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“de grado inferior” o “de grado cero”, “de peso metafísico bajo”,
“superficial”, etcétera. El único significado que habría podido con-
servar sería, precisamente, la certeza. En tanto “visión del mundo”
[
Weltanschauung], la experiencia kantiana estuvo limitada sobre todo
por razones históricas, ya que no habría podido escapar a las caren-
cias de la Ilustración. Según Benjamin, la concepción ilustrada de la
experiencia, cuyos rasgos principales comparte con la modernidad
en general, presenta la experiencia como carente de contenido: “La
Ilustración no reconocía autoridades; pero no en el sentido de tener
que subordinarse a ellas sin crítica, sino en tanto que fuerzas espi-
rituales [
geistige Mächte] que pudieran dar a la experiencia un gran
contenido”; en ello consiste la “ceguera religiosa e histórica de la
Ilustración”.
4
Lo religioso se constituye entonces en cifra de aquel
contenido ausente en el concepto moderno de experiencia. En ese
sentido, Benjamin considera fundamental
ampliar la noción de ex-
periencia, de modo que pueda abarcar la religión.
Para apoyar esta interpretación de Kant y de su concepto de
experiencia, Benjamin se basa en los
Prolegómenos a toda metafísica
futura que pueda presentarse como ciencia (1783), escritos con el obje-
tivo de hacer más comprensibles las tesis formuladas en la
Crítica de
la razón pura (cuya dificultad parecía haber condenado la obra al si-
lencio). Benjamin sostiene que allí Kant busca extraer los principios
de la experiencia de la ciencia físico-matemática, en detrimento de
la riqueza de su concepto de experiencia, y por tanto de una ver-
dadera metafísica. Sin embargo, a su vez considera que en la
Crítica
de la razón pura no se produce una efectiva identificación de los
objetos de las ciencias con el concepto de experiencia. En esta di-
rección, afirma que los neokantianos condujeron la interpretación
de Kant en el sentido de una tal identificación, es decir, resolvieron
la ambivalencia kantiana de un modo contrario a las pretensiones
benjaminianas.
El concepto de experiencia implica una cuestión de gran al-
cance: un posicionamiento frente a la metafísica. Tal como se colige
de este programa, una experiencia de grado inferior implica una
realidad [
Wirklichkeit]
de grado inferior. Pero Benjamin cree que,
en aquellas tensiones inherentes al sistema kantiano, puede resca-
tarse una potencia metafísica que ha quedado coartada por algunos
supuestos de su teoría del conocimiento, precisamente de carácter
metafísico, pero estériles. Benjamin vacila –“Kant no discutió nunca
la posibilidad de la metafísica”–
5
y remite a parágrafos de la
Kritik
der Reinen Vernunft en que se abre, según él, la posibilidad de una
“metafísica de la naturaleza”.
6
Pero ciertos
elementos metafísicos pri-
mitivos, rudimentarios, que se introducen en la teoría del conoci-
miento hacen de ésta una mitología carente de profundidad. Estos
elementos son:
a) “la concepción […] del conocimiento como una
relación entre ciertos sujetos y objetos, o entre un cierto sujeto y
4. Ibid., pp. 158-159. Salvo ligeras modificaciones, para las citas de este escrito
seguimos la traducción que hace Jorge Navarro Pérez de Walter Benjamin en
Obras, libro ii, vol. 1, Madrid, Abada, 2007, pp. 162-175.
5. Walter Benjamin, Gesammelte
Schriften, op. cit., p. 160.
6. Immanuel Kant, Kritik der Reinen Vernunft, A 841/ B 869. Esta cuestión, que
aquí aparece apenas esbozada, encuentra un desarrollo más profundo en un
fragmento escrito por Benjamin también en 1917, meses antes del Programa,
editado bajo el título “Sobre la percepción”
[Über die Wahrnehmung]. Ahí afirma
que la célebre oposición de Kant a la metafísica, que lo conduce a afirmar una
dependencia de las categorías respecto de las intuiciones sensibles para el
conocimiento de la naturaleza, no impide a Kant rescatar un sentido válido de
la metafísica: el de una metafísica de la naturaleza como constitución apriorística
de sus objetos [Naturdinge]. En consonancia con lo que afirma en el
Programa,
Benjamin sostiene aquí que “es posible preservar las más elevadas condiciones
del conocimiento que ha ofrecido Kant y rechazar sin embargo su interpretación
gnoseológica de la estructura del conocimiento de la naturaleza o la de la
experiencia”. Véase Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, libro VI,
op. cit., p. 33.
