[]



Yüklə 2,93 Mb.
səhifə8/15
tarix15.08.2018
ölçüsü2,93 Mb.
#62759
1   ...   4   5   6   7   8   9   10   11   ...   15

3. Descubrir (desvelar).
El Itinerario Filosófico tiene en la itineraridad la capacidad de descubrir. La itineraridad por sí misma tiene la capacidad de establecer una estructura que pueda servir de guía para los textos, de la misma manera, el Itinerario Filosófico nos descubre una estructura amparada en la ficha técnica mostrada con anterioridad y que queda expuesta en el Anexo I de este trabajo, para servir de guía en el recorrido del paseo por la realidad, ya sea en su sentido de mundanidad ya lo sea en un sentido científico.

El descubrir se define como la manifestación de algo, hacer patente una cosa; para nuestro interés del pensamiento es cuando se muestra algo para el conocimiento, como lo contrario de lo que se ignora, bien porque no se sabía, bien porque no se recordaba. Para el itinerario este descubrimiento se hace en la naturaleza como la muestra de un espacio nuevo, desconocido hasta el momento, como la ciudad que deseamos conocer. Para el Itinerario Filosófico el descubrir se dice sumando el pensamiento a ese espacio natural, urbano o literario.

En el descubrir, la Filosofía lo hace como el desvelar, del mismo modo que cuando se quita el sueño en el que está sumido el pensamiento. La ignorancia que busca salvarlo de una parte del mundo como aquel ejercicio que tiene en la itineraridad la muestra del desvelamiento. En este sentido, el descubrir desde la estructura del itinerario nos desvela un proyecto de itinere. Nos muestra una perspectiva del ser que sin llegar a descubrir la verdad o el modo de ser, pueda tener la capacidad de recorrerle y reflexionar sobre el mismo. En nuestro contexto filosófico deberíamos utilizar el desvelamiento como una propuesta continuista del proyecto que deja desvelado una parte de la realidad, de nuestra realidad, de la realidad del itinerante. El descubrir entendiéndolo como el desvelar algo que está ahí presente y que quiere ser manifestado.

Desvelar para nosotros es poner en valor un aspecto peculiar que está desconocido para gran parte de público y que elige la estructura del Itinerario Filosófico como el método para llevar a cabo ese proyecto singular. La manifestación de un recorrido, de un paseo, el mismo paseo que a Tales le costó el hazme reír de la joven tracia; el paseo de Tales buscando descubrir en las estrellas algo que colmara su asombro por el kosmos, lo vio relegado en la historia a la risa de la doncella que ni corta ni perezosa lo advirtió de buscar en el cielo sin saber donde pisaba81. El propio descubrimiento no nos lleva a un conocimiento completo del itinere en el que vivimos sino que nos muestra una parte de él, sobre todo, en la medida de que el que itinera tiene la disposición al conocimiento. El itinerario es la fórmula mediante la cual estamos llamados a la mirada, a descubrir y no a la simpleza del ver. Descubrimos porque queremos saber, nos inquieta la admiración por las cosas que rodean el mundo, la realidad que itineramos. Pero al ir a descubrir lo que hacemos es desvelar una realidad, un proyecto de itinerario que nos muestra parte del mundo, y lo desvelamos para nosotros y nos mostramos ante esa parte como inocentes.

El descubrimiento o desvelamiento es un aspecto para salir fuera, hacerlo desde una actitud de itineraridad. El tiempo del itinerario es aquel que nos saca de lo cotidiano, de la cotidianidad en la que ejercemos la vida natural, el mundo de vida. El desvelamiento es una alternativa a la cotidianidad previa disposición, un desvelar que se hace en el movimiento de la propia filosofía.
3.1. Alternativa a la cotidianidad.
El Itinerario Filosófico es una alternativa a lo cotidiano, a la vida natural. Lo cotidiano es la reiteración de las costumbres que asumimos como seguridad de una vida y un mundo en constante cambio. La cotidianidad también es movimiento y cambio de difícil percepción, sobre todo porque el mismo sujeto en la que se ve inmerso no es consciente de ello. La rutina se apropia de la cotidianidad. La percepción y el mundo percibido se ven reducidos a los mismos espacios y los mismos tiempos, un día tras otro. La ruptura con la cotidianidad se hace difícil y es donde queda el reto a la itineraridad.

