averiguar en qué medida se han modificado las producciones domésti-
cas; pero podemos admitir con seguridad que las modificaciones han si-
do grandes y que pueden heredarse durante largos períodos Mientras las
condiciones de vida permanecen iguales, tenemos fundamento para cre-
er que una modificación que ha sido ya heredada por muchas generacio-
nes puede continuar siéndolo por un número casi ilimitado de éstas. Por
el contrario, tenemos pruebas de que la variabilidad, una vez que ha en-
trado en juego, no cesa en estado doméstico durante un período larguísi-
mo, y no sabemos si llega a cesar nunca, pues accidentalmente se produ-
cen todavía variedades nuevas en nuestras producciones domésticas más
antiguas.
La variabilidad no es realmente producida por el hombre; el hombre
expone tan sólo, sin intención, los seres orgánicos a nuevas condiciones
de vida, y entonces la naturaleza obra sobre los organismos y los hace
variar. Pero el hombre puede seleccionar,. y selecciona, las variaciones
que le presenta la naturaleza, y las acumula así del modo deseado. Así
adapta el hombre los animales y plantas a su propio beneficio o gusto.
Puede hacer esto metódicamente, o puede hacerlo inconscientemente,
conservando los individuos que le son más útiles o agradables, sin inten-
ción de modificar las castas. Es seguro que puede influir mucho en los
caracteres de una casta seleccionando en cada una de las generaciones
sucesivas diferencias individuales tan pequeñas que sean inapreciables,
excepto para una vista educada. Este proceso inconsciente de selección
ha sido el agente principal en la formación de las razas domésticas más
distintas y útiles. Las complicadas dudas sobre si muchas razas produci-
das por el hombre son variedades y especies primitivamente distintas
demuestran que muchas razas tienen en gran medida los caracteres de
especies naturales.
No hay motivo para que las leyes que han obrado eficazmente en esta-
do doméstico no lo hayan hecho en estado natural. En la supervivencia
de los individuos y razas favorecidas durante la incesante lucha por la
existencia vemos una forma poderosa y constante de selección. La lucha
por la existencia resulta inevitablemente de la elevada razón geométrica
de propagación, que es común a todos los seres orgánicos. La gran rapi-
dez de propagación se prueba por el cálculo, por la rápida propagación
de muchos animales y plantas durante una serie de temporadas especial-
mente favorables, y cuando se los naturaliza en nuevos países. Nacen
más individuos de los que pueden sobrevivir. Un grano en la balanza
puede determinar qué individuos hayan de vivir y cuáles hayan de mo-
rir, qué variedad o especie haya de aumentar en número de individuos y
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cuál haya de disminuir o acabar por extinguirse. Como los individuos de
una misma especie entran por todos conceptos en competencia la más ri-
gurosa, la lucha será generalmente más severa entre las variedades de
una misma especie, y seguirá en severidad entre las especies de un mis-
mo género. Por otra parte, muchas veces será severa la lucha entre seres
alejados en la escala de la Naturaleza. La más pequeña ventaja en ciertos
individuos, en cualquier edad o estación, sobre aquellos con quienes en-
tran en competencia, o la mejor adaptación, por pequeño que sea el gra-
do, a las condiciones físicas ambientes, harán a la larga inclinar la balan-
za a su favor.
En los animales que tienen los sexos separados habrá en la mayor par-
te de los casos lucha entre los machos por la posesión de las hembras.
Los machos más vigorosos, o los que han luchado con mejor éxito con
sus condiciones de vida, dejarán generalmente más descendencia. Pero el
éxito dependerá muchas veces de que los machos tengan armas, medios
de defensa o encantos especiales, y una pequeña ventaja llevará a la
victoria.
Como la Geología claramente proclama que todos los países han sufri-
do grandes cambios físicos, podíamos haber esperado encontrar que los
seres orgánicos han variado en estado natural del mismo modo que han
variado en estado doméstico, y si ha habido alguna variabilidad en la na-
turaleza, sería un hecho inexplicable que la selección natural no hubiese
entrado en juego. Con frecuencia se ha afirmado esto; pero la afirmación
no es susceptible de demostración, pues la intensidad de la variación en
estado natural es sumamente limitada. El hombre, aunque obrando sólo
sobre los caracteres externos y muchas veces caprichosamente, puede
producir dentro de un corto período un gran resultado sumando en sus
producciones domésticas simples diferencias individuales. Pero, aparte
de estas diferencias, todos los naturalistas admiten la existencia de varie-
dades naturales que se consideran lo suficientemente distintas para que
merezcan ser registradas en las obras sistemáticas. Nadie ha trazado una
distinción clara entre las diferencias individuales y las variedades peque-
ñas, ni entre las variedades claramente señaladas y las subespecies y es-
pecies. En continentes separados, o en partes diferentes del mismo conti-
nente cuando están separadas por obstáculos de cualquier clase, o en is-
las adyacentes, ¡qué multitud de formas existe que los naturalistas expe-
rimentados clasifican: unos, como variedades; otros, como razas geográ-
ficas o subespecies, y otros, como especies distintas, aunque muy
próximas!
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