dudo que ninguno de estos casos dé luz sobre el origen de los órganos
rudimentarios en estado natural, mas que en cuanto demuestran que
pueden producirse rudimentos, pues la comparación de las pruebas indi-
ca claramente que las especies en la naturaleza no experimentan cambios
grandes y bruscos. Pero el estudio de nuestras producciones domésticas
nos enseña que el desuso de partes lleva a la reducción de su tamaño y
que el resultado es hereditario.
Parece probable que el desuso ha sido el agente principal en la atrofia
de los órganos. Al principio llevaría poco a poco a la reducción cada vez
mayor de una parte, hasta que al fin llegase ésta a ser rudimentaria, co-
mo en el caso de los ojos en animales que viven en cavernas obscuras y
en el de las alas en aves que viven en las islas oceánicas, aves a las que
raras veces han obligado a emprender el vuelo los animales de presa, y
que finalmente han perdido la facultad de volar. Además, un órgano útil
en ciertas condiciones puede volverse perjudicial en otras, como las alas
de los coleópteros que viven en islas pequeñas y expuestas a los vientos,
y en este caso la selección natural habrá ayudado a la reducción del órga-
no hasta que se volvió inofensivo y rudimentario.
Todo cambio de conformación y función que pueda efectuarse por pe-
queños grados está bajo el poder de la selección natural; de manera que
un órgano que por el cambio de costumbres se ha vuelto inútil o perjudi-
cial para un objeto, puede modificarse y ser utilizado para otro. Un órga-
no pudo también conservarse para una sola de sus antiguas funciones.
Órganos primitivamente formados con el auxilio de la selección natural
pueden muy bien, al volverse inútiles, ser variables, pues sus variaciones
ya no pueden seguir siendo refrenadas por la selección natural. Todo es-
to concuerda bien con lo que vemos en estado natural. Además, cualqu-
iera que sea el período de la vida en que el desuso o la selección natural
reduzca un órgano -y esto generalmente ocurrirá citando el ser haya lle-
gado a estado adulto y tenga que ejercer todas sus facultades de acción-,
el principio de la herencia a las edades correspondientes tenderá a repro-
ducir el órgano en su estado reducido en la misma edad adulta, pero ra-
ras veces influirá en el órgano en el embrión. Así podemos comprender
el mayor tamaño de los órganos rudimentarios en el embrión con rela-
ción a las partes adyacentes, y su tamaño relativamente menor en el
adulto. Si, por ejemplo, el dedo de un animal adulto fue usado cada vez
menos durante muchas generaciones, debido a algún cambio de costum-
bres, o si un órgano o glándula funcionó cada vez menos, podemos de-
ducir que tendrá que reducirse de tamaño en los descendientes adultos
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de este animal y conservar casi su tipo primitivo de desarrollo en el
embrión.
Queda, sin embargo, esta dificultad: después que un órgano ha cesado
de ser utilizado y, en consecuencia, se ha reducido mucho, ¿cómo puede
reducirse todavía más de tamaño, hasta que sólo quede un pequeñísimo
vestigio, y cómo puede, finalmente, desaparecer por completo? Es casi
imposible que el desuso pueda continuar produciendo más efecto una
vez que un órgano ha dejado de funcionar. Esto requiere alguna explica-
ción adicional, que no puedo dar. Si, por ejemplo, se pudiese probar que
toda parte de la organización tiende a variar en mayor grado en sentido
de diminución que en sentido de aumento de tamaño, en este caso nos
sería dado comprender cómo un órgano que se ha hecho inútil se volve-
ría rudimentario independientemente de los efectos del desuso y sería, al
fin, suprimido por completo, pues las variaciones en sentido de diminu-
ción de tamaño ya no estarían refrenadas por la selección natural. El
principio de la economía del crecimiento, explicado en un capitulo prece-
dente, según el cual los materiales que forman una parte cualquiera, si
no es útil para su posesor, son ahorrados en cuanto es posible, entrará
quizá en juego para convertir en rudimentaria una parte inútil. Pero este
principio se limitará, casi necesariamente, a los estados primeros de los
procesos de reducción, pues no podemos suponer, por ejemplo, que una
pequeña papila, que representa en una flor masculina el pistilo de la flor
femenina, y que está simplemente formada de tejido celular, pueda redu-
cirse más o resorberse con objeto de economizar substancia nutritiva.
Finalmente, como los órganos rudimentarios, cualesquiera que sean
las gradaciones por que hayan pasado hasta llegar a su condición actual
de inutilidad, son el testimonio de un estado anterior de cosas y han sido
conservados solamente por la fuerza de la herencia, podemos compren-
der, dentro de la teoría genealógica de la clasificación, cómo es que los
sistemáticos, al colocar los organismos en sus verdaderos lugares en el
sistema natural, han encontrado muchas veces que las partes rudimenta-
rias son tan útiles, y aun a veces más útiles, que partes de gran importan-
cia fisiológica. Los órganos rudimentarios pueden compararse con las le-
tras de una palabra que se conservan todavía en la escritura, pero que
son inútiles en la pronunciación, aunque sirven de guía para su etimolo-
gía. Dentro de la teoría de la descendencia con modificación, podemos
deducir que la existencia de órganos en estado rudimentario imperfecto
e inútil, o completamente atrofiados, lejos de presentar una extraña difi-
cultad, como seguramente la presentan dentro de la vieja doctrina de la
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