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Antonio José de Sucre 

 

Antonio José de Sucre nace en Cumaná (Edo. Sucre) el 3 de febrero de 1795 y 



es asesinado en Berruecos (Colombia) el 4 de junio de 1830 

 Oficial (general en jefe) del Ejército de 

Venezuela, Colombia y Ecuador, Gran 

Mariscal de Ayacucho (Perú). Presidente de 

Bolivia. Político y estadista. Hijo del teniente 

Vicente de Sucre y Urbaneja y de María 

Manuela de Alcalá y Sánchez. Se le 

considera el militar más completo y cabal de 

los próceres de nuestra Independencia. Fue 

un paradigma en el estricto cumplimiento de 

su deber; era inflexible, duro y justo. Su 

padre, sus 2 abuelos y 4 bisabuelos y los 

más de sus tatarabuelos, fueron militares. 

Perdió su madre a los 7 años. Adolescente 

fue enviado a Caracas al cuidado de su 

padrino el arcediano de la catedral, 

presbítero Antonio Patricio de Alcalá, para 

iniciar estudios de ingeniería militar en la 

Escuela de José Mires. En 1809, con su 

hermano Pedro y otros jóvenes, integró como cadete la compañía de Húsares 

Nobles de Fernando VII, en Cumaná, unidad organizada por Juan Manuel de 

Cajigal y Niño, gobernador de la provincia de Cumaná. 

En 1810, la Junta de Gobierno de Cumaná le confiere el empleo de subteniente 

de milicias regladas de infantería. Este grado fue ratificado por la Junta 

Suprema de Caracas el 6 de agosto de ese mismo año. En 1811 desempeña 

en Margarita el cargo de comandante de ingenieros. El 31 de julio de ese año 

recibió el despacho de teniente. En 1812 se halla en Barcelona, en calidad de 

comandante de la artillería. Allí, el 3 de julio del citado año, junto con otros 

ciudadanos notables, firmó el acta de la junta de guerra que se reunió aquel día 

para resolver lo conducente a la seguridad de la República, a raíz de los 

acontecimientos en Caracas (ofensiva de Domingo de Monteverde) y la 

ocupación de Cúpira por un grupo de partidarios de Fernando VII. 

Tras la capitulación del general Francisco de Miranda regresó a Cumaná, 

donde el nuevo gobernador realista Emeterio Ureña le extendió pasaporte para 

que se trasladase a Trinidad; pero no consta que hiciera uso de dicho 

documento. En 1813, bajo las órdenes del general Santiago Mariño, integra el 

grupo de republicanos conocido como los "libertadores de oriente" y participa 

en las operaciones para la liberación de aquella parte de Venezuela. 

 

Como edecán del general Mariño, en 1814, asiste a la conjunción de las 



fuerzas de oriente con las de occidente en los valles de Aragua. Ese año, su 

hermano Pedro fue fusilado en La Victoria por los realistas; y víctimas de José 




Tomás Boves mueren en Cumaná sus hermanos Vicente y Magdalena. No 

menos de 14 parientes inmediatos perecerán en la Guerra de Independencia. 

En 1815, tras combatir bajo las órdenes del general José Francisco Bermúdez 

en Maturín, pasa a Margarita y escapando del general Pablo Morillo, sigue a las 

Antillas y Cartagena. En esta plaza, con Lino de Pombo de jefe inmediato, 

dirige los trabajos de fortificación para la defensa de la ciudad contra el asedio 

realista. En diciembre está en Haití. Cuando regresaba después a Venezuela 

naufraga en el golfo de Paria. En 1816, Mariño lo nombra jefe de su Estado 

Mayor y lo asciende a coronel. Este mismo jefe lo designa en 1817 

comandante de la provincia de Cumaná. Ese año, después del Congreso de 

Cariaco (8 mayo) desconoce la actuación de dicho cuerpo y autoridad de 

Mariño y se traslada a Guayana, donde se pone bajo las órdenes de Simón 

Bolívar. El 17 de septiembre de ese mismo año recibió de Bolívar la 

designación de gobernador de la Antigua Guayana y comandante general del 

Bajo Orinoco; y también el encargo de organizar un batallón con el nombre 

Orinoco. 

