economía internacional», fue rechazado por el jefe de Gabinete de Nixon, H. R. Haldeman. Joan Hoff, en Nixon Reconsídered, explica que después de que finalmente consiguiese ese encuentro con el presidente, la postura de Rockefeller fue rechazada por uno de los funcionarios del gobierno por «no ser especialmente innovadora».9 Esto debió ser la humillación definitiva y la gota que colmó el vaso. Nixon y su heterogéneo equipo ya estaban de patitas en la calle. La mayor parte de la NPE fue finalmente abolida en abril de 1974, después de 17 meses de vida. Cuatro meses más tarde Nixon dimitiría de su cargo.
Comisión Trilaterál, una organización particularmente sofisticada
«;Cómo se explica la sutil interdependencia que mantiene el Norte industrial con el Tercer Mundo?», pregunta Holly Sklar.1° En 1991, el economista Doug Henwood, colaborador de la importante publicación estadounidense The iVation, dijo en el Left Business Observer, un boletín informativo fundado por él en 1986: «Cada miembro de la tríada ha reunido bajo su seno a un puñado de países pobres que le proporciona mane de obra barata, asentamientos v minas para explotar: Estados Unidos tiene a Latinoamérica; la CE, a África y a Europa del sur y del este; y Japón, al sudeste de Asia. En algunos pocos casos, dos miembros de tríadas diferentes comparten un país: Taiwan y Singapur están divididos entre Japón y Estados íJnidos; Argentina, entre Estados Unidos y la Comunidad Europea; Malasia, entre la Comunidad Europea y Japón; y la Inda, entre los tres...»
Will Banyon añade, en el periódico de investigación australiano Nexus, que «la estrategia de Rockefeller también revela algo fundamental acerca de la riqueza y el poder: no importa cuánto dinero se tenga; el poder real de una gran fortuna no sale a la luz hasta que se emplea para secuestrar y controlar a las organizaciones o a la gente que produce las políticas y las ideas que guían a los gobiernos»."
David Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank, escribió el 20 de agosto de 1980 una carta al editor del New York Times explicando que «la Comisión Trilateral es, en realidad, un grupo de ciudadanos responsables interesados en generar una más amplia comprensión y colaboración entre aliados internacionales».
El lector tendrá otra impresión, sin embargo, si lee las palabras del senador de los Estados Unidos, BarrY Goldwater, sensiblemente menos eufemísticas. En su libro, With No Apologies, calificó a la Comisión Trilateral de «la última conspiración internacional de David Ro•_kefeller», y añadió: «Su objetivo es consolidar, a nivel multinacional, los intereses comerciales y financieros de las grandes empresas a través del control de la política del Gobierno de los Estados Unidos.»
El senador Barry Goldwater añade: La crónica de los hechos fue concretamente la siguiente: en 1973, Carter fue invitado a Tarrvtown, en el estado de Nueva \brk, propiedad de David Rockefeller. Zbigniew Brzezinski, haciendo el papel de cazatalentos de Hollywood, ayudaba a Rockefeller a buscar perfiles con buena imagen pública para la Comisión Trilateral. El encanto sureño de Carter causó una impresión muy positiva en los dos «caballeros». Tanto Brzezinski como Rockefeller «estaban impresionados de que Carter hubiese abierto oficinas comerciales del estado de Georgia en Bruselas y Tokio. Esto parecía encajar perfectamente en el concepto de la Trilateral».'2 Jimmy Carter se convirtió así en miembro fundador de la Comisión Trilateral y, poco después, en el siguiente presidente de los Estados Unidos.
Como anécdota, cabe mencionar que los discursos de la campaña de Carter para las presidenciales de 1976 decían principalmente que «ha llegado el momento de reemplazar la política de equilibrio de poder con la política del Orden Mundial» y «buscar una sólida asociación entre EE. UU., Europa Occidental y Japón».13 ¿Suena familiar, verdad.
