pequeñas que fuesen sus diferencias, la mayor parte de los naturalistas
las clasificarían simplemente como otras tantas especies nuevas, sobre to-
do si se habían encontrado en diferentes subpisos geológicos. Podrían ci-
tarse numerosas formas vivientes dudosas, que son, probablemente, var-
iedades; pero ¿quién pretenderá que en los tiempos futuros se descubri-
rán tantas formas intermedias fósiles que los naturalistas podrán decidir
si estas formas dudosas deben o no llamarse variedades? Tan sólo una
pequeña parte del mundo ha sido explorada geológicamente. Sólo los se-
res orgánicos de ciertas clases pueden conservarse en estado fósil, por lo
menos en número considerable. Muchas especies, una vez formadas, no
experimentan nunca ningún cambio ulterior, sino que se extinguen sin
dejar descendientes modificados, y los períodos durante los cuales las es-
pecies han experimentado modificación, aunque largos si se miden por
años, probablemente han sido cortos en comparación con los períodos
durante los cuales conservaron la misma forma. Las especies dominantes
y de extensa distribución son las que varían más y con mayor frecuencia,
y las variedades son muchas veces locales al principio; causas ambas que
hacen poco probable el descubrimiento de eslabones intermedios en una
formación determinada. Las variedades locales no se extenderán a otras
regiones distantes hasta que estén considerablemente modificadas y me-
joradas, y cuando se han extendido y son descubiertas en una formación
geológica, aparecen como creadas allí de repente, y serán clasificadas
simplemente como nuevas especies. La mayor parte de las formaciones
se han acumulado con intermitencia, y su duración ha sido probable-
mente menor que la duración media de las formas específicas. Las for-
maciones sucesivas están separadas entre sí, en la mayor parte de los ca-
sos, por intervalos de gran duración, pues formaciones fosilíferas de po-
tencia bastante para resistir la futura erosión sólo pueden acumularse,
por regla general, donde se deposita mucho sedimento en el fondo de un
mar que tenga movimiento de descenso. Durante los períodos alternan-
tes de elevación y de nivel estacionario, los registros geológicos estarán
generalmente en blanco. Durante estos últimos períodos habrá probable-
mente más variabilidad en las formas orgánicas; durante los períodos de
descenso, mayor extinción.
Por lo que se refiere a la ausencia de estratos ricos en fósiles debajo de
la formación cámbrica, puedo sólo recurrir a la hipótesis dada en el capí-
tulo X, o sea que, aun cuando nuestros continentes y océanos han subsis-
tido casi en las posiciones relativas actuales durante un período enorme,
no tenemos motivo alguno para admitir que esto haya sido siempre así,
y, por consiguiente, pueden permanecer sepultadas bajo los grandes
439
océanos formaciones mucho más antiguas que todas las conocidas act-
ualmente. Por lo que se refiere a que el tiempo transcurrido desde que
nuestro planeta se consolidó no ha sido suficiente para la magnitud del
cambio orgánico supuesto -y esta objeción, como propuesta por sir Will-
iam Thompson, es probablemente una de las más graves que nunca se
hayan presentado-, sólo puedo decir, en primer lugar, que no sabemos
con qué velocidad, medida por años, cambian las especies, y, en segundo
lugar, que muchos hombres de ciencia no están todavía dispuestos a ad-
mitir que conozcamos bastante la constitución del universo y del interior
de nuestro globo para razonar con seguridad sobre su duración pasada.
Todo el mundo admitirá que los registros geológicos son imperfectos;
muy pocos se inclinarán a admitir que lo son en el grado requerido por
nuestra teoría. Si consideramos espacios de tiempo lo bastante largos, la
Geología manifiesta claramente que todas las especies han cambiado y
que han cambiado del modo exigido por la teoría, pues han cambiado
lentamente y de un modo gradual. Vemos esto claramente en que los res-
tos fósiles de formaciones consecutivas están invariablemente mucho
más relacionadas entre sí que los de formaciones muy separadas.
Tal es el resumen de las diferentes objeciones y dificultades principales
que pueden con justicia ser presentadas contra nuestra teoría, y he reca-
pitulado ahora brevemente las respuestas y explicaciones que, hasta don-
de a mí se me alcanza, pueden darse. He encontrado, durante muchos
años, estas dificultades, demasiado abrumadoras para dudar de su peso;
pero merece señalarse especialmente que las objeciones más importantes
se refieren a cuestiones sobre las cuales reconocemos nuestra ignorancia,
sin saber hasta dónde llega ésta. No conocemos todos los grados posibles
de transición entre los órganos más sencillos y los más perfectos; no pue-
de pretenderse que conozcamos todos los diversos medios de distribu-
ción que han existido durante el largo tiempo pasado, ni que conozca-
mos toda la imperfección de los registros geológicos. Con ser graves, co-
mo lo son, estas diferentes objeciones, no son, a mi juicio, en modo algu-
no, suficientes para echar abajo la teoría de la descendencia seguida de
modificación.
Volvamos al otro aspecto de la cuestión. En estado doméstico vemos
mucha variabilidad producida, o por lo menos estimulada, por el cambio
de condiciones de vida; pero con frecuencia de un modo tan obscuro,
que nos vemos tentados a considerar estas variaciones corno espontáne-
as. La variabilidad está regida por muchas leyes complejas: por correla-
ción de crecimiento, compensación, aumento del uso y desuso de los ór-
ganos, y acción definida de las condiciones ambientes. Es muy difícil
440