Medstar II: Curandera Jedi Michael Reaves y Steve Perry Versión 1



Yüklə 0,81 Mb.
səhifə7/39
tarix21.06.2018
ölçüsü0,81 Mb.
#50502
1   2   3   4   5   6   7   8   9   10   ...   39

7


La cantina estaba repleta, pues era uno de esos pocos momentos en que los cielos plagados de esporas no estaban llenos de aeroambulancias, llenas a su vez los soldados clon heridos. En la mesa de siempre estaban Den Dhur, Klo Merit, Tolk la Trene, Jos Vondar, I-Cinco y Barriss Offee. Solían reunirse para las dos partidas semanales de sabacc. De vez en cuando se les unían otros como Leemoth, pero casi siempre eran los mismos seis. El juego era una forma de relajarse, un reconstituyente para la siguiente carnicería de sangre y dolor. No podían olvidarse de la guerra, pero durante una hora o dos no sería la principal prioridad en sus mentes.

El aire acondicionado funcionaba bastante bien, lo cual resultaba muy inusual. Los filtros de las unidades de refrigeración eran especialmente sensibles a la plaga de las esporas y, como todos los Uquemer de Drongar tenían el mismo problema, las piezas de recambio eran un bien muy codiciado. Aunque las esporas no podían penetrar con el campo de fuerza encendido, solían colarse con las naves que entraban y salían del campamento, sin olvidar a la flora y la fauna local que ya estaba allí al instalarse la cúpula. Por tanto, la mayor parte del tiempo, las salas con ambiente fresco, limpio y seco solían escasear y estar muy distantes entre sí.

La cantina acababa de adquirir otros lujos además del frescor celestial, ya fuera por un envío accidental o por los esfuerzos del nuevo oficial de suministro, un twi'leko llamado Nars Dojah. Uno de los lujos era un juego de dejarik, con generador de holocriaturas incluido, con el que en ese momento jugaban dos enfermeras humanas. Otro lujo era una autonevera para bebidas. Pero lo más impresionante era un flamante androide camarera TDL-501 unimonitor, al que Den apodó inmediatamente Teedle, y que avanzaba diligentemente sobre su rueda por la repleta estancia, haciendo equilibrios con las bandejas de bebidas.

Teedle se detuvo en seco frente a la mesa de sabacc y colocó las bebidas de Jos, Tolk, Klo y Den.

—Una fresca de Coruscant, un matabanthas, una cerveza alderaaniana y un whisky johriano —dijo expeditiva—. Diecisiete créditos, chicos.

Den hizo un gesto para que se alejara.

—Ponlo en la cuenta.

—¿La cuenta de quién, cariño? La tuya ya es tan elevada que casi ha entrado en órbita —un pop estático acompañó cada frase; sonaba casi como el chasquido de un chicle.

Den se giró lentamente y miró a Teedle.

—¿Disculpa?

Teedle señaló a la barra con un pulgar de duracero.

—Mohris dice que ya no puede fiarte más. Así que o pagas o la próxima vez te traes a alguien de fiar.

Jos vio que a los demás parroquianos de la mesa, exceptuando a I-Cinco, les costaba tanto aguantarse la risa como a él.

—Entonces ponlo en mi cuenta —dijo a Teedle—. Esta noche le invito yo.

—Entendido, capitán —respondió la androide camarera, y se alejó rápidamente.

Den la miró resentido mientras se alejaba.

—Gracias —dijo a Jos—. Es difícil programar un alma caritativa en estos tiempos que corren.

Jos estaba a punto de responder cuando se dio cuenta de que I-Cinco se había ido detrás de Teedle. Los demás también se dieron cuenta.

—¿Algún problema, I-Cinco? —preguntó Klo Merit.

—Es preciosa —dijo I-Cinco con adoración.

Todos se lo quedaron mirando. Jos dejó el vaso sobre la mesa con tanta fuerza que salpicó en el plato de patatas fritas.

—I-Cinco… ¿estás diciendo que te atrae Teedle?

El androide siguió mirando a Teedle, y luego, de repente, pasó a concentrarse en sus cartas.

—No —dijo alegremente. Alzó la vista, y Jos hubiera jurado que sus rasgos inmóviles se habían contraído para generar una mueca astuta—. ¿Pero a que casi os engaño?

