Introducción. El alba de una nueva era: esclavitud total 11



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ELSHADEIRÁN
Otro caso que necesita un análisis en perspectiva es la caída del sha de Irán, el advenimiento del ayatolá Jomeini y sus estudiantes del Islam y el secuestro de los ciudadanos estadounidenses en la embajada de EE. UU. en Teherán. La realidad es muy diferente de la ficción que nos contó la prensa estadounidense controlada por el CFR/Bilderberg. De hecho, Jomeini fue una creación de la VI División de Inteligencia Militar británica, popularmente conocida como MI6.
Las fuentes de Coleman fueron de inestimable ayuda para desvelar la secuencia de acontecimientos que condujeron a que el sha fuera primero depuesto y después eliminado por el gobierno de Estados Unidos. Cuando finalizó la investigación, la respuesta fue la más predecible: todo había sido por causa de las drogas. El sha había restringido el lucrativo comercio británico de opio iraní. Según Coleman, «cuando el sha se hizo con el poder en Irán, la cifra de adictos al opio/heroína en el país era de un millón».
En el curso de su investigación, Coleman descubrió que, después de que Jomeini ocupara la embajada americana en Teherán, «el presidente Reagan no interrumpió la venta de armas a Irán, aun cuando los rehenes estadounidenses se consumían en cautividad». Por qué? La respuesta es del todo lógica: por el comercio de drogas, más concretamente, de opio. ((Si Estados Unidos hubiese cerrado el grifo de las armas, Jomeini hubiese acabado con el monopolio británico del comercio de opio en su país.» Según las estadísticas de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, la producción de opio de Irán en 1984 excedía de 650 toneladas al año; como resultado de la ambivalente actitud de Jomeini, la producción y el consumo de opio se elevó de manera exponencial hasta llegar a los dos millones de adictos.
En su libro, What Really Happened in Iran (Lo que sucedió realmente en Irán), Coleman detalla cómo «el comercio de armas con Irán fue acordado por Cyrus Vance, empleado del Club Bilderberg, y el doctor Hashemi, estrechamente vinculado al Ser-vicio Secreto de los Estados Unidos. La fuerza aérea estadounidense empezó un inmediato suministro de armas que no cesó ni siquiera durante la parte álgida de la crisis de los rehenes. El ejército americano enviaba la mercancía desde sus almacenes en Alemania, aunque también hubo envíos desde Estados Unidos, que repostaban en las Azores».
Éste es un buen ejemplo del pod .r del Gobierno en la sombra. Una entidad que trasciende fror_teras, regiones, culturas y leyes. La única ley es la del Nuevo Orden Mundial. El presidente Carter, demócrata, y el presidente Reagan, conservador, siguieron los dictámenes del poderoso Club Bilderberg. Si hubiesen desobedecido, habrían sufrido, como veremos a continuación, consecuencias similares a las que se cernieron sobre dos presidentes: Kennedy, demócrata, y Nixon, conservador.
En lo que respecta a la política y las finanzas, el periodista Jim Tucker es categórico sobre el hecho de que «Bilderberg se halla en lo más alto de la pirámide. Es el ojo que todo lo ve, encargado de construir un Nuevo Orden Mundial». Este sistema de gobierno único, que se mueve en las sombras, emplea un lenguaje florido que habla de «la aldea global», pero sólo pretende poner en manos de unos pocos todo el poder político y económico del mundo.
¿Debe sorprendernos entonces que el Nuevo Orden Mundial intente con tanto ahínco eliminar todas y cada. una de las constituciones existentes sobre la Tierra??
