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Pero Benjamin –él mismo a su manera
dandy, coleccionista de
juguetes y estampas, y que nunca pensó en ejercer una profesión
remunerada–
37
separa del dandismo la
flânerie e introduce un ele-
mento material e inquietador. Así, de ser una actitud estético-aris-
tocrática provocadora, orgullosa de su apariencia, de sus excesos,
al margen de las reglas y que resultaría, por su aspecto de cierta
frivolidad, escandalosa para el marxismo, mediante una operación
de distanciamiento y neutralización, Benjamin la convierte en una
expresión de crítica social. El
flâneur, con sus devaneos, despliegues,
idas y venidas, fisgoneos, entradas y salidas, se deja arrastrar por la
muchedumbre de las ciudades y será identificado por Benjamin con
la mercancía:
38
una mercancía más en el gran escaparate en el que
se había convertido la ciudad de París del Segundo Imperio, con sus
amplias avenidas, sus locales y comercios. Por ello, Benjamin afirma
en el resumen que acompaña al
Libro de los pasajes, que la
flânerie es
aprovechada por el mismo almacén para la venta de sus mercancías.
39
Pero el
flâneur también es asimilado con la inquietante experiencia
de la fantasmagoría: de esa multitud de individuos de las grandes
ciudades que aparecen y desaparecen, que son copias al infinito de sí
mismos y se desvanecen al menor parpadeo.
40
La interpretación del
poema “Sept vieillards” [Siete viejos] de Baudelaire concentra tanto
la idea de los desplazamientos del
flâneur como la de la fantasmago-
ría, en la que las multitudes son un espejismo que se repite, aparece
y desaparece en un gesto fantasmal. Esta inquietante relación entre
mercancía,
flânerie, multitud y fantasmagoría fue descrita por Ben-
jamin en una carta a Scholem como “filosóficamente arriesgada”.
41
Benjamin afirmaba que Baudelaire era consciente de que en
el fondo de la creación literaria se encontraba la base material de la
sociedad y que, de alguna manera, obraba conforme a la lógica del
mercado. Ciertamente no se trataba sólo de plegarse a éste, pero sí
de desarrollar un conjunto de estrategias para colocar los poemas
lo mejor posible. Las negociaciones de Baudelaire con editores y
libreros para fijar las condiciones de edición y regalías, la descalifi-
cación de los poetas que consideraba adversarios y los intentos por
resaltar la originalidad de su obra, todos esos procedimientos son,
según Benjamin, estrategias que Baudelaire implementó justamente
por el conocimiento que tenía de la base material del mundo en
que vivía.
42
Pero porque el poeta ya había comenzado a perder su
lugar privilegiado, porque no estaba en situación de imponer con-
diciones ni de acceder a un mercado que por principio de cuentas
estaba cerrado para la poesía y, sobre todo, para el tipo peculiar de
poesía que hacía Baudelaire, Benjamin argumenta que las estrate-
gias de éste para colocar sus poemas no dejaban de ser “bufona-
das”.
43
Como señala el historiador Hobsbawm en
La era del capital,
a propósito de la situación del arte en el siglo xix: “en cierto modo,
se trataba de una situación tragicómica”,
44
pues el artista quería ser
41. Walter Benjamin, The Correspondence of Walter Benjamin, 1910-1940, op. cit.,
p. 254.
42. Walter Benjamin, “Parque central”, en Obras, libro i, vol. 2, Madrid, Abada, 2008,
p. 271.
43. Ibid., p. 272.
44. Eric Hobsbawm, La era del capital: 1848-1875, Buenos Aires, Crítica, 2010,
p. 289.
37. Para ponderar el parentesco de Benjamin con el dandismo, se puede consultar
el libro Walter Benjamin,
Archivos Walter Benjamin. Fotografías, textos y dibujos,
Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2010, en el cual aparecen algunas imágenes
de juguetes, estampas y colecciones de sus archivos. Esas reproducciones dan
una justa imagen de la sofisticación, exquisitez y búsqueda de originalidad del
autor. Por supuesto, Benjamin está tan alejado de la frivolidad como cercano
de Baudelaire, su
doble espiritual.