Los otros se echaron a reír. Jos sonrió.

—Maldito cacharro bañado en cromo… debería…

—Deberías callarte y jugar —le interrumpió Tolk de buen humor, mirando alrededor—. ¿Dónde está el Tiburón Crupier?

El otro nuevo androide de la cantina, y Jos seguía sin estar seguro de si era una mejora, era un crupier automático de sabacc, un Tiburón Crupier RH7-D. Era una versión móvil de menor tamaño de un autómata de gran casino que bajó flotando del techo para detenerse sobre la mesa gracias a sus retropropulsores. Barajó las cartas con movimiento veloz, y las puso sobre la mesa.

—Corte —dijo a Jos con su áspera voz electrónica.

Jos cortó las cartas sin hacer ver lo mucho que le desagradaba el tono del androide. El Tiburón Crupier repartió dos rondas con sus apéndices manipuladores.

—Estándar de Bespin —anunció—. Primera ronda. Hagan sus apuestas, caballeros.

Oye —le replicó Tolk, alzando la vista para mirarle—. Límpiate los fotorecptores y vuelve a intentarlo.

Disculpe, señora —dijo el Tiburón Crupier con decisión—. Apuestas, por favor, distinguidos seres.

—Tampoco ha mejorado mucho —gruñó Tolk mientras miraba sus cartas. Habían estado hablando del último fichaje del equipo de cirugía.

—El problema del nuevo ha sido obvio desde el principio —comentó Den mientras tiraba al bote un chip de créditos—. Es demasiado joven para entrar en la cantina. Así que supongo que tardará bastante en jugar al sabacc.

—No es tan joven —dijo Barriss—. Y está muy lejos de casa. —Añadió su opuesta al bote y se dio cuenta de que Jos, Tolk, Den y Klo la miraban sonrientes—. ¿Qué pasa?

Deberías avergonzarte —dijo Den con severidad fingida—. Siendo una Jedi…

—Estoy alucinado —añadió Jos. Sonrió aún más al ver que ella se ponía roja, lo cual producía un bonito contraste con sus tatuajes faciales.

No quise decir que… —comenzó a decir ella, y miró a Den—. Tienes la mente sucia, Den. Nunca cambiarás.

El periodista se encogió de hombros.

—Es difícil, viviendo en un planeta tan sucio.

—Lo que quise decir —continuó Barriss— es que deberíamos hacer todo lo posible por incluirle en este tipo de cosas. Le haría sentirse más aceptado.

—Tiene razón, por supuesto —dijo el equani—. La adolescencia, sobre todo la humana, es difícil de aguantar sin apoyo.

—¿Pero cuántos años tiene? —preguntó I-Cinco—. Confieso que el cálculo de edad es algo para lo que no me programaron intensivamente.

—Serías un androide canguro espantoso —le dijo Tolk.

—Algo por lo que doy las gracias al Sumo Hacedor.

—Tiene diecinueve años estándar —dijo Klo Merit—. Es un poco niño prodigio, según creo. El primero de su promoción en todos los cursos, se licenció con matrícula de honor. Estuvo de interino en…

—En el Gran Zoo —terminó Jos—. Casi todos hemos visto al Chico maravillas trabajando. Es muy bueno.

—Yo doy fe de eso —dijo Barriss—. Me planto.

—Por favor, cambien de mano, señoras —dijo el Tiburón Crupier.

Todos se quedaron mirando al androide flotante.

—Hay que fastidiarse —dijo Jos, negando con la cabeza—. El que le encasqueto este androide a Nars le vio venir.

Den miró a su alrededor.

Puede que los nuevos androides se ganen el sueldo —dijo—. Hace tiempo que no veía aquí tanta gente. Y a algunos ni siquiera los conozco —señaló una mesa en una esquina, en la que había tres seres enzarzados en una intensa discusión.

Klo Merit miro y frunció el ceño.

—Reconozco a dos de las especies, aunque no a los individuos. El kubaz, por supuesto, y el umbarano también. Pero la otra no me suena de nada.

—Es una falleen —dijo Jos—. Tienden a aislarse. Descontando a algunos peces gordos que viven en Coruscant, no suelen verse fuera de su planeta. Me pregunto qué hará aquí.