EL NUEVO ORDEN MUNDIAL Y EL WATERGATE
Como veremos a continuación, en el caso Watergate hay una tremenda confusión de identidades y la justicia brilla por su ausencia. La verdad detrás del asunto nunca ha sido revelada porque los culpables son los mismos que causaron la caída del sha, la guerra de las Malvinas, la muerte de Aldo Moro y la de Ali Bhutto. Nixon no hizo un uso ilegítimo de sus poderes como presidente. Al contrario de lo que siempre ha afirmado el Washington Post, no hubo ninguna «evidencia» de que Nixon abusase de su poder. Si cometió algún crimen fue no defender la Constitución de los Estados Unidos de América, tal y como juró en la ceremonia de posesión de su cargo. Para ello hubiese tenido que proceder contra Katherine Meyer Graham, directora del Washington Post, y contra Ben Bradley, editor jefe, por conspiración e insurrección. En su libro, Conspirators'Hierarchy: The Story ofthe Committee of300, John Coleman, funcionario de inteligencia con acceso a los documentos más confidenciales del mundo, como ya he dicho, afirma que Katherine Graham asesinó a su marido Philip L. Graham, un suceso clasificado oficialmente como «suicidio» por el FBI. El hecho de que una acusación tan grave como ésa no fuese jamás contestada en los tribunales, especialmente en un país tan litigante como Estados Unidos, es prueba suficiente de que Katherine Graham (miembro del Club Bilderberg, del CFR y de la Comisión Trilateral, además de multimillonaria), era consciente de que no hubiese podido convencer nunca a un jurado, compuesto por «la sucia masa* que tanto desprecian los globalizadores, de que John Coleman la había difamado.
Según fuentes presentes en las reuniones de Bilderberg durante la década de 1970, el papel del Washington Post era mantener la atención sobre Nixon con una «revelación» después de otra, y engendrar un clima de desconfianza pública hacia el presidente, aun cuando «no hubiese ni un ápice de evidencia que apoyase tales acusaciones».
El caso Watergate muestra el inmenso poder que tiene la prensa o los que controlan los medios de comunicación estadounidenses, es decir, el CFR, del que hablaremos ampliamente en el capítulo 2. La fabricada crisis del Watergate hirió de muerte a la Oficina de la Presidencia y saltó las instituciones sobre las que se levanta la República de los Estados Unidos. Todo ello, debidamente planificado por los miembros del Club y el Nuevo Orden Mundial. Una Norteamérica fuerte e independiente, con un jefe de Estado incorruptible, hubiese hecho irrealizables los planes del Nuevo Orden Mundial de conquistarlo todo. Otros traidores fueron Morton H. Halperin, miembro senior del CFR, Brookíngs Institution y director del Consejo de Planificación Política para la Seguridad Nacional, institución a favor del Orden Mundial; Daniel Ellsberg, autor de los papeles del Pentágono (véase más adelante para más detalles), y David Young, jefe de los famosos «fontaneros» del Gobierno, agentes que trabajaban para la Unidad de Investigaciones Especiales de la Casa Blanca, creada por Nixon, esto es, por Kissinger con dinero de Pennzoil y otros socios de George Bush. Después de hacerse público el escándalo, Nixon fue obligado a dimitir por causa de unas grabaciones en las que hablaba de frustrar las investigaciones del Watergate. Fue David Young, que trabajó para los Rockefellery fue designado por Kissinger, quien hizo las grabaciones que fueron reveladas por Butterworth, el vínculo de la Casa Blanca con el servicio secreto dirigido por Kissinger. Así mismo hay que incluirla Jarrees McCord, ex agente de la CIA y del FBI, director de Seguridad del Comité para la Reelección del presidente Nixon, responsable de dejar, accidentalmente, la tristemente famosa cinta magnetofónica en una puerta del edificio Watergate que alertó a un guardia de seguridad. McCord fue detenido la noche del robo junto con otros cuatro hombres. Fue condenado por seis cargos. Más tarde, escribiría una carta a John J. Sin-ca, el juez del caso Watergate, afirmando que se había cometido perjurio. Las alegaciones de McCord de que la Casa Blanca sabía del allanamiento y que intentó esconderlo fueron cruciales para que las investigaciones siguiesen adelante. También Joseph Califano, consejero legal de la Convención Nacional Demócrata y uno de los lacayos de la reina de Inglaterra de mayor poder en Estados Unidos, así como también el célebre profesor Noam Chomsky del IPS, Instituto de Estudios Políticos, pues uno de los principales objetivos del IPS, diseñado por el Instituto Tavistock, era extender los «ideales» del socialismo nihilista de izquierdas como movimiento base en EE. UU. a fin de crear caos y malestar; y los funcionarios de la CIA que fueron a la vivienda de McCord, espía del Watergate, para quemar todos sus documentos.
El Watergate demuestra, una vez más, que el Club Bilderberg ejerce un control total sobre Estados Unidos.