El hecho de que Jimmy Carter fuese elegido presidente a dedo ilustra magníficamente el gran poder que posee el Club Bilderberg, la Comisión Trilateral y el CFR, desconocidos para la mayor parte del mundo. Estos grupos de poder, supersecretos y estrechamente vinculados, pueden colocar o defenestrar a cualquier presidente o candidato a la presidencia. No sorprende, pues, que cada uno de los presidentes y candidatos a la presidencia «pertenezcan» a las sociedades secretas que los promocionan. Ellos construyeron la figura de Jimmy Carter (de la misma forma que hicieron a Ford, Mitterrand, Felipe González, Clinton, Karzai, etcétera) y abortaron las pretensiones de 7 llegar a la presidencia del senador Barry Goldwater, un confeso detractor de la globalización, de la misma forma que arremetieron contra Margaret Thatcher. Tanto John Kerry como George W. Bush pertenecen a la misma combinación de asociaciones: el CFR y el Club Bilderberg. Realmente no importa quién gane. El verdadero poder siempre sigue estando en manos de los globalizadores, a los que les guía una sola misión llamada Gobierno Único Mundial.
No debería sorprendernos, a la luz de toda la evidencia que hemos mostrado hasta el momento en este libro, que desde su fundación esa tríada globalizadora llamada Comisión Trilateral haya estado trabajando para ver el final de la soberanía de los Estados Unidos. La siguiente selección de citas de Between Two Ages muestra la cercanía del pensamiento de Brzezinski a la del fundador del CFR, el marxista Edward Mandell Flouse.
En la página 72, Brzezinski escribe: «El marxismo es simultáneamente una victoria del hombre activo sobre el hombre pasivo, de -la razón sobre la creencia.» En la página 83 afirma: «El marxismo, diseminado a nivel popular en forma de comunismo, representa el mayor avance en la habilidad del hombre para conceprualizar su relación con el mundo.» Y en la página 123 encontramos: «El marxismo proporciona la mejor comprensión de la realidad contemporánea.»
En la primera parte de su libro, The Insiders: 1979-The Carter years, John McManus de The John Birch Sociery (una organización dedicada a restaurar y preservar la libertad que propugna la constitución de los Estados Unidos) escribe: «En ningún lugar dice el señor Brzezinski a sus lectores que el marxismo "en forma de comunismo", el cual él elogia, ha sido responsable del asesinato de aproximadamente 100 millones de seres humanos durante el siglo, de la esclavitud de mil millones más y de la necesidad, privación y desesperación de todos sus ciudadanos, a excepción de unos pocos criminales que dirigieron las naciones comunistas.»'
La completa convergencia entre los planes de la Comisión Trilateral y la administración del presidente Carter para poner Sn a la soberanía de Estados Unidos queda todavía más clara el siguiente conjunto de citas incriminatorio.
En la página 260 del libro de Brzezinski, su autor proponz; «La dirección deliberada del futuro de los Estados Unidos con el {...1 planificador como legislador y manipulador Social clave.» Es decir, el monopolio y el control de masas, las Prácticas habituales de la familia Rockefeller. John D. Rockefeller, el padre de David, odiaba la competencia. Enseñó que la única competencia que valía la pena tener era aquella en la que controlas las dos partes de la ecuación. De ahí el amor de John y David por el monopolio globalizador como, por ejemplo, los planes de Rockefeller de que la CT uniese a los bloques económicos de la i,..omunidad Europea, el norte y el sur de ,~rnérica v Asia bajo el paraguas de un gobierno mundial concrolado por Rockefeller y compañía..
Finalmente, en la antepenúltima página del libro, Brzezinski nos dice lo que significa todo_ El objetivo de la Comisión Trilateral (los objetivos de Rockefeller) son «conseguir el Gobierno Mundial».
