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El ser-aquí como el espacio que cubre el ser en la espacialidad.


Aquí, adverbio de lugar, adverbio que complementa el verbo, el ser-aquí que en nuestro caso, no sólo complementa el verbo sino que complementa la existencia. La existencia es el ser en el espacio, en una realidad que como veremos en su momento, itineramos en un entorno que nos circunda. El aquí es adverbio de lugar, el lugar aristotélico que nos sitúa en el espacio tanto en la dimensión del ser corporal o ente de la cosa como fenómeno natural, y como la dimensión de la distancia que se asume frente a los fenómenos de la naturaleza. El aquí que condiciona el ser por ser y existir, por ser y estar, en un lugar en lo que es la espacialidad; entendemos por espacialidad la condición de todo espacio que conlleva un lugar y una distancia entre entes para sí mismo y para fuera de sí. A partir de lo cual el ser es una tarea del ser-aquí que da un carácter ontológico a la vertiente espacial.

A la pregunta por el dónde, se encuentra la respuesta necesaria del aquí. Cualquier interrogante por saber dónde está el ser o dónde está lo ente, la respuesta es siempre la misma: aquí; entre otras cosas, porque el ser que dice de un lugar, siempre ocupando el aquí, el ser no está arrojado11, ni tampoco el ser se haya más allá en un mundo de formas12, el aquí del ser es un continuo apresado por la espacialidad, por el espacio del ser.

Además, el aquí supone que el ser asume su lugar en el mundo, en la naturaleza. El ser-aquí es consciencia de espacio, toma de apropiación dentro y fuera del ser. Para el itinerario es fundamental que se tome conciencia del espacio que hay que recorrer pero también es importante ser conscientes de una condición física adecuada y determinada a las circunstancias.

El ser ocupa un lugar en el espacio –espacialidad del ser-, en dos movimientos: distancia a los entes, en el mundo, su lugar en la naturaleza por un lado, y por otro, esa misma naturaleza que por ser movimiento se halla en el movimiento, el ser movimiento. El ser-aquí por tanto como ser biológico y como ser físico, constriñe dos propiedades de la espacialidad. El ser-aquí es el espacio en sí. El fenotipo condicionado por una genética marcan el espacio biológico del ser-aquí. El punto de partida acontece con el nacimiento, el punto de llegada con la muerte y en ese itinerario marcan un mapa cargado de elementos. En ese itinerario aumenta y disminuye su espacio, su lugar vital en el espacio. El movimiento de la vida constriñe su itinere; es el primer itinere al que se enfrenta el itinerante, aquel que lo condiciona de manera tal que puede determinar el final del recorrido al margen del entorno. La genética es lenta, señalan los neurólogos que se dedican a su investigación, la ética también, dice el filósofo práctico. Mas ¿hay necesidad de más deprisa o más despacio? En cualquier caso, lo rápido o lo lento se dicen del movimiento, la genética o la ética forman parte del movimiento, en sí mismas están dentro del movimiento y tienen movimiento, no podía ser de otra manera. La genética va lenta para conocer las nuevas patologías, va despacio porque hay un itinerante que tiene prisa, prisa por vivir, y ninguna prisa por morir.

En todo momento del itinerario el ser es un ser-aquí, en un lugar, en un espacio, en movimiento siempre. La física ha tomado la distancia entre a y b en un plano cualquiera y ha definido la velocidad y la aceleración, el movimiento uniforme y el movimiento uniformemente acelerado. En este sentido son condiciones necesarias que no son obviadas, ¿el itinerante es o no es consciente de ello? Cuando el movimiento es movimiento, es en movimiento, la atención se dispersa, ahora por mor del aire que nos da en la cara, ahora por mor de lo interesante que ha sido la presentación, ahora por mor a la mirada que observa atenta el cambio.

En este sentido, la distancia que tomamos se hace en la espacialidad que se ocupa la itineraridad propia del itinere. Lo fundamental es que somos movimiento en la distancia y en el espacio. El itinerante comprende su aquí, su espacio. La prueba está en lo físico ensamblado en lo ontológico.

