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- LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO



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10 - LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO


Para la liberación hay que salir del tiempo hacia la eternidad, y esto se logra por obediencia y docilidad a la eterna Naturaleza de las Cosas. Se nos dio el libre albe-drío para que por la voluntad eliminemos nuestra obsti­nación, y así lleguemos a un continuo vivir en "estado de gracia". Todas nuestras acciones deben dirigirse, en últi­mo término, a hacernos pasivos respecto a la actividad y el ser de la Realidad divina. Somos, por así decirlo, arpas eolias, dotadas de la facultad de exponerse al viento del Espíritu o de cerrarse a su embate.
El Espíritu del Valle nunca muere.

Llámanle la Hembra Misteriosa.

Y el umbral de la Hembra Misteriosa

es la base de donde surgen el Cielo y la Tierra.

Está ahí, dentro de nosotros, todo el tiempo.

Extrae de ella tanto como quieras; jamás se agota.



Lao Tse

En toda exposición de la Filosofía Perenne, el alma humana es considerada femenina con respecto a la Divi­nidad, el Dios personal y aun el Orden de la Naturaleza. La húbris, que es el pecado original, consiste en conside­rar al yo personal como confiadamente masculino con respecto al interno Espíritu y a la externa Naturaleza, y en actuar en consecuencia.

San Pablo trazó una útilísima y luminosa distinción entre la psyché y el pneûma. Pero esta última palabra no consiguió nunca hacerse popular, y el término psyché, incurablemente ambiguo, vino a usarse para designar indiferentemente la conciencia personal y el espíritu. Y ¿por qué, en la Iglesia occidental, dieron los escritores devotos en hablar de la humana anima (que para los romanos significaba el alma inferior, animal) en vez de emplear la palabra tradicionalmente reservada al alma racional, esto es, animus? La respuesta, según sospecho, es que estaban muy ansiosos de subrayar por todos los medios en su poder la feminidad esencial del espíritu humano en sus relaciones con Dios. Pneúma, que es gramaticalmente neutro, y animus, que es masculino, se consideraron menos adecuados que anima y psyché. Considerad este ejemplo concreto: dada la estructura del griego y el latín, habría sido muy difícil, para los que hablaban estas lenguas, identificar algo que no fuera un alma gramaticalmente femenina con la heroína del Can­tar de los Cantares —figura alegórica que, por largas centurias, representó el mismo papel, en el pensar y sentir cristianos, que las Gopis en la teología y devoción de los hindúes.

Toma nota de esta verdad fundamental. Todo lo que obra en la naturaleza y la criatura, excepto el pecado, es operación de Dios en la naturaleza y la criatura. La criatura no tiene en su poder sino el libre uso de su voluntad y su libre albedrío no tiene otro poder que el de concurrir con la operación de Dios en la naturaleza, o resistirse a ella. La criatura, con su libre albedrío, no puede traer nada a la existencia, ni hacer ninguna alteración en la operación de la naturaleza; sólo puede cambiar su propio estado o lugar en la operación de la naturaleza, y así sentir o hallar algo en su estado que no sentía o hallaba antes.



William Law
Definida en términos psicológicos, la gracia es algo que nos ayuda, distinto de nuestro yo personal consciente de sí mismo. Tenemos experiencia de tres clases de ayuda: gracia animal, gracia humana y gracia espiritual. La gra­cia animal viene cuando vivimos en pleno acuerdo con nuestra propia naturaleza en el plano biológico —no dañando nuestro cuerpo con excesos, ni estorbando el funcionamiento de nuestra interna inteligencia animal con ansias y aversiones conscientes, sino viviendo saludablemente y abriéndonos a la "virtud del sol y el espíritu del aire". La recompensa de estar así en armonía con el Tao o el Logos en sus aspectos físico y fisiológico es una sensación de bienestar, un advertimiento de que la vida es buena, no por razón alguna, sino solamente por ser vida. No hay caso cuando nos hallamos en la condi­ción de gracia animal, de propter vitam vivendi perdere causas; pues en este estado no hay distinción entre las razones de vivir y la vida misma. La vida, como la virtud, es entonces su propia recompensa. Pero, por supuesto, la plenitud de la gracia animal está reservada a los anima­les. La naturaleza del hombre es tal que éste debe llevar una vida consciente de sí misma en el tiempo, no en una beata eternidad subracional al lado de acá del bien y del mal. En consecuencia, la gracia animal es algo que cono­ce sólo espasmódicamente en poco frecuentes vacacio­nes de la conciencia de sí mismo, o como acompaña­miento de otros estados, en que la vida no es su propia recompensa, sino que ha de ser vivida por una razón externa a ella.