La cotidianidad es la cualidad de lo cotidiano, aquello que se hace con renuencia después de tanto tiempo. Lo cotidiano es lo reiterativo en el orden de las cosas y da lugar a una historia siempre igual, en la que el tiempo que transcurre entre el levantarse y el acostarse se estrecha sobremanera, un día tras otro, una semana y otro mes, y todos los años inmersos en ciclos cotidianos centrados en la tradición. Uno llega a la cotidianidad después de una itineraridad propia que abarca un mapa, un tiempo y un espacio, siempre el mismo que se repite constantemente. El reto del Itinerario Filosófico es romper con la cotidianidad, con la rutina enquistada. No significa que la rutina no conlleve conocimiento, es decir, la misma rutina tiene su propio pensamiento en movimiento pero de todas las características apuntadas ha desaparecido una de ellas: se carece de motividad, traducida en una falta de iniciativa, en la que no se cumple el descubrir un nuevo espacio y un nuevo tiempo. Aquel que viaja va buscando precisamente la ruptura con la rutina, con lo cotidiano, para unos días de descanso o un cambio de aires. Mientras que en el itinerario la ruptura con lo cotidiano y con la rutina se hace consciente del pensamiento en movimiento para proyectarse mediante la percepción del mundo en una nueva descripción con sentido, por ser éste uno de los particulares filosóficos destacables. Reseñable es la búsqueda de un pensamiento nuevo, el de un conocimiento por estrenar, el de un espacio nuevo por conocer rompiendo con el tiempo subjetivo para adentrase en un tiempo del itinerario de carácter objetivo, en definitiva, perder la noción de tiempo82. El itinerario a diferencia del viaje, rompe con la cotidianidad de manera activa, lo hace en la itineraridad como si cada itinerario encerrara pedacitos de eu-foria que el viaje no da.

El Itinerario Filosófico es una alternativa a la cotidianidad en la que se precisa una disposición previa, lo que se llama pre-disposición para acometer un ejercicio en el itinerario. Una pre-disposición de la experiencia sensible fenomenológica que moviliza en la deliberación hacia el itinerario. Por tanto, dicho que la cotidianidad es la costumbre de los hábitos, implica al itinerario una forma de desacostumbrarnos.
3.2. La disposición: pre-disposición.
El estudio que nos concierne no puede estar de espaldas a la disposición del itinerante, se requiere pre-disposición de aprender, de romper con lo cotidiano y abandonar-se en el conocimiento para dejar-se decir.

Una consecuencia de lo cotidiano es la deliberación para predisponer al itineario como el elemento capaz de romper la cotidianidad. La consecuencia del estudio que nos concierne no puede estar de espaldas al itinerante, ni a la predisposición de aprender, de romper con lo cotidiano y abandonarse en el conocimiento para dejar-se decir. Al igual que la cotidianidad, la disposición es un hábito, una situación que ha de hacer costumbre o a la que hay que acostumbrar, la tendencia a romper con la rutina; sin embargo, tenemos que ser conscientes de lo cotidiano al proyectar un itinerario porque requiere no sólo disponibilidad sino también el acto previo de la pre-disposición como la búsqueda de motivación capaz de preparar para el itinerario.

En este sentido hay una doble pre-disposición tanto para el ejercicio sencillo del paseo como del ejercicio del pensamiento. La disposición es el ejercicio del sentimiento para el Itinerario Filosófico en el sentido de ponerse en situación. En todo lo cual es importante hacer una buena carta de presentación, una invitación al itinerario.
4. La finalidad sensible del itinerario filosófico: eu-phoria.
La finalidad del Itinerario Filosófico desde la experiencia es un bien-estar, una nueva y buena energía. Distinta a la finalidad del Itinerario Filosófico para el pensamiento en la que se nos muestra como una posibilidad para desarrollar la Filosofía con mayúsculas, desde una nueva versión que como veremos más adelante, aúnan el logos de la palabra y la escucha con la paideia de enseñar la realidad que corresponde en el espacio abierto de physis.