Así que, mientras muchos biógrafos, a través de cambios, alteraciones, medias verdades y mentiras completas han hablado de la fabulosa riqueza de la familia Rockefeller y de su prácticamente ilimitado poder económico y político, que según la propaganda oficial se emplea en alimentar a los hambrientos de los países del Tercer Mundo, en educar a los pobres a través de una miríada de benevolentes fundaciones y sociedades, y en la construcción de la infraestructura de las naciones subdesarrolladas v devastadas a causa de las guerras, muy pocos autores han dado con el aspecto más destacable de la familia: su resuelta intención de destruir a los Estados Unidos y, al tiempo, reconstruir el poder de los soviets (si le parece increíble siga leyendo) como país independiente, como explica Eustace Mullins, en su sorprendente trabajo Murder By Injection: The ¿1"Iedical Conspiracy Against America, que sucede a través de su 'plan de fomento del monopolio, con el establecimiento de fundaciones para ganar poder sobre los ciudadanos americanos» y finalmente la subyugación de todo el mundo al poder de la dictadura mundial uniendo al mundo bajo el estandarte de un Gobierno Mundial.
De hecho, aunque los paralelismos entre los Rockefeller y los soviets hace mucho que han sido suprimidos, el secreto más grande de todos, que la financiación de la revolución bolchevique procedió de los supercapitales estadounidenses, sigue enterrado porque la familia Rockefeller, a través de sus organizaciones, la CRF, la CT y el Club Bilderberg, etcétera, poseen los principales medios de comunicación y empresas editoriales de Estados Unidos. El doctor Anthony Sutton, en Wall Street and the Bo%hevik Revolution, explica: «No se ha escrito prácticamente nada acerca de la estrecha relación que tuvieron, en el siglo pasado, los Rockefeller con sus supuestos archienemigos, los comunistas. Ha existido una alianza continua, aunque escondida, entre los capitalistas y los revolucionarios socialistas por su mutuo beneficio.»'6 Sutton lleva a cabo un trabajo muy destacable documentando la insidiosa traición de la élite estadounidense de los archimillonarios, entre los que se encontraban John D. Rockefeller y los banqueros de Wall Street, al financiar la Revolución y al Gobierno más brutal de todos los tiempos. Si alguna vez se ha preguntado por qué los más ricos desearon tener relaciones con el comunismo, aquí está la respuesta que buscaban. Gary Allen, en El expediente Rockefeller, se hace eco de los descubrimientos y sentimientos de Sutton, quien afirma: «Y lo más sorprendente es la cantidad de pruebas públicas que va existe al respecto.»
;Por qué multimillonarios como los Rockefeller financian y colaboran con unos comunistas y marxistas que han jurado públicamente acabar con ellos?, se pregunta el periodista de investigación Gary Allen en su ya citado libro. Las ventajas de los comunistas son obvias. Pero, ¿qué beneficio sacaría Occidente, el adalid del capitalismo y de la libertad, de todo eso?
La palabra mágica es monopolio, «un monopolio que lo abarca todo, no sólo el control del gobierno, el sistema monetario - todas las propiedades, sino también un monopolio que, como las empresas que emula, se autoperperúa y es eterno».`
Gary Allen sigue hablando de la existencia «de evidentes ¡,1fluencias» detrás de los comunistas cuando dice: «Mientras que el objetivo de J. P. Morgan era el monopolio y el control de la industria, a finales del siglo xix, J. D. Rockefeller, el alma Inater de Wall Street, entendió que la mejor manera de conseguir un monopolio inamovible era por la vía geopolítica; hacer que la sociedad trabajase en favor de los monopolistas con la excusa del interés público.»
Frederick C. Howe explica en Confessions of a Monopolist (1906) cómo funciona la estrategia en la práctica: «Estas son las reglas de los grandes negocios: consigue un monopolio y haz que la sociedad trabaje para ti. En tanto creamos que los revolucionarios y los capitalistas internacionales están a la greña, dejaremos de ver un punto crucial [...] la asociación entre el capitalismo monopolista internacional y el socialismo revolucionario para su mutuo beneficio.»

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