38. Walter Benjamin, “Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo”,
op. cit., p. 145.
39. Walter Benjamin, Libro
de los pasajes, op. cit., p. 45.
40. Walter Benjamin, “Notas sobre los Cuadros parisinos de Baudelaire”, op. cit.,
p. 363.
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independiente y así trataba de mostrarse, pero en el fondo dependía
de la generosidad del burgués.
La singular situación de la poesía se aclara mejor si la con-
trastamos con la de la narración y la novela, tal como Benjamin
lo expone en un texto del mismo periodo.
45
Mientras la novela
depende del libro y de la técnica (particularmente de la imprenta)
y presupone un individuo socialmente segregado y dispuesto a in-
sertarse en la homogeneidad comercial, la narración interpela desde
la tradición y la oralidad que recurren a una experiencia arcana y
a sus saberes ancestrales. Pero mientras la novela es un producto
del capitalismo y es asimilable en tanto que libro a la mercancía,
la narración ha perdido su mundo y las experiencias que transmi-
tía han desparecido. Sin embargo, frente a la crisis de la narración y
a la difusión comercial de la novela, los poemas lograron mantener
una pervivencia raquítica y se movían en umbrales precarios.
Esto no significa que los poemas de Baudelaire no se pudieron
comerciar, sino que el mercado donde se insertaron era bastante
reducido o, en el caso de los poemas censurados por la justicia deci-
monónica, tenían la opción de circular cuales documentos clandes-
tinos, como el caso de algunos de los seis poemas censurados en el
proceso judicial en 1857, a escasos meses después de que se editaron
Las flores del mal.
46
En todo caso, los consumidores de aquellos poe-
mas que circularon libremente fueron una minoría de escritores y
estetas tan marginados como el mismo Baudelaire. Ante el desdén
y rechazo del mercado, las minorías optaron por aislarse y excep-
cionalizar sus procedimientos creativos, haciendo de sus artefactos
lingüísticos verdaderas obras esotéricas, al punto de que se limitaba
al mínimo el diálogo entre el poeta y los segmentos más populares
del público, incluida la burguesía (algo que todavía no sucedía con
el novelista y poeta Víctor Hugo. Sólo para valorar su popularidad,
habría que recordar que en su funeral en 1885 fue aclamado por
alrededor de dos millones de personas).
Frente al rechazo y desdén del público, según Benjamin, el
arte y la literatura de las minorías reaccionaron con la teoría de
l’art
pour l’art (el arte por el arte) que pretende concentrarse en la auto-
nomía de la obra, desgajando los contenidos y las preocupaciones
por lo social, moral y político. Aunque en estricto sentido no se
puede adscribir los orígenes de esa teoría a Baudelaire, poetas como
Mallarmé y Valéry se han reconocido en esa estética.
47
Sin embargo,
Benjamin también adjudica la reacción del arte puro a la aparición
de una técnica que destruía el aura a través de la reproducción ar-
tística. Frente a un arte que postulaba la originalidad, autonomía,
belleza, sagralidad y autenticidad como singulares atributos, el arte
reproducido con medios tecnológicos destacaba los rasgos de la
producción en serie, la copia y la nivelación (la fotografía; décadas
después el cine; la impresora y las tecnologías de información a fi-
nales del siglo xx). Empero, de acuerdo con Benjamin, esta reacción
conservadora del
l’art pour l’art por parte de los “descendiente” de
Baudelaire, no será la única posible. Frente a esta actitud que tenía
más la forma de la reacción y la autoprotección aurática por par-
te de los estetas, cabía un posicionamiento crítico con implicacio-
nes políticas. Así, interpretando a
contrapelo las glosas estetizantes de
la poesía de Baudelaire, Benjamin sostenía que el poeta planteó dos
posibles respuestas internamente relacionadas y con importantes
derivas políticas.
45. Walter Benjamin, “El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nikolái Léskov”,
op. cit.
46. Françoise Porché, Baudelaire. La biografía, op. cit.
47. Marcel Raymond, De
Baudelaire al surrealismo, op. cit.
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