Al término de este capítulo llegamos a la eu-phoria. Nos encontramos pues, con un concepto griego denostado por el uso de lo cotidiano; vinculado a una sensación fruto de las drogas, alineado con la salud mental; a la euforia la ocurre lo mismo que a la hedoné griega. Si para el epicúreo venía asociado al placer de la amistad83, al cultivo del pensamiento, lejos de una hedoné vinculada con el placer de los vicios más corrientes, la euforia nos trae un prejuicio que nos ocupa salvar. El ejercicio del paseo produce un movimiento en nuestro organismo, en el itinerario el movimiento se complementa con el movimiento del pensamiento. Activamos las endorfinas84, aquellas substancias que llevamos dentro, las que se encuentran en el ser-aquí, las mismas que bloquean el dolor y nos producen buenas sensaciones. Descansar del ejercicio tras un desgaste físico unido a un incremento en el conocimiento derivado de la atención en la escucha y por tanto, unido al aprendizaje realizado, bien por otra de las posibilidades como es la observación, la mirada atenta del itinere que realizamos. Nos conduce inevitablemente a una sensación de bien-estar, a una energía renovada. Muchas veces llevadas a compartir la experiencia vivida porque el itinerario ha sido capaz de mostrar, proyectar un valor peculiar o una singularidad digna de mención.

Dicho lo cual, nos compete seguir el mismo mapa que hemos establecido para el resto de conceptos. Euforia se define como la sensación de bienestar producida por la realización de un Itinerario Filosófico sin entrar en otras causas. La etimología del concepto, se desprende en dos términos griego, eu como lo bueno y phoria como sensación de fuerza o energía, la euforia es una sensación de felicidad, de alegría y gozo, para nosotros la causa que produce la euforia es el paseo que ejercemos en el itinerario que nos hemos propuesto, en nuestro Itinerario Filosófico como la satisfacción de haber colmado una parte de conocimiento, en este particular derivado de la admiración por el conocimiento de un determinado asunto que ha llamado la admiración y asombro del itinerante.

Distinguimos entre euforia como sustantivo y eufórico como adjetivo dado que en esta circunstancia nos vinculamos a definir y clasificar la sensación del itinerante. Una afección sensible que experimenta en la experiencia producida por el seguimiento del proyecto de itinerario. La euforia no es un desencadenante puntual de una situación repentina, sino que la euforia se alcanza con la derivada del itinerario desarrollado. Podremos vincularlo de manera sucinta a la felicidad pero no es el propósito sino la propensión del ánimo al optimismo. Una propensión que se entiende como movimiento de la sensación afectiva, derivada de la observación que nos provoca el itinerante, es la inclinación al Itinerario Filosófico la disposición a dejar-se decir, y en esta tesitura se hace consciente de una sensación, de un sentimiento agradable.

El itinerario se presenta como posibilidad de optimismo positivo frente a todo lo que suponga negatividad. El hombre tiende por naturaleza a quedarse con el pesimismo, se acostumbra fácilmente a lo negativo, se suele anclar y quedarse sólo con las malas noticias de tal manera que lo positivo que lleva el hombre siempre queda en un segundo plano, todo lo bueno que tenemos se deja a un lado, se considera en menor medida. Damos más importancia a lo que desintegra que a lo que une, nos anclamos en el odio y el rencor, no en vano nuestra historia reciente ha sembrado odio a mansalva, mientras tanto, el aspecto de optimismo de alegría y alborozo se reduce a pocos días del calendario usurpados por un calendario cristianizado. El amor empedocleo lo encontramos en el itinerario, es un proyecto de buena energía, de fuerza positiva, de eu-phoria. La hedoné del paseo con amigos, la eudaimonía de ver y conocer nuevas cosas, descubrir nuevos espacios, camuflarnos con physis. Porque lo semejante conoce lo semejante, el ojo que proyecta la mirada contiene el agua, nuestros ojos son agua; aprecian la tierra porque son polvo; atisbamos la luz, el fuego que proyecta los días de sol, y lo vemos en los trigales amarillos de los campos castellanos; y sentimos el aire que nos roba al resecarnos los ojos85.