La gracia humana nos viene de personas o de grupos sociales, o de nuestros propios deseos, esperanzas e ima­ginaciones, proyectados fuera de nosotros y de algún modo persistentes, en el medio psíquico, en el estado de lo que podría llamarse objetividad de segunda mano. Todos hemos tenido experiencia de los diferentes tipos de gracia humana. Hay, por ejemplo, la gracia que, durante la infancia, viene de la madre, el padre, el ama o el maestro querido. En una etapa posterior experimentamos la gracia de los amigos; la gracia de hombres y mujeres moralmente mejores y más prudentes que nosotros; la gracia del gurú o director espiritual. Luego hay la gracia que nos viene a causa de nuestro afecto a la patria, partido, Iglesia u otra organización social —una gracia que ha ayudado aun a los individuos más débiles y tímidos a realizar cosas que, sin ella, habrían sido imposi­bles. Y finalmente hay la gracia que obtenemos de nues­tros ideales, sean altos o bajos, concebidos en términos abstractos o incorporados en personificaciones imagina­rias. A este último tipo pertenecerían, al parecer, muchas de las gracias experimentadas por los piadosos fieles de las diversas religiones. Podemos pensar que, a menudo, la ayuda recibida por los que devotamente adoran o ruegan a algún santo, deidad o Avatar personal, no es una gracia genuinamente espiritual, sino una gracia hu­mana, que vuelve al adorador del vórtice de fuerza psí­quica creado por repetidos actos (suyos y ajenos) de fe, anhelo e imaginación.

La gracia espiritual no puede ser recibida continuamen­te ni en su plenitud, salvo por aquellos que mediante la voluntad han eliminado su obstinación hasta el punto de poder decir con verdad: "No yo, sino Dios en mí." Existen, sin embargo, pocas personas tan irremediablemente autocondenadas a prisión dentro de su propia personali­dad, que sean totalmente incapaces de recibir las gracias que de momento en momento son ofrecidas a toda alma. Espasmódicamente la mayoría de nosotros conseguimos olvidar, aunque sólo sea parcialmente, nuestra preocupa­ción por el "yo", "mi", "mío", y así llegamos a ser capaces de recibir, aunque sólo sea parcialmente, las gracias que, en aquel momento, nos son ofrecidas.

La gracia espiritual tiene su origen en la divina Base de todo ser, y es concedida con el propósito de ayudar al hombre a conseguir su finalidad última, que es su regreso, del tiempo y del yo, a esa Base. Se parece a la gracia animal en proceder de una fuente completamente otra que nuestros yos humanos conscientes de sí mismos; en el hecho, es lo mismo que la gracia animal, pero se manifiesta en un nivel más alto de la ascendente espiral que conduce de la materia a la Divinidad. En cualquier caso dado, la gracia humana puede ser totalmente buena, en cuanto ayuda al receptor en la tarea de alcanzar el conocimiento unitivo de Dios; pero, a causa de su origen en el yo individualizado, siempre es un poco sospechosa, y en muchos casos, por supuesto, la ayuda que da está dirigida al logro de fines muy diferentes del verdadero fin de nuestra existencia.

Toda la bondad que tenemos es prestada y Dios la tiene por propia obra; Dios y su obra es Dios.

San Juan de la Cruz

La inspiración perpetua es tan necesaria a la vida de bondad, santidad y felicidad como la perpetua respira­ción es necesaria a la vida animal.

William Law

Recíprocamente, por supuesto, la vida de bondad, san­tidad y beatitud es una condición necesaria de la inspira­ción perpetua. Las relaciones entre acción y contempla­ción, ética y espiritualidad, son circulares y recíprocas. Cada una es a la vez causa y efecto.

Fue al declinar el Gran Camino cuando surgieron la bondad y la moralidad humanas.

Lao Tse
Los verbos chinos carecen de tiempos. Esta afirmación respecto a un hipotético acontecimiento histórico se refiere a la vez al presente y al futuro. Significa simplemente que, con el surgir de la conciencia de sí mismo, la gracia animal no es ya suficiente para la conducta de la vida y ha de ser comple­tada con elecciones conscientes y premeditadas entre el bien y el mal —elecciones que han de hacerse a la luz de un código ético claramente formulado. Pero, como los sabios taoístas no se cansan de repetir, los códigos éticos y eleccio­nes deliberadas hechos por la voluntad superficial son sólo lo mejor en un segundo lugar. La voluntad individualizada y la inteligencia superficial han de usarse con el propósito de recobrar la vieja relación animal con el Tao, pero en un plano más elevado, espiritual. La meta es una inspiración perpetua procedente de fuentes situadas allende el yo per­sonal; los medios son la bondad y la moralidad humanas, que conducen a la caridad, que es conocimiento unitivo del Tao, a la vez Base y Logos.