Los dos nombres que faltan de la lista son los más viles traidores de Estados Unidos, culpables de la más alta sedición. Uno de ellos es el general Alexander Haig. Este militar, arribista y trepador, que no ha dirigido a un solo soldado en el campo de batalla, ha tenido «la carrera más meteórica de toda la historia militar de Estados Unidos», dejando atrás a más de 400 generales de diferentes país de la OTAN y Estados Unidos. Todo gracias a los servicios prestados a un gobierno paralelo e invisible que lo ha convertido en general de cuatro estrellas.
Haig es el producto de la Mesa Redonda, un grupo paralelo al de Bilderberg. En su Tavistock Institute: Sinister and Deadly, el primer libro en hablar sobre los siniestros planes del principal instituto de lavado de cerebro del mundo, John Coleman desvela los acuerdos secretos entre el gobierno invisible, los políticos estadounidenses y la prensa sometida. Coleman escribe: «Haig fue encontrado por el miembro de la Mesa Redonda, Joseph Califano, uno de los estadounidenses en quien más confía su majestad (la reina de Inglaterra). Califano, consejero legal de la Convención Nacional Demócrata, había entrevistado en realidad a Alfred Baldwin, uno de los espías del Waterb te un mes antes de que el allanamiento de las oficinas demócratas en el hotel Watergate tuviese lugar. Califano fue lo suficientemente estúpido para escribir un memorándum sobre su entrevista con Baldwin, en la que proporcionaba información sobre McCord, otro de los espías, y por qué éste había seleccionado a-BAdwin para entrar en el "equipo".»
«Aún más dañino, el memorándum de Califano contenía todos los detalles sobre las transcripciones de las grabaciones entre Nixon y el comité de reelección, codo ello antes de que ocurriese el allanamiento.» Coleman concluye que «Califano debería haber sido acusado por crímenes federales pero, en vez de ello, salió ileso de toda su actividad criminal».
En 1983 le llegaron a Coleman unos manuales secretos del Instituto Tavistock en los que se detallaba ti metodología usada para destruir al presidente Richard Nixon. De ahí salió el libro The Tavistock Institute: Britain's Control of U.S. Policy.
Coleman explica que «la manera en la que el presidente Nixon fue primero aislado, rodeado de traidores y después, confundido, seguía al pie de la letra el método Tavistock de obtener el control de una persona desarrollado por el doctor Kurt Lewin, el principal teórico del Instituto». La caída del presidente Richard Nixon es un caso de manual de la metodología de Lewin. La descripción de ese proceso que Coleman encontró en estos manuales secretos decía: «Una de las principales técnicas para romper la moral a través de una estrategia de terror consiste en mantener a la persona confusa acerca de lo que quiere y lo que puede esperar de las circunstancias. Además, si se le aplican medidas disciplinarias severas y promesas de buen trato al mismo tiempo, junto con noticias contradictorias, la estructura cognitiva de la situación se vuelve todavía más confusa. El sujeto ya no sabe qué plan lo lleva hacia su objetivo o lo aleja de él. Bajo estas condiciones incluso las personas con unos objetivos muy definidos y dispuestas a correr riesgos se paralizan por los conflictos internos que sufren acerca de lo que se debe hacer.»
Así de exitosas eran las tácticas de terror y el lavado de cerebro del Tavistock y así se pudo eliminar a todo un presidente de Estados Unidos. Además, los estadounidenses empezaron a creer todas las mentiras, distorsiones y pruebas falsas de los conspiradores cuando, de hecho, «el Watergate fue una mentira diabólica de principio a fin».
Nixon y sus dos ayudantes más cercanos, Haldeman y Ehrlichman, ignoraban absolutamente lo que estaba sucediendo. No eran rivales a la altura de la fuerza combinada del Club Bilderberg, el RIZA y el Instituto Tavistock, bajo la dirección de la Inteligencia británica, el MI6 y, por lo tanto, la familia real británica (el MI6 es el aparato de Inteligencia que protege a la Corona británica. Su presupuesto anual es secreto y se mueve alrededor de los 350-500 millones de dólares. Es significativo que el Parlamento británico no tenga jurisdicción sobre el MI6)_ Haldeman y Ehrlichman estaban completamente superados. Por ejemplo, ni siquiera sabían que «David Young, graduado en Oxford y empleado de Kissinger a través de organizaciones como el Milbank Tweed, estaba trabajando en los sótanos de la Casa Blanca, supervisando "fil- tracionesn ».