En la itineraridad el itinerario, desde y para la filosofía, vuelve a pensar el espacio del mismo modo que lo hicieron los primeros físicos, el mismo espacio que la filosofía dejó abandonada a la práctica científica. La condición de espacialidad del ser que habita desde la ontología ese preciso espacio que por un movimiento incierto había sido abandonada. La ontología recupera de facto el espacio. Así marcamos el espacio de manera instintiva pero desde la intuición como práctica que no habremos de abandonar y que nos acompaña en todo nuestro itinerario.

El ser-aquí está circunscrito a sus sentidos, a un intelecto propio: sus experiencias, los sentimientos, la capacidad volitiva, las ansias de libertad, se confunden en un mapa como elementos de interés. Ahora nuestro espacio está determinado por la genética, un espacio que como consecuencia de la conquista de physis podemos llegar a conocer. El código genético en un espacio interior conforma un espacio exterior que ha ido moviéndose de generación en generación. La genética da lugar a un ser-aquí en un contexto humano proclive a lo que le condiciona como animal, pero que conoce como racional y que busca constreñir. El ser-aquí desde la genética acomete la espacialidad, se abre al mundo de physis pero no es suficiente, pues el ser-aquí no es tratamiento corpóreo, no es una condición interna que por sí sola agote al itinerante. El ser-aquí es condición externa también. En nuestra investigación el aquí es el lugar en el que se desplaza el ser, es el topos griego que encontramos en Aristóteles13; desde su condición de adverbio de lugar es sobre todo en un lugar que se identifica desde varias coordenadas, que a su vez contempla un observador y no se identifica con un juicio ni enunciado, ni mucho menos con una circunstancia de extrañeza, ni como de un ser arrojado, alejado, echado ahí mismo que parece desprenderse en Heidegger. Tampoco es un ser-fuera-de-sí como encontramos en Hegel14, todo lo contrario es un ser interiorizado y a su vez externalizado. Provoca dos movimientos implícitos, el de lugar desplazándose en uno y otro medio, sea andando o en bicicleta, a la vez que mi mapa celular sigue su curso, las tripas se mueven si hay hambre, la sangre fluye con más rapidez si muevo las piernas. En todo este movimiento que contiene el mismo movimiento, el pensamiento sigue también su propio mapa epistemológico: teoriza, observa, experimenta y también descansa. Por esto mismo, el aquí del ser es proximidad, supera el idealismo trascendental del sujeto en cuanto lo da contenido, lo concreta y lo define15. De igual modo, lo determina en contra del allí que queda indefinido. Comprende la corporeidad material que deja de ser cuestión de extensión sino movimiento en el cual el aquí del ser es parte activa, dinámica implicada con el tiempo; Descartes solicitaba movimiento y extensión, no era necesario pues el movimiento ya está dado. Por último, el aquí del ser es el mundo de vida que desde la fenomenología contiene el dinamismo propuesto.

Hemos demostrado que el ser-aquí es el culpable de hacer que el desplazamiento haga consciente el espacio, salvando distancias entre los puntos de interés que nos encontramos en el recorrido. El ser aquí es el movimiento en el lugar que ocupa, el espacio que ocupa el espacio, pero también, es movimiento de cambio, el cambio que se produce en su fisonomía siguiendo un mapa genético, incluso en su conocimiento tanto de teorías como de experiencias pero también el cambio de las panorámicas y perspectivas. Nos encontramos por tanto, que el movimiento muestra sus dos vertientes ónticas: la del movimiento de lugar y el movimiento como cambio, el que pudo ser physis para el griego antiguo. Demostramos así, la vuelta a una teoría elemental, el lugar de la ontología, el sitio de la Filosofía. Además, hemos definido el ser-aquí como el aquí del ser, y se ha hecho desde el espacio ontológico, a la vez que lo hemos contrastado brevemente con un itinerario desde la distancia de la historia del pensamiento.