Abolimos por tanto, el denostado término euforia y lo rehabilitamos para nuestro propósito con un vínculo a una actividad saludable como es el ejercicio físico que propone el paseo que activa una parte de nuestro organismo. El mismo Aristóteles ya apuntaba que el paseo es para la salud, la salud para la felicidad, la felicidad para otra cosa86.

Desde la itineraridad, la euforia cierra el ciclo de la itineraridad en la experiencia fenomenológica. Entre otras cosas porque con la euforia se ve la admiración y asombro filosófico satisfecho, pero no como algo acabado, esto no nos cabe en nuestra propuesta de movimiento, de contemplar la filosofía como una propuesta en constante cambio. Así pues, la euforia como tránsito pasajero y una vez pasada la buena sensación, el itinerante busca una nueva inquietud, una nueva inclinación, un nuevo movimiento. El itinerante adquiere la condición de tal en cuanto que se inicia por un interés particular.

La euforia se inscribe en el carácter de una ontología regional como la capacidad de salvar la teoría y la práctica y llegar a la sensación de la palabra. El itinerario es un modelo de ontología regional87. En concreto el itinerario fenomenológico se circunscribe en la filosofía trascendental que muestra las distintas perspectivas del itinere. Así pues, la euforia es el tipo de felicidad efímera, la felicidad del instante, del ser-ahora, una felicidad que encontramos en el paseo, en el itinerario, en la Filosofía. Alejada de los tópicos que nos marcan en la sociedad contemporánea, aquellos de los que se desmarca la itinearidad.

La euforia es una respuesta al aburrimiento, al hastío resultante de la vulgaridad de la vida natural. La euforia se mueve precisamente en ese espacio de la repetición como salvavidas. La euforia no es una felicidad plena, puede que esta se vaya generando a partir de pequeños buenos momentos, de muchas eu-forias. Hay que señalar que la eu-foria se corresponde con la hedoné de los epicúreos que gustaban de la conversación con los amigos, la hedoné era el placer de cultivar la amistad, de disfrutar en el itinerario propuesto como el recorrido que se hace en compañía. El placer de los sentidos que nos aporta el itinerario como antesala del placer del conocimiento, del saber que hemos descubierto algo nuevo, en el que el itinerante ha conocido una nueva panorámica, una nueva perspectiva.

Es cierto que el pensamiento y las ciencias han fracasado en garantizar la felicidad al hombre, pero no cabe duda de que ha ayudado sobre manera. En un principio, al conseguir un bienestar que antes no existía y hacer bueno el dicho que vivimos en el mejor de los mundos posibles, quizás porque no conocemos otro, y porque siempre la historia nos muestra más desgracias que las de nuestra época. Desde nuestra teoría del itinerario sólo puede servir como un aliciente más para haber disfrutado durante unos momentos de una actividad interesante y atractiva.

El Itinerario Filosófico es una ocasión para buscar la euforia desde el pensamiento a partir de un ejercicio físico moderado.

Capítulo 3.

La invitación en el Itinerario Filosófico.
Al igual que en el título anterior, terminamos con un tema que bien pudiera ser el encabezamiento de éste título, pues advertimos con asiduidad en la intencionalidad de la invitación como la apertura del itinerario bien escrito bien hablado, como el ejercicio indispensable de todo acto volitivo a la hora de fundar un itinerario y de dirigir la mirada del itinerante.

Hemos señalado en más de una ocasión, las razones por las que empezamos todo trabajo con una invitación como si de una introducción se tratara, y así lo hacemos en cada una de las oportunidades que se nos brindan88. No obstante, pensamos que la invitación tiene sentido después del análisis de la experiencia realizada. La invitación como el acto de invitar, como la tarjeta o impreso con que se invita a alguien y que muchas veces corresponde con la introducción de cada una de las obras de texto o guías de exposición, y que en nuestro marco de la itineraridad nos corresponde sustituir por la invitación de manera más coherente.

La invitación se realiza desde un proyecto de itinerario que ha conseguido proyectar-se en un espacio y un tiempo dedicado al paréntesis en la cotidianidad que ha perfilado después de abandonar-se en un recorrido filosófico señalado y definido, que ha logrado muchas veces perderse en lo consciente, motivado por el Itinerario Filosófico propuesto89.