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un objeto”, y
b) “la relación […] entre el conocimiento y la ex-
periencia con la conciencia empírica del hombre”.
7
Aquello que
aún resta como tarea consiste en eliminar el carácter subjetivo de
la conciencia conocedora. La eliminación del carácter objetivo
de la cosa en sí estaría ya consumada por Kant y los neokantianos de
Marburgo. Pero el sujeto ha permanecido, perturbando así una con-
cepción auténtica del conocimiento. En la teoría del conocimiento
de Kant operaría “aún sublimada” la idea de un “yo individual cor-
poral-espiritual que recibe las sensaciones mediante los sentidos y
forma sus representaciones a partir de esa base”.
8
Y esto a pesar del
carácter trascendental del sujeto. Según Benjamin, esa trascendenta-
lidad debe desembarazarse de todas las “vestiduras del sujeto”.
Eliminando estos elementos, surgiría un nuevo concepto de
experiencia y una nueva visión del mundo, cuyo marco debe ser, a
pesar de las críticas, el sistema kantiano:
De este modo, queda planteada la principal exigencia a la fi-
losofía del presente […] acometer,
bajo la típica que se corresponde
al pensamiento kantiano, la fundamentación epistemológica de un concepto
superior de la experiencia. Y el tema de la filosofía que se espera con-
sistirá en mostrar en el sistema kantiano una típica que se halle en
condiciones de hacer justicia a una experiencia superior.
9
La típica del sistema de Kant comprende los conceptos del
entendimiento, las ideas de la razón y el principio de finalidad de
la facultad de juzgar, capaz de conciliar las esferas de lo fenoménico
y lo nouménico, de la naturaleza y la libertad. El neokantismo de
Marburgo, afirma Benjamin, ya ha dado un paso en la dirección
deseada: ha eliminado la diferencia entre intuición y entendimiento
(que es un rudimento metafísico) e incluso toda la doctrina de las
facultades. Es decir, ha contribuido a la transformación del concep-
to
de conocimiento, pero sin ampliar el de experiencia.
Benjamin introduce un tercer elemento fundamental que
debe reelaborarse de la tradición kantiana (además del sujeto y la
experiencia): el lenguaje. En ese sentido, no es llamativa la referen-
cia a Johann Georg Hamann, cuyas críticas a Kant, respecto al ol-
vido de la dimensión del lenguaje, reivindica.
10
Como señala Gary
Smith, “Benjamin revive el desacuerdo de Hamann con la episte-
mología de Kant y lo emplea,
mutatis mutandis, contra la crítica del
conocimiento neokantiana”;
11
es decir, Benjamin no repite a Ha-
mann contra Kant, sino que está discutiendo con los neokantianos
(especialmente con Hermann Cohen) el camino que debe tomar
la
transformación de Kant. Benjamin juzgaba que la filosofía del len-
guaje era indisociable de las especulaciones sobre el conocimiento.
En el ámbito del lenguaje encuentra la ansiada “neutralidad” [
Neu-
tralität] respecto de esa dicotomía entre sujeto y objeto, capaz de
fundar un conocimiento
autónomo. La concepción del lenguaje que
permite tal cosa no se desarrolla en el
Programa, pero se encontra-
ba ya esbozada en “Sobre el lenguaje en general y el lenguaje del
hombre” (1916): allí el lenguaje consiste en el
Medium (ámbito)
del conocimiento, no en un instrumento de comunicación del
sujeto. Y según afirma en un fragmento próximo, la filosofía es
“experiencia absoluta deducida de manera sistemático-simbólica
como lenguaje”.
12
Esta relación del lenguaje con la experiencia des-
plaza la conciencia empírica como fundamento del conocimiento.
La crítica a la conciencia empírica presenta un rasgo particu-
larmente sugerente en relación con nuestro recorrido hacia el su-
7. Ibid., p. 161.
8. Ibid., p 161..
9. Idem. (Las cursivas son mías).
10. Ibid., p. 168.
11. Gary Smith, “Thinking through Benjamin: An Introductory Essay”, en Benjamin.
Philosophy, Aesthetics, History, Chicago, University of Chicago Press, 1989, p.17.
12. Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, libro vi, op. cit., p. 37.
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