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norma ella sólo puede resultar en consecuencias destructivas, por
diferentes que puedan ser’. Bloch y Benjamin nunca resolvieron el
dilema de los tempranos años veinte: cómo transformar una visión
de la utopía fundamentalmente ambigua [Janus-faced] en un claro
programa de emancipación política. Este es el lado negativo de la
utopía, uno que paralela al lado negativo de la Ilustración tan cla-
ramente diagnosticado por la visión mesiánica”.
49
Por supuesto, lo
que en este comentario se pierde (quizá por no haber avanzado de
los primeros textos a los trabajos de los años treinta) es justamente
el postulado de una “nueva ilustración” implícito en ambos auto-
res, ajena al reduccionismo operante en la apelación a una supuesta
“norma de la ilustración”.
Hoy, ya agotado el debate modernidad/posmodernidad, aca-
so estemos en mejores condiciones para aprovechar la singularidad
del pensamiento benjaminiano y blochiano sobre la relación entre
la emancipación política y las fuerzas de la ebriedad, entre revolu-
ción y mito, entre prefiguración del futuro y remisión a lo arcaico.
La actualidad de su pensamiento radica en el esbozo de una teoría
de la imaginación política, de la fantasía social, una psico-historia
materialista que aspira a la interpretación de los sueños colectivos
y a la puesta en valor de su potencial disruptivo, una teoría his-
tórico-materialista del inconsciente colectivo como depósito de
energías con el que hay que saber contar para la acción política.
Este horizonte de una ilustración no racionalista, o, con más preci-
sión, de “
una izquierda que no quiere dejar la organización del retorno de
lo reprimido a la reacción”,
50
parece especialmente pertinente en una
época en la que el debate intelectual abandonó los esquematismos
polares que las discusiones sobre lo posmoderno instalaban, y en la
que lo más movilizador e inquietante de la política parece requerir
nuestra agudeza para lidiar con figuras de la acción política que van
más allá de los límites del racionalismo ilustrado convencional, sea
en las regresiones fundamentalistas o en las nuevas configuraciones
del “pueblo” y lo “popular”.
51
49. Ibid., p. 123-124
50. Walter Benjamin
en Christina Ujma, op. cit., p. 301.
51. Dos de los más atentos lectores de Benjamin, que son a la vez voces de peso en
el debate teórico contemporáneo, Giorgio Agamben y Georges Didi-Huberman,
muestran la necesidad de pensar lo político en los márgenes de la razón ilumi-
nista y sus principales conceptualizaciones: sea desde la estructura paradójica
del “estado de excepción”, en el primero, sea desde una teoría de las imágenes
históricas de raigambre psicoanalítica, en el segundo. En Didi-Huberman, de
hecho, encontramos una de las pocas referencias en la escena contemporánea
a Bloch, y en particular a sus teorías de la no-contemporaneidad y del montaje
de
Erbschaft dieser Zeit. Véase Georges Didi-Huberman, Cuando las imágenes
toman posición. El ojo de la historia 1, Madrid, Machado, 2008.
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