La «confesión» de James McCord al juez John Sirica debería haber advertido a Nixon de que lo estaban golpeando desde dentro_ Pero un confundido y paralizado Nixon respondió per fectamente al plan trazado por el Instituto Tavistock para rom per la moral de una persona siguiendo una estrategia de terror.
El general Haig, al que se le dio un curso rápido en el Ta vistock, «jugó un papel fundamental en la estrategia de con fusión y lavado de cerebro del presidente Nixon, y, en efecto, fue Kissinger quien dirigió la Casa Blanca durante ese perío do». El «valiente» reportaje del Washington Post no fue más que una completa mentira preparada por las fuerzas del Nuevo Orden Mundial. La legendaria fuente «Garganta Procunda» no era sino el mismo Haig.* Al equipo de periodistas, Woodward y Bernstein, ambos miembros del CFR, les fueron dando toda la información que publicaban. No hubo ninguna investigación ni ningún encuentro secreto. El Washington Post, un importante miembro del comité director del Club Bilderberg, el propio Club y el Comité de los 300, presionaron a Nixon siguiendo a pies juntillas el manual del Instituto Tavistock.
Coleman escribe que «por la insistencia del RITA, Haig se hizo con el control del gobierno de Estados Unidos, la Casa Blanca, después del golpe de estado de abril de 1973». Haig colocó en los cien puestos más importantes de Washington a hombres del Instituto Brookings, del Institute of Policy Studies y del CFR, quienes, «como él mismo, estaban a las órdenes de un poder extranjero», es decir, a las órdenes de aquellos que habían impuesto los intereses del orden mundial global sobre los de los Estados Unidos de América.
. «La humillación de Nixon fue una lección y una advertencia. Para el futuro presidente de Estados Unidos», para que se le quitase de la cabeza que podía desafiar al Gobierno Mundial en "la sombra. Kennedy fue brutalmente asesinado «por la misma razón, a la vista de todo el pueblo americano».
Pero John Coleman y Lyndon LaRouche (éste último candidato demócrata a la presidencia en el pasado y editor de la excelente Executive. Intelligence Review [EIR]) llevaron a cabo su propia investigación sobre el Watergate y los Papeles del Pentágono y llegaron a la misma conclusión; el propósito de la humillación quedó mucho más claro en el episodio de los Papeles del Pentágono y la subsiguiente «designación de Schlesinger (en la comisión de la energía atómica) dentro de la Administración Nikon, cuyo objetivo era detener el desarrollo de la energía atómica». El lector ya habrá deducido que todo ello eran factores claves para la desindustrialización de Estados
* En junio de 2005, el antiguo funcionario del FBI Mark Felt, de 91 años y mentor del periodista Bob Woodward, ha revelado ser el verdadero «Garganta Profunda». Se trata, sin embargo, de un montaje.
Unidos, cal y como planeaban el Club Bilderberg, el Club de Roma y el Comité de los 300. John Coleman añade en Conspirators' Hierarchy: The Story of the Committee of 300 que «en este punto se halla el inicio generador de la recesión/depresión de 1991 que [...1 le ha costado el empleo a treinta millones de estadounidenses».
Según las fuentes de Inteligencia de Coleman, en la primavera de 1970, William McDermott, del FBI, fue a ver al principal encargado de la seguridad de Rand (el instituto del lavado de cerebro de Estados, Unidos), Richard Best, para advertirle que Daniel Ellsberg había aparentemente «sacado de Rand estudios sobre Vietnam que esta institución había llevado a cabo». En posteriores encuentros con el doctor Henry Rowan, director de Rand —y mejor amigo de Ellsberg, cosa que no sabía el FBI—, éste les dijo a Best y McDermott que estaba en marcha una investigación del Departamento de Defensa y que «por ello recomendaba que el FBI dejase de investigar a Ellsberg». De hecho, Coleman había descubierto que «no había ninguna investigación en marcha. Ellsberg siguió manteniendo su capacidad operativa en Rand y continuó copiando documentos sobre la guerra de Vietnam hasta que estalló todo el asunto de los Papeles del Pentágono, lo cual golpeó duramente los cimientos de la Administración Nixon».