—Por si acaso, tú no te acerques mucho a ella —le advirtió Tolk con una sonrisa socarrona.

Den se quedó de piedra.

—Los falleen exudan feromonas —le explicó Jos—. Una sustancia fuerte que afecta a casi todas las especies. Suele advertirse por cambios cromatoforicos en la pigmentación. Se dice que pueden mezclar precursores e influir en los niveles endocrinos.

—Gracias. Ahora me lo has dejado más claro que el agua… del pantano.

—Pueden manipularte con su sudor —le dijo Tolk.

Den parpadeó.

—Entonces tienen que ser realmente carismáticos con este clima.

I-Cinco tiró una tarjeta al bote de sabacc.

—Subo.


Jos miró sus cartas y frunció el ceño.

—Creo que vas de farol, hombre de hojalata.

—Y yo creo que estás sudando la gota gorda, hombrecillo enclenque.

—¿Y quién no? Veamos las cartas.

Los jugadores mostraron lo que llevaban. Jos sonrió socarrón. Llevaba un Comandante de monedas, una Dama de sables y una Sota de pentagramas. Puso la mano en el campo de interferencia emitido por el Tiburón Crupier, congelándolo.

—¿Alguien se ha acercado más que yo? ¿No? Eso es lo que yo…

—A menos que mi módulo matemático haya sufrido daños graves —dijo I-Cinco—, creo que mi mano vence a la tuya.

Jos miró hacia abajo. Se quedó boquiabierto. La mano del androide consistía en un Idiota, un tres de pentagramas y un dos de sables. Tenía un Idiota, la única mano que vencía a todas las demás, incluso a un sabacc puro.

—Esto no es justo —dijo Jos quejumbroso, mientras I-Cinco recogía sus ganancias—… ¿Para qué necesita un androide unos créditos?

—¿No os lo he contado? —respondió el androide—. Me vaya ver a la Hechicera de Tund para comprarme un corazón y un cerebro.

Jos no respondió. El comentario le recordó de repente a CT-914 el soldado clon cuya vida salvó en la SO, para enterarse poco después de que había caído junto al resto de su guarnición en un ataque sorpresa de los separatistas. Fue  CT-914  y, en menor medida, I-Cinco, el que despertó la conciencia de Jos en lo referente a que los clones y, según las circunstancias hasta los androides y otras inteligencias artificiales, debían considerarse seres conscientes de sí mismos y, por tanto, merecían los mismos derechos.

Era algo que él siempre había sabido, pero que mantenía inconscientemente en segundo plano, sin tener realmente en cuenta sus implicaciones morales. Los clones se creaban para luchar en las guerras, y en su código genético se grababan muy pocos deseos más. No temían a la muerte, cuando entraban en combate les invadía una sensación de logro y satisfacción y solo tenían los receptores de dolor justos para ser conscientes de las acciones que podrían provocarles el sufrimiento o la muerte.

Hasta que conoció a  CT-914  creía que los clones eran incapaz de crear lazos emocionales entre ellos o con seres de otras especies, pero CT-914 sentía un amor de hermano por su compañero CT-915, y cuando este murió, Jos fue testigo del sufrimiento del primero.

Asimismo, I-Cinco, con las funciones de su módulo cognitivo ampliadas y los inhibidores de creatividad desactivados había impresionado a todos en repetidas ocasiones con su «humanidad». Aunque todo aquello había vuelto del revés su visión de las cosas, Jos se sentía agradecido porque esa definición amplia del ser humano le llevaba directamente a poder abrazar, de manera tanto literal como figurada, a Tolk como compañera, aunque ella fuera una esker no permitida.

Por fin se había dado cuenta de que amaba a Tolk. Independientemente de las consecuencias que tendría casarse con una extranjera, estaba decidido a hacer caso a su corazón en aquel aspecto. Pero no podía evitar preguntarse qué pensaría de aquel asunto el nuevo comandante, su tío abuelo Erel.

Pronto lo averiguaría. Mientras el androide de casino se preparaba para otra partida, un oficial bothano se acercó a la mesa.

—El almirante Keros solicita su presencia, capitán Vondar. Por favor, acompáñeme.


Yüklə 0,81 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   2   3   4   5   6   7   8   9   10   ...   39




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©www.genderi.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

    Ana səhifə