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Por el acuerdo con Pompeyo, la provincia de Cilicia fue ampliada y algunas
ciudades griegas arruinadas revivieron (Ap. Mit. 115. 561-562), incluida Soli,
llamada ahora Pompeyópolis. En Bitinia, se permitió a las ciudades griegas
administrar territorios; en el Ponto, ahora parte de la provincia de Bitinia, esto
significó el desmantelamiento de las gobernaciones de distrito. El gobierno local se
había convertido en el eje del poder romano en las provincia, aunque era una
democracia sólo nominal puesto que los consejos ciudadanos (boulai) eran
designados mediante la nominación por magistrados superiores. El pago del tributo
no fue impuesto sino sobre los dinastas locales del Ponto, Siria y Judea, pero la
recaudación de impuestos se hizo menos abusiva.
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Una nueva reorganización de
Judea tuvo lugar unos pocos años después bajo el gobernador Gabinio, después de
una reanudación de la guerra civil. El sumo sacerdote fue despojado de la autoridad
política y, como en otras partes, las ciudades se convirtieron en piezas del gobierno
regional romano (Jos. AJ 14. 91, GJ 1. 170).
LA CULMINACIÓN DE LA HEGEMONÍA ROMANA
A partir de 86 Atenas fue una vez más una aliada de Roma, y permaneció
oficialmente libre durante cincuenta y nueve años más. Hubo una interrupción formal
breve cuando el tribuno romano Clodio (no el senado romano) recompensó al cónsul
Piso con una provincia que por primera vez incluía al Ática; esto equivalía a
declararla territorio soberano de los romanos, y el propósito era hacer más fácil a los
acreedores itálicos poner pleitos a las ciudades griegas. La violación de la
independencia no sobrevivió al mando de Piso (58-55).
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Los efectos adversos de la
paz de Sila en las ciudades de Asia habrían sido también sentidos en Grecia, y
podrían explicar la cancelación en 58 de los impuestos establecidos por Sila en
Delos.
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En el oriente los romanos sufrieron una humillación en 53 a manos de los
partos, cuando el veterano estadista Craso fue muerto; la derrota detuvo el avance
oriental del poder romano durante generaciones, y llevó a la invasión parta de Siria
en 51. Grecia fue uno de los campos de batalla de las guerras civiles, donde Pompeyo
fue derrotado por César en Farsalia en 48. Unas pocas semanas después Pompeyo fue
asesinado en Alejandría; César lo siguió hasta allí, y se vio envuelto en la política
dinástica egipcia y retenido en Alejandría por unos meses. En esta época se
desarrolló su relación con Cleopatra VII; el hijo de ambos Ptolomeo César
(«Cesarión») nació después de su partida. En 47 hizo campaña en Asia, derrotando a
Farnaces del Ponto en Zela, y volvió a Italia, donde fue asesinado en 44.
En el espacio de diez años Atenas fue gobernada por Pompeyo, Julio César
(48-44), Bruto (44-43) y Antonio. No es claro si interfirieron con la constitución, el
evidente amor de Antonio por Atenas no es prueba de que no modificara la
democracia nominal. Como en las épocas anteriores y posteriores a Sila, la polis
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estaba dominada por familias ricas; los principales sacerdotes, los arcontes epónimos
y otros magistrados principales estaban emparentados entre sí. En la década de 40 el
consejo del Areópago siguió siendo un centro de poder clave.
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Con su victoria en Actium (31), Octavio se convirtió en el dueño del mundo
romano oriental. Hizo morir a Casio, uno de los asesinos de César, en Atenas,
desafiando la sagrada costumbre griega, puesto que el hombre había buscado asilo
allí.
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La libertad oficial de Atenas llegó a su fin cuando se creó la provincia de
Acaya en 27; comprendía la mayor parte de Grecia continental, que hasta ahora no
había sido formalmente una provincia. Como César Augusto, Octaviano convirtió en
provincias a Galacia (25 a.C.) y a Judea (6 a.C). Los últimos fragmentos del Asia
Menor griega fueron absorbidos bajo sus sucesores.
Los efectos del dominio romano
Cada vez más itálicos hicieron de Atenas su patria a finales del siglo II y el I.
Aunque algunos eran negociantes explotadores, muchos sin duda admiraban
genuinamente las antigüedades y el legado cultural griegos. Grecia se convirtió casi
en el equivalente del Grand Tour del siglo XVIII. Después de la toma de Atenas por
Sila, Filón y otros filósofos volvieron a la ciudad. Cicerón se emocionó
profundamente al visitar por primera vez Atenas. Menciona los gymnasia y la vida
académica atenienses en su diálogo Definibus (5. 1), donde su sobrino Lucio queda
especialmente impresionado por la exedra (aquí básicamente una especie de sala de
conferencias), donde había enseñado Carneades y comenta que: «No hay fin para
esto en Atenas; doquiera que pongamos el pie, tropezamos con un trozo de historia».
Como Sila en 84, Cicerón trató de ser iniciado en los misterios eleusinos, y pasó dos
años estudiando filosofía y retórica en Atenas y Rodas; hizo el esfuerzo de celebrar
los misterios otra vez cuando tuvo la oportunidad treinta años después.
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Por otra parte, la ciudad de Atenas estaba endeudada, como las de Asia, y se
apoyaba en Ático y en otros hombre ricos para obtener donaciones de dinero, como
las del amigo de Cicerón, Tito Pomponio, apodado Ático («Ateniense») en el 50 a.C.
(Cic. Cartas a Ático, 6. 6. 2). El saqueo del procónsul Verres, más tarde procesado
por Cicerón, significó el traslado de todo el oro que quedaba en el Partenón (Cic.
Verrine Orationes, 2. 1. 44-45; 2. 4. 71). Durante más
de dos siglos,
los reyes griegos
habían pagado los grandes proyectos que la ciudad ya no podía permitirse, pero
quedaban pocos reyes. Á mediados del siglo II, la Stoa Media había sido una
donación real; a finales del siglo II Ptolomeo IV, Mitrídates V, Mitrídates VI el
Grande y Juan Hircano de Jerusalén hicieron donativos. A inicios del siglo I
Ariobarzanes II de Capadocia hizo una contribución para el nuevo Odeón y fue
honrado por los atenienses (Vitrub. 5. 9. 1; IG ii2 3426-3427), pero de allí en
adelante fueron principalmente los aristócratas y generales romanos los que
rivalizaron entre sí por este tipo de generosidad.
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Pompeyo en 62 (Plutarco,
Pompeyo, 27. 3), y Julio César y Apio Claudio Pulcro aproximadamente una década
después (Cic. Át. 6. 1. 25), dieron enormes sumas para los nuevos edificios. Buena
parte del monumental pórtico de Apio al santuario de Eleusis todavía es visible,
como lo es su nombre en una inscripción del arquitrabe. El donativo de César fue
utilizado para una nueva agora o fórum, completada por Augusto.
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