El • segundo traidor era, como los lectores más astutos habrán imaginado ya, el propio consejero de Seguridad Nacional de Nixon, Henry Kissinger. A mediados de la década de 1970, el Club había colocado a Kissinger en la dirección de un pequeño grupo compuesto por James Schlesinger, Alexander Haig y Daniel Ellsberg. «Cooperaba con este grupo el Instituto de Estudios Políticos (IPS), con Noam Chomsky como principal teórico.» Los objetivos del IPS vienen dictados por la Mesa Redonda británica y el Instituto Tavistock. Coleman explica en su libro IPS Revisited que la principal agenda era «crear la Nueva Izquierda, un movimiento de base para engendrar conflictos y extender el caos, expandir los "ideales" del socialismo nihilista... y convertirse en el gran "azote" del orden gubernamental y político de Estados Unidos», como factores claves en la desindustrialización de ese país a través de la estrategia de crecimiento cero postindustrial. Cuando Kissinger fue colocado como consejero de Seguridad Nacional, «Ellsberg, Haig y Kissinger pusieron en marcha el plan del RIJA del Watergate para derrocar al presidente Nixon, pues había desobedecido instrucciones directas», lo que quiere decir que Nixon había declarado públicamente que no aprobaba el GATT o Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, una afirmación que había enfurecido a David Rockefeller.. El GATT se mostraría rriás tarde como una auténtica erosión de la soberanía nacional de Estados Unidos y se halla en el proceso de crear una destrucción total social, económica y cultural, tal y como el Senado de Estados Unidos había advertido en 1994 a través del millonario y miembro del Parlamento Europeo, sir James Goldsmith (que murió repentinamente —y no sabemos si por casualidad— después de testificar ante el Comité del Senado de Estados Unidos).
De hecho, por órdenes de Andrew Schoeberg, presidente de la RIJA, la sociedad secreta que controla la política exterior británica, Kissinger y su personal recibían «toda la información de inteligencia del interior y exterior del país antes que el propio presidente; incluso la información de la Quinta División del FBI, la más secreta». No hay duda de que los dos hombres a los que Nixon confiaba su vida, Haldeman y Ehrlichman, no entendían lo que estaba pasando a su alrededor: el MI6 (el Instituto de Inteligencia británico), tenía el control sobre toda la información que podía llegar al presidente Nixon.
Coleman concluye que «con estos métodos, Kissinger se impuso a la presidencia de Nixon, y después de que Nixon fuese deshonrado y defenestrado por el grupo de Kissinger, éste emergió con poderes enormes, como nunca se había visto antes o después del Watergate».
Con la dimisión de Nixon, el Club Bilderberg consiguió por fin tener a su «presidente» en el cargo. Gerald Ford (perteneciente al Bilderberg y al CFR), sería la nueva marioneta del Nuevo Orden Mundial movida por Henry Kissinger, agente de David Rockefzller, que a su vez estaba al servicio del Club y del Comité de los 300.
Poco después de la caída de Nixon, el nuevo presidente Gerald Ford puso su sello de aprobación a la política exterior de Kíssinger. Gary Allen, en su libro El expediente Rockefeller escribe: «El presidente Ford dio su aprobación a la política exterior que había diseñado el secretario de Estado Henry Kissinger. Su objetivo era establecer una suerte de Gobierno mundial antes del final de la década de 1970. Mediante la demanda de una estrategia global sobre los alimentos y el petróleo dentro de la estructura de las Naciones Unidas, el presidente firmó su aceptación .iel "nuevo orden internacional" que había estado persiguiendo Kissinger.»
LA CREACIÓN DE BILL CLINTON
Como anécdota final, cabe decir que el presidente Bill Clinton fue «ungido» como candidato a la presidencia en la conferencia de Bilderberg de 1991 en Baden-Baden, a la que asistió. Lo que es completamente desconocido para la mayor parte de los Estados Unidos y los medios de comunicación del mundo es que Clinton hizo un inesperado viaje a Moscú directamente desde el encuentro Bilderberg.
El martes 9 de junio se entrevistó durante una hora y media con elministro del Interior soviético, Vadim Bakatin. El señor Bakatin, ministro en el condenado gabinete del presidente Mijaíl Gorbachov, se hallaba inmerso en la campaña de la enconada elección presidencial que tendría lugar sólo seis días después. Pero, aun así, dedicó una hora y media de su apretada agenda al desconocido gobernador de Arkansas. ¿Por qué?
