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a Ptolomeo, Lisímaco, Seleuco o a cualquiera de sus descendientes —incluso
hombres de grandeza tal como el heroico reconquistador del oriente, Antíoco III, o al
agresivo Filipo V de Macedonia— sugiere que tenía dificultades para elevar a un
nivel ejemplar, aun como modelos negativos, a los griegos que hubieran oprimido a
otros griegos (de Demetrio podía al menos decir que había liberado dos veces a
Atenas). El énfasis resultante en los hechos ocurridos antes y después de mediados
del siglo III agrava el vacío en nuestras fuentes narrativas.
Las figuras de finales del siglo III y del siglo II en las Vidas de Plutarco
incluyen a dos generales aqueos. Se trata de Arato de Sición en una biografía suelta,
no en pareja; Filopoimen, sin embargo, es emparejado con un estadista romano
implicado en la conquista de Grecia: Flaminio, el liberador del año 197. Otra Vida
está dedicada a Emilio Paulo, el vencedor del último rey de Macedonia, que es
emparejado con Timoleón, un corintio del siglo IV que derrocó a los tiranos de
Sicilia. Las biografía de los reyes espartanos reformadores Agis y Cleómenes están
escritas en pareja y son comparadas con un par de reformadores romanos, los
hermanos Gayo y Tiberio Graco.
Las Vidas de Plutarco son, a falta de otro testimonio, una fuente importante
de datos históricos, pero son biografías morales ante todo y sobre todo; y sólo
secundariamente relatos históricos. Aunque utiliza sus fuentes concienzudamente,
con frecuencia selecciona y reacomoda para recalcar rasgos del carácter y puntos de
comparación. A veces cae bajo el hechizo de fuentes tendenciosas, como en sus
biografías de Agis y Cleómenes, que se basan mucho en el adulador relato de Filarco
y en su retrato de su enemigo Arato, en que utiliza las memorias del jefe aqueo como
una fuente primaria, aunque también lo critica.
Entre los escogidos por el biógrafo romano Nepote (c. 110-24 a.C.) para su
colección de vidas breves figuran el estadista ateniense de finales del siglo IV Foción
(dos páginas) y el general macedonio Eumenes (9 páginas). También escribió una
página sobre los reyes (De regibus), un tercio de la cuál es una mera nómina de los
diadocos. Aunque carente de hechos fiables, tiene cierto interés, en tanto confirma el
sesgo de todas nuestras fuentes en apartar la atención de mediados del siglo III.
Hubo también muchos reyes de entre los amigos de Alejandro
Magno que, tras la muerte de éste, asumieron el poder; entre ellos
Antígono y su hijo Demetrio, Seleuco y Ptolomeo. De éstos Antígono
murió violentamente cuando luchaba contra Seleuco y Lisímaco. La
misma muerte tuvo Lisímaco a manos de Seleuco cuando, rotas las
hostilidades entre ellos, se hicieron la guerra. Por lo que hace a Demetrio,
que había casado a su hija con Seleuco, lo que no hizo que pudiera haber
una leal amistad entre ellos, murió de enfermedad durante el tiempo que
su yerno lo tuvo en prisión, después de haberlo cogido prisionero de
guerra. Y no mucho después Seleuco fue muerto a traición por Ptolomeo
Ceraunos, a quien el propio Seleuco, al ver que el padre de Ptolomeo le
había expulsado de Alejandría, encontrándose sin protección de nadie, le
había recibido en su casa. El propio Ptolomeo, que había renunciado en
vida al poder en beneficio de su hijo, se dice que fue privado de la vida
por su propio hijo.
(Nepote, De regibus, 3. 1-4 = cap. XXI, Vidas)
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Los geógrafos pueden también ser invalorables.
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Estrabón, de Amasea en el
Ponto (c. 64 a. C - después de 21 d. C), es un escritor helenístico cultural y
cronológicamente, aunque se le suele tomar más en cuenta en relación al imperio
romano.
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Su Geografía en diecisiete libros no sólo es una de las fuentes más
extensas, sino también una de las más importantes de la antigüedad griega, y será
citado en este libro con más frecuencia que cualquier otro autor, a excepción de
Polibio. El principal valor de su obra para la historia helenística reside en sus
descripciones topográficas de las áreas orientales del imperio de Alejandro que se
convirtieron en provincias romanas, pero también nos informa de asuntos tales como
la historia de los atálidas. Su utilidad es tanto mayor por el hecho de que mucha de su
información geográfica procede de autores de los siglos III y II, que, aunque
anticuada en su propia época, es relevante para la historia helenística. Esto puede ser
exacto con respecto a parte de su información sobre Mesopotamia y las provincias
seléucidas (hay muchas referencias en el capítulo 8). Sin embargo, su extensa
descripción de Alejandría (pp. 239-240) está basada en su propia observación.
Una fuente no historiográfica igualmente importante, esta vez de la época
romana, es Pausanias (mediados del siglo II d. C), un médico de Magnesia en el Asia
Menor (probablemente Magnesia de Sipilos), que compuso una guía para Grecia
meridional continental y sus antigüedades. Su interés se limita, en gran parte, a los
lugares famosos más antiguos previos a la derrota de la liga aquea por los romanos
en 146 a. C, pero a raíz de ello incluye estatuas y otros monumentos de figuras
importantes del siglo III e inicios del II, algunas de las cuales utiliza como puntos de
partida para narraciones históricas. El libro 1, sobre el Ática, casi parece concebido a
introducir al lector en la historia de las monarquías helenísticas, con sus digresiones
sobre la invasión de los gálatas (cap. 4), las vidas de Ptolomeo I (caps. 6-7), Átalo
(cap. 8, 1-2), Pirro (caps. 11, 1-14.1) y Seleuco (cap. 6), los acontecimientos que
implicaron a Mitrídates y Sila (cap. 20. 3-4), y la historia de Atenas desde Filipo a
Casandro (caps. 25.3-26.3), así como una digresión sobre Lisímaco que es uno de
nuestras más importantes fuentes de información sobre este rey (caps. 9.5-10.5). En
otras partes hay secciones sobre la historia de Esparta (vg. 2. 9. 1-3; 3, 6; 8.27. 9-16)
y un encomio de Filopoimen (8. 49-52); es nuestra primera fuente para el saco de
Corinto por los romanos y del asentamiento romano de 146 a.C. (7.14-16).
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Finalmente, Ateneo (pp. 31-32) recoge muchas anécdotas sobre los reyes
helenísticos. Sus relatos de la entrada de Demetrio I en Atenas y de la procesión de
Ptolomeo II en Alejandría (respectivamente At. 6. 253-b-f y 5. 201b-203e, Austin 35
y 219) se citan en otra parte de este libro. En comparación, es parco en material más
antiguo, quizá a causa de la riqueza de las fuentes helenísticas en que se pudo basar.
Examen de los textos históricos
Las fuentes literarias para los acontecimientos antes de la absorción romana
son intermitentes y, con la excepción de Justino, hay un vacío completo de 301 a
229. El vacío más lamentable de todos es quizá la ausencia de relatos detallados de
las vidas de Lisímaco y Seleuco. Sin embargo, aun para el siglo III, podemos utilizar
inscripciones para reconstruir una especie de narración, y sólo permanecen en la
oscuridad episodios aislados. Los historiadores no estan de acuerdo, por ejemplo, si