Sólo después de las experiencias fenomenológicas descritas desde la percepción del itinerante y del mundo percibido, desde la mirada y la escucha, se proyecta el sentimiento de compartir las experiencias. La invitación se produce al querer compartir una singularidad muy particular en lo filosófico. Sin embargo, la invitación debe estimular la participación, debe incitar al itinerante primeramente por el sólo hecho de recorrer el itinerario informal del que apuntamos, y por el hecho de que otros itineren el itinerario propuesto. La invitación es una declaración de buenas intenciones para el conocimiento en cuanto que el sujeto itinerante se suma al pensamiento en movimiento. La invitación es el acercamiento a la motivación del itinerario, como una actividad particular que se enmarca en lo genérico. De hecho una invitación recoge el motivo del itinerario además de la motividad, el espacio y el tiempo a desarrollar, así como, el mapa que describimos en pocas palabras que bien pudieran figurar a modo de cita90.

En la itineraridad la invitación sustituye a la introducción. Pongamos un ejemplo de Itinerario Filosófico tomando la fenomenología de Husserl propuesta en la obra del profesor San Martín ya citada91. Busquemos el marco idóneo, el espacio abierto oportuno donde itinerar el Itinerario Filosófico de la fenomenología para hacer de ésta una realidad de la razón; una vez encontrado el escenario oportuno, como itinerario en el espacio abierto que corresponda, habremos de hacer una invitación a la figura de su persona desde la biografía, el contexto cultural y sociopolítico realizado en las primeras páginas, para pasar a continuación, a entrar en el desarrollo de sus ideas en la que se encuentre descritas las distintas perspectivas que nos haga palpable el pensamiento de Husserl. La misma introducción es la invitación fenomenológica en la que su importancia nos abre un mundo de posibilidades, nos muestra una perspectiva fenomenológica desde Husserl como continuación de su maestro Brentano. La introducción se convierte en la invitación, de la misma manera que lo hace una tarjeta de invitación a un acto de presentación de un libro, de una exposición, o de cualquier otra índole, en la que podemos vernos sorprendidos por el acto en sí. La obra citada es una invitación a la fenomenología, hacerlo en el espacio abierto y en el tiempo oportuno, es competencia del itinerante, del filósofo que construye el fenómeno del itinerario donde dejamos reflejado una perspectiva de la realidad.

No descuidamos que la invitación es una primera proyección del que ha creado el itinerario; del filósofo que proyecta un pensamiento o una nueva perspectiva. La invitación es el proyectar-se del itinerante filosófico ante la comunidad, ante los amigos, ante los ciudadanos.

Por tanto, la invitación es un invitar a realizar el itinere propuesto como el ejercicio de realizar un proyecto atractivo. La invitación tiene una doble finalidad, primero en cuanto que todo aquel que se acerque al itinerario propuesto adquiera un conocimiento nuevo de un trozo de mundo o realidad desde el ejercicio que realiza el paseo. En segundo lugar, una activación de los sentidos que perciben una parte de ese mundo que nos lleva con la sola descripción de la experiencia del que itinera. La invitación es un ejercicio para ir y ver, no para decir lo que hay que vivir y aquello que debe ser vivido, se invita a sentir lo que cada uno puede sentir y vivir como sujeto con capacidad de experimentar, como sujeto que adquiere sentido a través de la mirada y de la escucha; se hace una invitación a la vida.

Título IV.

Estructura básica, historia y proyecto del Itinerario Filosófico.

Foto: Acueducto romano en la plaza del Azoguejo con el fondo de la Sierra de Guadarrama (la Mujer Muerta y Sierra del Quintanar).


Conceptos

Filosofía griega: peripato, physis, logos, paideia.

Filosofía Moderna: homo viator, peregrinaje, viaje.

Filosofía española: krausismo, Institución Libre de Enseñanza;

Naturaleza, pensamiento, educación.

Itinerario Filosófico.