  1. El ser-ahora en cuanto el ser en la temporalidad.


Ahora, adverbio de tiempo, ahora como el presente, concepto apegado a la vida; el tiempo se atomiza en el presente como átomo del ahora que está formado por neutrones y electrones, que son los momentos y los instantes. El ahora es la temporalidad del ser que constituye el ser, el ahora del ser como estructura de la existencia. Desde la fenomenología, el tiempo objetivo distinto al tiempo subjetivo con carácter numérico. En ambos, el tiempo desde la existencia ontológica y el tiempo desde la fenomenología son partícipes del movimiento; con los griegos el tiempo fue base del movimiento de los cuerpos celestes, para nuestro itinerario el tiempo es una de las bases del ser que se encuentra en movimiento.

El ahora recorre la pregunta por el cuándo; dado que siempre se pregunta por el cuándo del ser, la respuesta es la misma: ahora; el ser es conciencia de ser-ahora. La respuesta nunca puede ser en pasado ni en futuro, ni desde el antes ni el después, en la respuesta el ser siempre es ahora; hoy es siempre todavía dejó dicho el poeta contestando al filósofo16.

El ser toma conciencia del tiempo en el ahora; el ser-ahora es consciencia de temporalidad. El itinerante no es un sujeto atemporal ni fuera de su historia, el itinerante en el itinerario es el cúmulo de instantes, de momentos vitales, que se atomizan en el ahora. El tiempo es fundamental en nuestro estudio por cuanto recorrerlo nos lleva un tiempo que muchas veces tenemos que sacar de nuestra cotidianidad si no hemos llegado a convertir lo cotidiano de la vida en un itinerario filosófico. En la itineraridad el tiempo es el ser-ahora consciente de un movimiento por el itinere.

La temporalidad del ser la entendemos en tanto en cuanto el ser es el ser del ahora que se manifiesta en cuanto fenomenología del tiempo. La división del tiempo se hace en el instante y en cada momento de los ahoras que constituyen el ser por el sólo hecho de existir. El tiempo es propio del movimiento, y por este sólo hecho deja la vulgaridad del futuro en manos de lo porvenir y por el sólo hecho de pensarlo, suficiente para que sea estudiado, y por tanto, ser conscientes de sus posibilidades.

El tiempo en el ser-ahora del itinerario es fenómeno ontológico en la que no sólo pueda parecer como elemento de una condición externa sino que también es una condición interna. En nuestra investigación el ahora es el tiempo en el que se mueve el ser, parte de la vida, de physis, se haya tan cerca el movimiento del tiempo que cuesta reconocer, el ahora es distinta a la medida del tiempo de Aristóteles, es medida numérica en cuanto descripción fenomenológica entre un antes y un después, el principio y el fin del itinerario. El ahora se nos muestra existencial, en el plano ontológico se produce un cisma con la filosofía tradicional pues se desgarra del movimiento, del cambio de physis. El cisma producido por la física aristotélica convierte el ahora en fenomenología. Tiene su continuidad en la filosofía de los viejos estoicos17 al considerar la atomización del tiempo presente en partículas indivisibles, más propio del atomismo contemporáneo que del estagirita; el ahora, el instante, el momento son los conceptos que pertenecen al movimiento.

El ahora no desvela el pasado ni el futuro; la compleja temporalidad se construye y se destruye a partir del ahora, y de los ahoras. La fundamentación no se sustenta en juegos de palabras, o fórmulas de la filología ni tampoco en aporías como las de Zenón de Elea. El ahora del ser mantiene la diferencia con la tesis propuesta por Plotino que señala que el tiempo tiene que tener una realidad propia en relación al movimiento18. Pero al igual que Platón su idea de tiempo adolece del propio idealismo en la que el tiempo está abandonado a lo intangible19. El ahora del ser, la temporalidad es existencial y fenomenológica para lo que hay que seguir recorriendo un itinerario preciso sobre el ahora en que se fundamenta el tiempo. En el idealismo platónico y lo paradójico del tiempo aristotélico no hay lugar para el tiempo como realidad. Sin embargo, para la existencia del ahora como realidad queda acudir a la crítica kantiana en la que entiende que el tiempo es condición a priori20. Por tanto, el movimiento producido se corresponde con una evolución, se pasa de tener al tiempo como forma de movimiento e incluso como incipiente fenómeno que percibo en el interior, a ser una de las estructuras del pensamiento, en la que se muestra como un a priori de la intuición, una idea del tiempo como catalizador de fenómenos.