La carrera posterior del señor Bakatin puede darnos una pista. Aunque Gorbachov perdió las elecciones, Bakatin, considerado un «reformador», fue recompensado por el presidente Yeltsin con un cargo preferente en la KGB. Podría ser que el presidente Clinton fuese enviado directamente a Moscú por el Club Bilderberg para conseguir que «enterrasen» los informes del KGB sobre la juventud del propio Clinton y sus actividades en contra de la guerra del Vietnam dos meses y medio antes de anunciar su candidatura a la presidencia.
Uno de los pocos periódicos estadounidenses que cubrió esta historia fue el Arkansas Democrat, que la tituló «Clinton tiene un poderoso amigo en la URSS: el nuevo jefe del KGB». No sorprenderá, por lo tanto, que, según fuentes de la Inteligencia, el presidente Clinton, arropado por los bilderbergers, prometiera al presidente Yeltsin que, después de haber ganado las elecciones de los Estados Unidos, los barcos de guerra rusos obtendrían combustible y otros privilegios portuarios en todas las zonas navales estadounidenses.
Según Rick Lacev, «los planes de los bilderbergers no se limitan al establecimiento de un Nuevo Orden Mundial y el control semisecreto, entre bastidores, de toda la humanidad. Sus planes incluyen el dominio total del planeta, incluida su atmósfera, océanos, continentes y todas las criaturas, sean grandes o pequeñas y ya existentes o por crear».
Samuel Berger, ex consejero de Seguridad Nacional de Bill Clinton, dijo recientemente en el Instituto Brookings que «la globalización económica, cultural, tecnológica y política, no es una elección. Es un hecho que ya está sucediendo. Es una realidad que avanzará inexorablemente, con o sin nuestra aprobación. Es un hecho que a veces ignoramos con el consiguiente peligro para nosotros».
Eso es cierto. Como me dijo una vez Jim Tucker, «Dios puede haber creado el universo pero, en lo que respecta al planeta Tierra, el mensaje del Club Bilderberg a Dios es sencillamente éste: "Gracias, pero a partir de ahora nos encargaremos nosotros ».
EL CLUB BILDERBERG, DESENMASCARADO
Por otra parte,Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de la democracia de Estados Unidos, lo definía de la siguiente manera: «Ciertos actos de tiranía pueden adscribirse a la opinión accidental de un día; pero toda una serie de opresiones que empezaron en un período concreto y que se mantuvieron inalterables con todos los ministros [presidentes] existentes, demuestran demasiado claramente que existe un plan sistemático y deliberado para reducirnos a la esclavitud.»
Esta estrategia corporativa en su forma global es, en palabras que pronunció David Rockefeller en el encuentro Bilderberg de junio de 1991 en Baden-Baden, Alemania «La soberanía supranacional de una élite intelectual y banquera es absolutamente preferible a la autodeterminación nacional practicada durante los siglos pisados.»2'
«Tal estructura funciona mediante los mismos mecanismos financieros y comunicativos que pusieron a Tony Blair y George Bush Jr. en el poder dándoles la mayoría de votos. Las corporaciones transnacionales han llevado a cabo una publicidad muy potente y han financiado a estos líderes políticos, para asegurarse la cautividad de los Estados. Los Gobiernos va no pueden gobernar para el interés común sin infringir las nuevas leyes de comercio e inversión que sólo benefician a las corporaciones trasnacionales», como se lee en Why is there a war in Afghanistan?, de John McMurtry, en el Forum sobre cómo debería responder Canadá al terrorismo y a la guerra, 9 de diciembre de 2001.
Lo que me sorprende más es ¿por qué los demás no ven este peligro? ¿Se debe a que el conocimiento conlleva una responsabilidad y clama por una respuesta decisiva? Si somos conscientes de que, de hecho, existe un poder mucho más potente que la presidencia elegida democráticamente, una autoridad «moral» más poderosa que el Papa, más omnipotente que Dios, un poder invisible que controla el aparato militar mundial y el sistema de inteligencia, que controla el sistema bancario internacional, que controla el sistema propagandístico más eficiente de la historia, debemos concluir forzosamente que la democracia es, en el mejor de los casos, una ilusión, y, en el peor, el preludio de una dictadura que se conocerá como Nuevo Orden Mundial que nos conducirá a una esclavitud total.