Señor, dísteme mi ser de tal naturaleza, que conti­nuamente puede aumentar su capacidad de recibir Tu gracia y Tu bondad. Y este poder, que tengo de Ti, en el que tengo una imagen viva de Tu omnipotencia, es el libre albedrío. Por él puedo ensanchar o restringir mi capacidad para Tu gracia.



Nicolás de Cusa

Shun interrogó a Ch'eng diciendo: —¿Puede uno alcanzar el Tao de modo que lo tenga para sí?

—Tu mismo cuerpo —respondió Ch'eng— no es tuyo. ¿Por qué lo sería el Tao?

—Si mi cuerpo —dijo Shun— no es mío, dime: ¿de quién es?

—Es la delegada imagen de Dios —contestó Ch'eng—. Tu vida no es tuya. Es la delegada armonía de Dios. Tu individualidad no es tuya. Es la delegada adaptabilidad de Dios. Tu posteridad no es tuya. Es delegado botín de Dios. Te mueves, pero no sabes cómo. Estás en reposo, pero no sabes cómo. Gustas, pero no sabes la causa. Éstas son operaciones de las leyes de Dios. ¿Cómo, pues, alcanzarías el Tao de modo que lo tuvieras para ti?

Chuang Tse


Está en mi facultad el servir a Dios o no servirle. Sirviéndole aumento mi propio bien y el bien de todo el mundo. No sirviéndole, renuncio a mi propio bien y privo al mundo de ese bien que yo podía crear.

León Tolstoi

Dios no te privó de la operación de su amor, pero tú le privaste de tu cooperación. Dios no te habría recha­zado nunca, si tú no hubieras rechazado su amor. ¡Oh buenísimo Dios, tú no abandonas de no ser abandona­do, tú no apartas tus dones hasta que nosotros aparta­mos nuestro corazón!

San Francisco de Sales

Ch'ing, el maestro carpintero, tallaba madera desti­nada a un sostén para instrumentos músicos. Cuando estuvo terminada, la obra apareció, a todos los que la vieron, como de ejecución sobrenatural y el príncipe de Lu lo interrogó diciendo: —¿Qué misterio hay en tu arte?

—Ningún misterio, Alteza —replicó Ch'ing—. Y sin embargo hay algo. Cuando me dispongo a hacer tal sostén, guardóme de toda disminución de mi poder vital. Primero reduzco mi mente a una quietud absolu­ta. Tres días en esta condición, y me olvido de toda recompensa que pueda ganarse. Cinco días, y me olvi­do de toda fama que pueda adquirirse. Siete días, y pierdo conciencia de mis cuatro extremidades y de mi estructura física. Luego, sin ningún pensamiento de la Corte en mi mente, mi destreza se concentra, y han desaparecido todos los elementos perturbadores de fuera. Entro en algún bosque de montaña, busco un árbol apropiado. Contiene la forma requerida, que después es elaborada. Veo el sostén en mi mente y me pongo a la obra. Fuera de esto, no hay nada. Pongo mi capacidad natural en relación con la de la madera. Lo que se creía ser la ejecución sobrenatural en mi trabajo era debido solamente a esto.

Chuang Tse

La inspiración del artista puede ser una gracia humana o espiritual, o una mezcla de ambas. Una elevada realiza­ción artística es imposible sin, por lo menos, las formas de mortificación intelectual, emotiva y física apropiadas a la clase de arte que se practica. Además y por encima de esta mortificación, que podríamos llamar profesional, al­gunos artistas han practicado la clase de anonadamiento de sí mismos que es la precondición indispensable del conocimiento unitivo de la Base divina. Fra Angélico, por ejemplo, se preparaba para su trabajo por medio de la oración y la meditación; y por la precedente cita de Chuang Tse vemos cuan esencialmente religioso (y no meramente profesional) era el modo como el artífice taoísta abordaba su arte.