En Hegel encontramos una idea abstracta negativa del tiempo, que dicho sea de paso, nos sobrecoge: el tiempo es el ser-fuera-de-si21; cierto que buscamos un tiempo en el afuera, en el exterior, pero no es menos cierto que implicado con un tiempo interior en la misma conciencia de tiempo más concreto. En nuestro estudio nos alejamos de ontologías que sitúan al ser como fuera-de-si o como el ahí arrojado, nuestro estudio tiende a un ser en lo introspectivo, conjugando la diversidad de lo extrovertido. Digamos pues, que hay dos fórmulas de la temporalidad del ahora: una introspectiva y otra extrovertida. Sin embargo, estamos convencidos de que el ser-ahora provoca dos movimientos implícitos, el tiempo que me queda por vivir y el tiempo que me queda fuera de la cotidianidad, y en ambos casos abrigados por una libertad constreñida.

Capítulo 2.

El mundo de las cosas del itinerario: in itinere.
Para la definición del itinere partimos de la consideración del mundo de las cosas en tanto en cuanto se trata de una realidad que se encuentra en movimiento. Un mundo que ha sido definido desde el conjunto de cosas con un sentido general, o definido como la totalidad de los entes22; también ha sido definido como una idea cosmológica (universo o cosmos); también, la que identifica el mundo con la naturaleza23; y aquella que define el mundo como una zona geográfica que para nosotros es lo que recorre el itinerante en el itinerario como fenómeno y que presentaremos en el título II.

El conjunto de entes que conforman un mundo puede ser tan real como la experiencia nos muestre physis y tan ideal como el logos de la razón quiera enseñarnos. En el itinerario como Filosofía, el mundo de las cosas es aquella realidad que itineramos, y esa realidad que recorremos que se encuentra en movimiento y que lo hemos denominado in itinere. El concepto itinere obedece al ámbito laboral, un concepto que se extrae de lo cotidiano y que se identifica con el camino, con las cosas que se encuentran en el recorrido que hace el sujeto que itinera a lo largo de su trayecto entre las cotidianidades laborales y familiares; en el itinere acontece un suceso que trasciende lo laboral y se incrusta en la cotidianidad, tiene de particular aquel en el que el itinerante se ve afectado por un accidente.

En el Itinerario Filosófico, proyectamos toda la carga que posee el mundo para trasladarla en el itinere con el particular añadido de que éste se encuentra encerrado en el movimiento y que es un lugar que se recorre. Un itinere es itinerado, el camino construido desde lo que hemos dado en llamar un micro-itinerario. En la fundamentación del itinerario como filosofía, el itinere se percibe como la segunda piel del itinerante al que hay que añadir el conjunto de itinerantes que como otros sujetos se muestran en el mundo que se itinera. Por tanto, el itinerante del Itinerario Filosófico se mueve en el itinere en el que el mismo se encuentra en movimiento, el mundo que recorremos y que hemos identificado. El itinere no es un estar sino un recorrer, un desplazarse y un deslizarse por un accidente intelectual.

El itinere es la circunstancia ortegiana24, el mundo circundante heideggeriano25, pero fundamentalmente, para tener consciencia del itinere tenemos que llegar a la identificación de un tiempo y de un espacio determinado. Todo en su conjunto adquiere sentido para el itinerante, para el ser-aquí-ahora. Cuando esto se produce tomamos conciencia del itinere. El itinere es el mundo recorrido y el mundo que queda por recorrer en una distancia espacial y en un tiempo dado. Es la muestra de la experiencia y del conocimiento vivido, para releer, reflexionar, volver a conocer, para aprender.