Michael Thomas, un banquero de inversiones de W`Vall Street, que alcanzó fama mundial como escritor y como el analista más incisivo de la etapa Reagan-Bush dijo en una ocasión: «Si los bilderbergs parecen ahora más discretos que nunca es, entre otras razones, porque sus propuestas, llevadas a cabo por sus serviles agencias, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, han causado más devastación en los últimos años que todos los desastres de la Segunda Guerra Mundial juntos.»
«El funesto resultado —escribe el.ex periodista de la BBC, Tony Gosling— es una visión de la democracia occidental subvertida, en la que las person is que toman las decisiones se ponen de acuerdo no para cosas que son importantes para la gente ordinaria —justicia social, interés común y calidad de vida— sino para reforzar la austeridad económica y conseguir aún mayores ganancias para la élite empresarial y política.»
Con toda la evidencia en sus manos, la mayoría aún cree que «tiene demasiados problemas personales para molestarse con teorías conspirativas». Eso es exactamente lo que el Tavistock perseguía. Acorralados por el caos, reaccionamos como lo hizo Nixon cuando fue aislado, confundido y después destruido por los planificadores de la globalización. Desmoralizados y confusos, con poca autoestima, con un futuro incierto, la gente es mucho más proclive a aceptar la aparición repentina de un «mecías», un Nuevo Orden que promete la eliminación de las drogas, la pornografía, la prostitución infantil, el crimen, las guerras, el hambre y el sufrimiento, y que garantiza una sociedad bien ordenada en la que la gente vive en armonía.
El problema es que esa nueva «armonía» devorará nuestras libertades, los derechos humanos, nuestro pensamiento independiente y su mera existencia. «Armonía» significará una sociedad del bienestar que nos convertirá en números dentro del enorme sistema burocrático del Nuevo Orden Mundial. Los no conformistas, como vo mismo, seremos barridos con la simple pulsación de una tecla de ordenador, internados en uno de los más de 600 campos de concentración que ya están en pleno funcionamiento en la actualidad en los Estados Unidos, a no ser que la gente del mundo libre (o lo que queda de él), la «resistencia leal», se levante para defender los ideales nacionales, en vez de dejarlos en manos de los gobiernos, los representantes de la Comisión Europea, las Naciones Unidas y la realeza, que ya nos han traicionado.
Esos elegantes y siempre correctos miembros de las familias reales europeas, sus educadas damas y gallardos caballeros que han trocado sus reales vestiduras por trajes de tres piezas son, en realidad, completamente despiadados. Usarán el sufrimiento de las naciones y su riqueza para proteger su privilegiada forma de vida. Estas fortunas de la aristocracia están «inextricablemente relacionadas y entretejidas con el tráfico de drogas, oro, diamantes y armas, con los bancos, el comercio y la industria, con el petróleo, los medios de comunicación y la industria del entretenimiento».
;Cómo podemos verificar estos hechos? Es virtualmente imposible penetrar en el Club Bilderberg. Algunas de las pruebas no están a nuestro alcance porque la información sale directamente de los archivos de inteligencia y sólo una minoría privilegiada puede verlos. No espere nunca que los medios de comunicación mencionen la conspiración en los telediarios de la noche. La prensa está totalmente bajo el control de las hermosas damas y caballeros que dedican la mayor parte de su tiempo a empresas filantrópicas. La mayoría de la gente cree que, como no puede ver una motivación detrás de las cosas que he descrito, como todo esto no aparece en las noticias, debe de tratarse de una más de las muchas teorías de la conspiración a la que despreciar, frecuentemente ridiculizar y finalmente rechazar. La gente quiere pruebas definitivas y eso es lo más difícil de conseguir. Eso es lo que el Instituto Tavistock ha hecho con la raza humana. El Nuevo Orden Mundial ha neutralizado la única amenaza real que las «sucias masas», es decir, nosotros, hemos podido oponer a sus planes. Este libro puede ser una excepción. Su objetivo es quitarle la máscara al Nuevo Orden Mundial para mostrarlo como realmente es. En este libro hay muchos documentos y fuentes que pueden verificar, al menos, parte de los hechos y que dejarán al lector inteligente preguntándose si ahí detrás hay más de lo que se ve a simple vista.
La siguiente información es fruto de muchos años de investigación, de mile de documentos y fuentes consultadas. Algunas personas increíblemente valientes han arriesgado su vida (y otros han muerto intentándolo) para tener acceso a parte del material en el que se detalla el terrible futuro que nos espera.


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