Aquí podemos observar de pasada que la mecaniza­ción es incompatible con la inspiración. El artesano podía hacer, y a menudo hacía, un trabajo completamente malo. Pero si, como Ch'ing, el maestro carpintero, estima­ba su arte y estaba dispuesto a todo lo necesario para hacerse dócil a la inspiración, su trabajo podía ser, y a veces era, tan bueno que parecía "como de ejecución sobrenatural". Entre las muchas y enormes ventajas de una eficaz maquinaria automática, hay esta: es completa­mente a prueba de tontos; pero, precisamente por ser a prueba de tontos, es también a prueba de gracia. El hombre que atiende tal máquina es impenetrable a toda forma de inspiración estética, sea de origen humano o genuinamente espiritual. "La industria sin arte es brutali­dad." Pero, en el hecho, Ruskin calumnia a los brutos. El industrioso pájaro o insecto está inspirado, cuando traba­ja, por la infalible gracia animal del instinto —por el Tao según se manifiesta en el plano inmediatamente superior al fisiológico. El obrero industrial, junto a su máquina a prueba de tontos y de gracia, hace su trabajo en un universo, hecho por los hombres, de puntuales autóma­tas; un universo que se halla enteramente fuera de la esfera del Tao en cualquier nivel, animal, humano o espiritual.

En este aspecto podemos mencionar esas súbitas teofanías que son a veces otorgadas a niños y a veces a adultos, que pueden ser poetas o mercenarios, doctos o ingenuos, pero que tienen en común el no haber hecho nada para prepararse para lo que les ha sucedido. Estas gracias gratuitas, que han inspirado mucho arte literario y pictórico, alguno espléndido y alguno (cuando la inspira­ción no se vio secundada por el talento nato) patética­mente inadecuado, parece en general pertenecer a una u otra de dos clases principales: súbita y hondamente im­presionante percepción de la Realidad final como Amor, Luz y Beatitud, y una no menos impresionante percep­ción de la misma como un Poder oscuro, pavoroso e inescrutable. En memorables formas, Wordsworth ha re­gistrado su experiencia de ambos aspectos de la divina Base.

Hubo un tiempo en que río, bosque y prado,

la tierra y lo que en ella se veía,

todo me parecía

de celestial luz ataviado.

Y así sucesivamente. Pero no era ésta la única visión.
Con vigor

el remo hundía en el callado lago

y, al elevarme en la remada, el bote

surcaba el agua como un cisne;

luego, tras el rugoso acantilado, límite

de la vista hasta entonces, un enorme

picacho negro, al parecer infuso

de fuerza voluntaria, su tremenda

cabeza levantó. Y mientras remaba,

remaba yo, creciendo todavía

aquella horrenda, torva forma erguíase

entre mí y las estrellas...

Mas después de haber visto espectáculo tal, por

muchos días

envolvió mi cerebro un indeciso,

nebuloso sentimiento de ignotos

modos de ser; sobre mis pensamientos

cerníase una oscuridad, llamadla

vacuo abandono, soledad.
Es significativo que las mentes primitivas parezcan haberse mostrado principalmente receptivas para con este segundo aspecto de la Realidad. El formidable Dios a quien Job se somete finalmente es un "ignoto modo de Ser", cuyas creaciones más características son Behemot y Leviatán. Es la clase de Dios que reclama, según la frase de Kierkegaard, "teleológicas suspensiones de la moralidad", principalmente en forma de sacrificios de sangre, hasta sacrificios humanos. La diosa hindú, Kali, en sus aspectos más terribles, es otra manifestación del mismo ignoto modo de Ser. Y por muchos salvajes con­temporáneos la Base Subyacente es aprehendida y teo­lógicamente racionalizada como puro Poder no mitiga­do, que ha de ser aplacadoramente adorado y, si es posible, dirigido a usos provechosos por medio de una magia compulsiva.

Considerar a Dios como mero Poder, y no, a la vez, como Poder, Amor y Sabiduría, es ocurrencia natural en la mente humana ordinaria, no regenerada. Sólo los totalmente desapegados de su yo están en condiciones de saber experimentalmente que, a pesar de todo, "todo estará bien" y, de algún modo, ya todo está bien. "El filósofo que niega la divina providencia —dice Rumi— es un extraño a la percepción de los santos." Sólo aquellos que tienen la percepción de los santos pueden saber durante todo el tiempo y por experiencia inmediata que la divina Realidad se manifiesta como un Poder que es amante, compasivo y sabio. El resto de nosotros no nos hallamos todavía en posición espiritual de hacer más que aceptar a crédito sus conclusiones. Si no fuera por los testimonios que ellos han dejado, nos inclinaríamos más a estar de acuerdo con Job y los primitivos.

Las inspiraciones nos previenen, y aun antes de que se piense en ellas se hacen sentir; mas, después de sentidas, depende de nosotros el consentir en ellas, para secundarlas y sentir su atracción, o el disentir y rechazarlas. Se hacen sentir sin nosotros, pero no pue­den hacernos consentir sin nosotros.