No hay pregunta por la existencia, no se cuestiona la realidad, la realidad de physis es incontestable. En la itineraridad el mundo de las cosas es la naturaleza que es recorrida por el itinerante en un espacio y un tiempo determinado. La realidad es aquella que recorre el itinerante. El itinerante propone el dónde y el cuándo, el cómo y el qué del itinere. El mundo está abierto no se cierra nunca, fue un mundo por descubrir y ahora es un mundo que queda por recorrer. El ser-aquí-ahora proyecta en el mundo el itinerario imaginario que desea itinerar.

La misma fundamentación que realizábamos al sujeto itinerante la aplicamos al objeto que itinera en el itinere. Éste no necesita demostración porque el propio espacio, la misma distancia y tiempo que habilitamos al ser lo hacemos al mundo, de manera complementaria con el movimiento. El itinere como mundo no se nos muestra como un problema, ni como una falta de interpretación o comprensión; en ningún caso el itinere es una cuestión inconveniente26.

En el orden ontológico la realidad abarca lo introspectivo y lo extrovertido, no como problema sino como realidad natural que debemos recorrer. El análisis de la realidad, de lo real, sólo es posible accediendo, yendo y recorriendo la realidad, dejándose llevar por el movimiento. El recorrido de la realidad lo hacemos de manera sentida e intuitiva; los sentidos son un ordenador que recibe información y que es procesada por la razón. Todo en su conjunto nos afecta. Hay que establecer un modelo primario, muy básico, a partir de un conjunto de datos percibidos no sólo por los sentidos sino en un sentido básico, aquella que centra la percepción.

La toma de conciencia del mundo nos arrastra a la mundanidad. En el itinere lo real es aquello que tiene existencia verdadera y efectiva, la realidad. El itinere es el mundo cuando hace referencia a sus dos particulares acepciones: el conjunto de las cosas y aquel planeta donde habitamos. Lo podemos hacer desde la ontología y desde la fenomenología. En cuanto a lo fenomenológico, el itinere es el microcosmos que destacamos y que elegimos de manera determinada en el movimiento vitalista. La base de fundamentar un Itinerario Filosófico pasa previamente por una aceptación ontológica de la realidad, lo que es es, y lo que existe existe. No vamos a cuestionar aquello que no es, o que no existe, ni tampoco en lo que puede ser y no ser, lo que puede llegar a ser27. El itinerario está fundado en la realidad tal y como es, tal y como la percibimos ahora28. La determinación de lo real, del mundo ontológico, es aquella que se hace realidad en su recorrido, en su concreción de dibujar un mapa, señalizar una ruta, en el que se nos permite marcar una distancia y un tiempo.

El mundo de las cosas en un itinerario se convierte en ontología, en la medida en que es accesible en su recorrido. La analítica existencial no ha dejado de parar desde que la Filosofía es Filosofía. Por tanto, la esencia de existir, la encontramos en el itinere. Todo acceso a los entes comienza por nosotros mismos, se funda ontológicamente en el itinere del ser-aquí-ahora. El itinere tiene la constitución del ser de la mundanidad, del ente intramundano.

La Historia de la Filosofía ha dado muestras de las controversias entre lo real y lo ideal, entre el realismo y el idealismo. A esta circunstancia se enfrenta la itineraridad empezando por reconocer la complejidad que encierra el itinere tanto para la condición idealista por un lado, como para una consideración desde el realismo. Se hace compleja la propia demostrabilidad del mundo de las cosas. Dicha dificultad, el Itinerario Filosófico la supera a partir de la constatación del propio movimiento. La demostrabilidad del mundo de las cosas sólo nos cabe recorrerla, es la itineraridad existencial básica. En el Itinerario Filosófico sólo nos cabe preguntarnos si la realidad la podemos andar, si la podemos recorrer, ¿la realidad se puede itinerar? Si las respuestas son afirmativas, entonces podemos decir que la realidad tiene movimiento, y por tanto, es objeto ontológico por sí mima. En cuanto al idealismo nos cabe la misma pregunta de si las ideas pueden leerse, las podemos interpretar, se pueden recorrer, tienen un espacio y un tiempo, ¿una ideología se puede itinerar? Si la respuesta es afirmativa, podemos decir que el idealismo tiene movimiento y por tanto, es objeto ontológico por sí mismo. Después de todo, si las respuestas son afirmativas significa que el itinerario es posible tanto en lo ideológico como en la realidad, tanto en lo cognoscible como en lo empírico.

