en los estados joven y larvario de muchos de los animales inferiores.
Existen también casos de dimorfismo y trimorfismo, tanto en los anima-
les como en las plantas. Así, míster Wallace, que ha llamado reciente-
mente la atención sobre este asunto, ha señalado que las hembras de al-
gunas especies de mariposas en el Archipiélago Malayo, aparecen nor-
malmente bajo dos, y aun bajo tres, formas notablemente distintas, no
enlazadas por variedades intermedias. Fritz Müller ha descrito casos
análogos, pero aún más extraordinarios, en los machos de ciertos crustá-
ceos del Brasil: así, el macho de un Tanais se presenta normalmente bajo
dos formas distintas: una de ellas tiene pinzas fuertes y de diferente he-
chura, y la otra tiene las antenas provistas de pelos olfativos mucho más
abundantes. Aunque en la mayor parte de estos casos las dos o tres for-
mas, tanto en los animales como en los vegetales, no están hoy unidas
por gradaciones intermedias, es probable que en otro tiempo estuviesen
unidas de este modo. Míster Wallace, por ejemplo, describe cierta mari-
posa que, en la misma isla, presenta una gran serie de variedades unidas
por eslabones intermedios, y los eslabones extremos de la cadena se ase-
mejan a las dos formas de una especie próxima dimorfa que habita en
otra parte del Archipiélago Malayo. Así también, en las hormigas, las va-
rias clases de obreras son generalmente por completo distintas; pero en
algunos casos, como veremos después, están unidas entre sí por varieda-
des suavemente graduadas. Lo mismo ocurre en algunas plantas dimor-
fas, como yo mismo lo he observado. Ciertamente, al principio, parece
un hecho muy notable que la misma mariposa hembra tenga la facultad
de producir al mismo tiempo tres formas distintas femeninas y una mas-
culina, y que una planta hermafrodita produzca por las semillas del mis-
mo fruto tres formas distintas hermafroditas que lleven tres clases dife-
rentes de hembras y tres -o hasta seis- clases diferentes de machos. Sin
embargo, estos casos son tan sólo exageraciones del hecho común de que
la hembra produzca descendencia de ambos sexos, que a veces difieren
entre sí de un modo portentoso.
Especies dudosas
Las formas que poseen en grado algo considerable el carácter de espec-
ie, pero que son tan semejantes a otras formas, o que están tan estrecha-
mente unidas a ellas por gradaciones intermedias, que los naturalistas no
quieren clasificarlas como especies distintas, son, por varios conceptos,
las más importantes para nosotros. Tenemos todo fundamento para creer
que muchas de estas formas dudosas y muy afines han conservado fijos
sus caracteres durante largo tiempo, tan largo, hasta donde nosotros
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podemos saberlo, como las buenas y verdaderas especies. Prácticamente,
cuando el naturalista puede unir mediante formas intermedias dos for-
mas cualesquiera, considera la una como variedad de la otra, clasifican-
do la más común -o a veces la descrita primero- como especie, y la otra
como variedad. Pero a veces surgen casos de gran dificultad, que yo no
enumeraré aquí, al decidir si hay que clasificar o no una forma como var-
iedad de otra, aun cuando estén estrechamente unidas por formas inter-
medias; y tampoco suprimirá siempre la dificultad la naturaleza híbrida -
comúnmente admitida- de las formas intermedias. En muchísimos casos,
sin embargo, se clasifica una forma como variedad de otra, no porque se
hayan encontrado realmente los eslabones intermedios, sino porque la
analogía lleva al observador a suponer que éstos existen actualmente en
alguna parte o pueden haber existido antes, y aquí queda abierta una
amplia puerta para dar entrada a las conjeturas y a la duda.
De aquí que, al determinar si una forma ha de ser clasificada como es-
pecie o como variedad, la opinión de los naturalistas de buen juicio y
amplia experiencia parece la única guía que seguir. En muchos casos, sin
embargo, tenemos que decidir por mayoría de naturalistas, pues pocas
variedades bien conocidas y caracterizadas pueden mencionarse que no
hayan sido clasificadas como especies, a lo menos por algunos jueces
competentes.
Es indiscutible que las variedades de esta naturaleza dudosa distan
mucho de ser raras. Compárense las diversas floras de la Gran Bretaña,
de Francia y de los Estados Unidos, escritas por diferentes naturalistas, y
véase qué número tan sorprendente de formas han sido clasificadas por
un botánico como buenas especies y por otro como simples variedades.
Míster H. C. Watson, al cual estoy muy obligado por auxilios de todas
clases, me ha señalado 182 plantas británicas que son consideradas gene-
ralmente como variedades, pero que han sido todas clasificadas como es-
pecies por algunos botánicos, y al hacer esta lista omitió muchas varieda-
des insignificantes que, no obstante, han sido clasificadas por algunos
botánicos como especies, y ha omitido por completo varios géneros su-
mamente polimorfos. En los géneros que encierran las formas más poli-
formas, míster Babington cita 251 especies, mientras que míster Bentha
cita solamente 112. ¡Una diferencia de 139 formas dudosas! Entre los ani-
males que se unen para cada cría y que cambian mucho de lugar, rara
vez pueden hallarse en un mismo país formas dudosas clasificadas por
un zoólogo como especies y por otro como variedades; pero son comu-
nes en territorios separados. ¡Cuántos pájaros e insectos de América del
Norte y de Europa que difieren entre sí ligerísimamente han sido
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