En este bloque nos ocupa sentar las bases de lo que ha sido la investigación del itinerario, y por tanto, toca señalar cada uno de los manantiales donde hemos bebido para poner las bases de lo que hemos definido como Itinerario Filosófico. En primero lugar, nos compete empezar por la deuda griega, es decir, tenemos que señalar en el primer apartado la razón del paseo desde la consideración más sencilla de ser parte de un elemento del escenario griego clásico: el espacio abierto. Un espacio identificado con physis y que traducimos de manera simple con naturaleza, y en la que los primeros filósofos, los físicos jonios, pusieron toda su atención; physis, cambio, transformación, movimiento o naturaleza era el objeto de su estudio. La búsqueda del principio de physis fue el primer paso del largo Itinerario Filosófico, y sus manifestaciones más elementales fundaron una nueva disciplina. La filosofía se articulaba en la paideia griega, que tomaba su forma a partir de poemas didácticos, como los poemas hexamétricos de Jenófanes que entablaban controversia con los poemas homéricos. También, el itinerario para la filosofía se articulaba en el logos de la conversación de sus protagonistas, los itinerantes, gracias al diá-logo. El punto de encuentro del Itinerario Filosófico no podía ser otro que Aristóteles, y de manera concretamos en su tratado sobre la Física. No en vano, el paseo da nombre a su escuela de filosofía, el peripato; de todo ello damos cuenta en el primer capítulo.

En el capítulo segundo irrumpe el homo viator como un itinerante que se sale del Itinerario Filosófico propuesto pero que se corresponde con el eslabón necesario que nos enlaza de manera transitoria, la época griega con lo más cercano a nosotros. En el siglo XI adquiere un protagonismo el camino y como actividades resultantes surgen el peregrinaje y el viaje, dando una connotación totalmente diferente a andar por el peripato. Tan diferente en el espacio y el tiempo como lo son los itineres o sus sujetos Nos servirá para reforzar nuestro Itinerario Filosófico, nuestra itineraridad en contra de otros fenómenos que nos pueden distraer de nuestro objetivo. Motivo por el cual habremos de poner frente a frente al itinerante y al homo viator; de esta manera mostraremos todo lo que no es el ámbito de nuestra investigación.

Tras dicha exposición nos ocupa analizar el itinerario en el contexto contemporáneo español. Por tanto, en el tercero de los capítulos presentaremos una analítica del Itinerario Filosófico desde nuestra historia más cercana, dando cuenta de los primeros albores del paseo como itinerario en el que se volvía a recuperar la naturaleza, la educación y el dialogo, desde una perspectiva ontológica que se había perdido quedando eclipsada durante todo el periodo medieval y escolástico. La recuperación de physis, logos y paideia se hace en esta ocasión en el Itinerario Filosófico.

De manera especial destacamos el itinerario como algo singular que adoptó la Institución Libre de Enseñanza en cuanto que servía como herramienta pedagógica, no sólo para el desarrollo personal del individuo sino como el motor del desarrollo económico de un país empobrecido como lo fue la España del siglo XIX. En esta parte, nuestra investigación tiene un giro arqueológico, un modesto estudio centrado en la interpretación de los primeros libritos sobre itinerarios, o lo mismo que desempolvar los primeros itinerarios en la sierra del Guadarrama o mismamente en la ciudad de Segovia los paseos didácticos; ni que decir tiene que nos ha parecido un trabajo apasionante.

El cuarto y último de los capítulos se dedica a la actualidad del itinerario, al protagonismo que acontece a principios de siglo XXI en las ofertas sobre senderismo, guías de viaje o fórmulas similares. Hacemos una continuación de los Machado, Zambrano, entre otros. Se presenta el itinerario como deporte y juego que se actualiza en la itineraridad del Itinerario Filosófico, para terminar con la nueva propuesta para el filósofo, una propuesta continuista, como hemos apuntado, reiterando una vez más su esencia filosófica. La Filosofía ha de ocupar el espacio que la corresponde y un nuevo método lo encontramos en el Itinerario Filosófico, entre otras cosas, porque siempre es tiempo para el pensamiento, siempre hay curiosidad por las cosas y ganas de saber de ellas.




Yüklə 2,93 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   ...   4   5   6   7   8   9   10   11   ...   15




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©www.genderi.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

    Ana səhifə