No hay necesidad de pruebas irrefutables, de modelos empíricos complejos. El itinerario crea el fenómeno de la realidad, y en ese itinerario se van recorriendo otros posibles. El itinerario es componente idealista desde la propia fenomenología que va recorriendo otros posibles itinerarios ideales. Desde el idealismo al realismo y vuelta a empezar desde la existencia ontológica del sujeto que itinera en lo físico y en lo consciente. Heidegger29 lo ve como un problema, además de como una carencia ontológica en el planteamiento. Él lo llama el “escándalo de la filosofía”. Sin embargo, nuestra fundamentación no nos lleva a plantear la pregunta sino a proponer recorrer nuevamente la Filosofía, realizar el Itinerario Filosófico preciso de physis, del mundo que se encuentra en movimiento, el cambio y la trasnformación, el itinere. De lo que se trata, obedece a la superación de la pregunta por la existencia.

En nuestra investigación se advierte expresamente que hacemos el mundo en el movimiento que nos determina, que nos proyecta y proyectamos. Lo que llena de contenido precisamente mi conciencia es el mundo, es el que me invita a recorrer lo geológico, lo botánico o aquello que pertenece a lo cultural, político o histórico. El mundo es el condicionante fundamental de la toma de conciencia de algo, el ser-aquí-ahora es consciente de su existencia en cuanto que está determinado por un tiempo y un espacio al que pertenece ese mundo, physis. La percepción de éste es posible gracias a las cosas que se me muestran y me afectan como itinere, no como idealidades supuestas. La representación será identificación y nombre de las cosas que hay por itinerar. El itinerario de physis, por tanto, determina el itinerario de la Filosofía. Sin embargo, cada uno de manera implícita sigue sus propios recorridos, el de la Filosofía por recorrer los pasos del conocimiento, de la itineraridad del entendimiento. Pero sólo es eso, un recorrido que hay que recorrer: la itineraridad. Hemos comenzado con la mundanidad correspondiente a un mundo y hemos dado paso a la condición de itineraridad que corresponde al itinere.

No hay objeción al idealismo ni tampoco al realismo, no hay en estas líneas ni refutación ni aprobación porque como tal, hacen cada uno su propio itinerario. Lo importante es dejar-se llevar por el movimiento. No dar ni quitar razones. Por eso, al margen de escepticismos, de confusiones o dificultades propias de fundar un Itinerario Filosófico, lo que sí es cierto, es que el itinerario fácticamente se recorre en el itinere. Bien es cierto que el conducirse en el mundo exterior nos puede llevar a modelos diferentes a cómo pueda conducirse un mundo interior. La demostración podrá variar algo, pero no en lo fundamental, el itinere de un Itinerario Filosófico lleva implícito un mapa, un tiempo y un espacio, unos lugares de interés, unas coordenadas y su dificultad.

Ha quedado demostrado que la realidad no es un problema sino algo que hay que recorrer; también hemos demostrado que la realidad y el idealismo se pueden complementar desde la itineraridad. El itinere es nuestro mundo de physis que se encuentra en movimiento, y por tanto, no lo confundimos con el devenir de Heráclito en cuanto que todo fluye, nada permanece30, por cuanto somos testigos del movimiento, protagonistas del devenir al encontramos en movimiento, éste lo distinguimos del tiempo. Advertimos la facilidad que hay y ha habido por vincular el movimiento con sus elementos circunstanciales: tiempo, espacio, itinere.



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