San Francisco de Sales

Nuestro libre albedrío puede estorbar el curso de la inspiración, y cuando el favorable vendaval de la gracia de Dios hincha las velas de nuestra alma, po­demos negarnos a consentir y por ende estorbar el efecto del favor del viento; pero, cuando nuestro espí­ritu navega y viaja prósperamente, no hacemos noso­tros que el vendaval de la inspiración sople para nosotros, ni tampoco que nuestras velas se hinchen con él, ni damos movimiento al navio de nuestro corazón, sino que simplemente recibimos el vendaval, consentimos en su emoción y dejamos que nuestro navio navegue a su favor, no estorbándolo con nues­tra resistencia.

San Francisco de Sales
La gracia es necesaria para la salvación, y el libre albedrío igualmente —pero la gracia para darla, y el libre albedrío para recibirla. Por lo tanto, no debería­mos atribuir parte de la buena obra a la gracia y parte al libre albedrío; es realizada en su totalidad por la común e inseparable acción de ambos, totalmente por la gracia, totalmente por el libre albedrío, pero brotan­do de la primera hacia el segundo.

San Bernardo

San Bernardo distingue entre voluntas communis y voluntas propria. Voluntas communis es común en dos sentidos; es la voluntad de compartir y es la voluntad común al hombre y a Dios. Para fines prácticos es equiva­lente a la caridad. Voluntas propria es la voluntad de obtener y retener para sí, y es la raíz de todo pecado. En su aspecto cognoscitivo, voluntas propria es lo mismo que sensum proprium, que es la propia opinión, acariciada porque es propia y, por lo tanto, siempre moralmente errónea, aunque pueda ser teóricamente correcta.

Dos estudiantes de la Universidad de París fueron a visitar a Ruysbroeck y le pidieron que les dijera una breve frase o divisa que pudiera servirles como regla de vida.

Vos estis tam sancti sicut vultis, contestó Ruysbroeck. "Sois tan santos como queráis."

Dios está obligado a obrar, a verterse en ti, en cuan­to te encuentre dispuesto.



Eckhart

La voluntad es lo que tiene todo el poder; hace el cielo y hace el infierno; pues no hay infierno sino donde la voluntad de la criatura se aparta de Dios, ni hay cielo sino donde la voluntad de la criatura obra con Dios.


William Law
¡Hombre, considérate a ti mismo! Hete ahí en la ansiosa, perpetua lucha del bien y del mal; toda la naturaleza está trabajando constantemente para pro­ducir la gran redención; toda la creación sufre y se agita en dolores de parto para libertarse de la vanidad del tiempo; y ¿estarás tú dormido? Todo lo que oyes o ves no te dice nada, no te muestra nada sino lo que la eterna luz o la eterna tiniebla ha producido pues, como el día y la noche se reparten la totalidad de nuestro tiempo, así el cielo y el infierno se reparten nuestros pensamientos, palabras y actos. Muévete como quie­ras, haz o proponte lo que quieras, debes ser agente del uno o del otro. No puedes permanecer quieto porque vives en el perpetuo obrar de la naturaleza temporal y eterna, si no actúas con el bien, el mal que hay en la naturaleza te arrastra consigo. Tienes la altura y la profundidad de la eternidad en ti y, por tanto, cualquier cosa que hagas, sea en el gabinete, el campo, la tienda o la iglesia, estas sembrando lo que crece y debe cosecharse en la eternidad.

William Law

Dios espera una sola cosa de ti: que salgas de ti mismo en cuanto eres un ser creado y dejes a Dios ser Dios en ti.



Eckhart
Para los que se gozan en especulaciones teológicas basadas en textos de Escrituras y postulados dogmáticos, existen millares de páginas de controversia católica y protestante sobre la gracia, las obras, la fe y la justifica­ción. Y para estudiantes de religión comparada existen doctos comentarios sobre el Bhagavad Gita, las obras de Ramanuja y los posteriores vaishnavitas, cuya doctrina de la gracia tiene sorprendente parecido con la de Lutero; hay historias del budismo que debidamente siguen el desarrollo de esa religión desde la doctrina hinayánica de que la salvación es fruto de esforzada ayuda de sí mismo hasta la doctrina mahayánica de que no puede lograrse sin la gracia del Buda Primordial, cuya interna conciencia y "gran corazón compasivo" constituyen la eterna Talidad de las cosas. Para el resto de nosotros, paréceme que las precedentes citas de escritores comprendidos dentro de la tradición cristiana y de los primeros taoístas proporcionan una exposición adecuada de los hechos observables de la gracia y la inspiración y su relación con los hechos obser­vables del libre albedrío.

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