Empezaba su carrera de gobierno en 

la cual desempeñaría todos los 

cargos de la Administración civil 

hasta presidente de la República en 

Bolivia. El 7 de octubre del mismo 

año (1817) recibió el nombramiento 

de jefe de Estado Mayor de la 

división de la provincia de Cumaná, 

bajo las órdenes del general 

Bermúdez, nombrado comandante 

de la citada gran unidad. Estos 

nombramientos tenían, además la finalidad de reducir la disidencia que reinaba 

en Cumaná. "El general Bermúdez y Vd. van a hacer cosas grandes en 

Cumaná y quizás algún día serán llamados los salvadores de su país", dijo 

Bolívar a Sucre en aquella ocasión. En agosto de 1819 fue ascendido a general 

de brigada por el vicepresidente de Venezuela, Francisco Antonio Zea; grado 

que será ratificado por Bolívar el 16 de febrero de 1820. Viaja a las Antillas 

comisionado para adquirir material de guerra; misión que cumple con éxito. Ese 

mismo año desempeña, interinamente, la cartera de Guerra y Marina y es jefe 

titular del Estado Mayor General. Fue uno de los comisionados para concertar 

los Tratados de Trujillo (Armisticio y Regularización de la Guerra) que en 

noviembre de 1820 suscribieron los generales Bolívar y Pablo Morillo. Era su 

primera empresa diplomática, inicio de otra carrera en la cual también 

descuella con su brillo habitual. De este instrumento regularizador de la 

contienda, el cual representa un notable hito en el derecho internacional, dirá 

Bolívar que fue "...el más bello monumento a la piedad aplicada a la guerra" 

El 11 de enero de 1821, en Bogotá, fue nombrado por Bolívar comandante del 

Ejército del Sur, en reemplazo del general Manuel Valdés; era la fuerza que, 

desde 1820, operaba en Popayán y Pasto. No recibió Sucre el cargo porque 

razones de Índole estratégica y política hicieron que Bolívar anulase tal 

designación y le diese comisión para marchar a Guayaquil, donde reemplazaría 

al general José Mires y asumiría la misión que se le había encomendado: la de 




hacer que la provincia (la cual se había independizado de los españoles en 

octubre de 1820) se incorporase a la República de la Gran Colombia y tomar el 

mando de las tropas que hubiese en Guayaquil, como pasos previos para la 

liberación de Quito, que era el propósito principal de las operaciones que se 

ejecutasen. El 6 de abril llegó Sucre a Guayaquil y al presentarse ante la Junta 

de Gobierno, expuso la razón de su presencia allí y de la idea de una unión de 

la provincia con Colombia. El 15 del mismo mes fue celebrado un tratado entre 

Sucre (por Colombia) y José Joaquín de Olmedo, Francisco Roca y Rafael 

Jimena, miembros de la Junta. El tratado estipulaba que Guayaquil mantendría 

su soberanía, pero bajo la protección de Colombia. En aquella oportunidad 

Sucre quedó facultado para abrir la campaña contra los realistas, y con tal 

motivo, Guayaquil le ofreció todos los recursos disponibles. En julio de 1821, el 

mariscal de campo Melchor Aymerich, a la cabeza de una columna de 1.700 

hombres abrió operaciones contra 

Guayaquil, por Guaranda, Babahoyo 

y Yaguachi; acción combinada con la 

ejecutada por el coronel Francisco 

González con 1.000 hombres, por 

Cuenca hacia Yaguachi. El 7 de 

agosto se movió Sucre con unos 

1.000 infantes y 200 jinetes, contra la 

columna de González a quien derrotó 

el 19 del mismo mes en la batalla de 

Yaguachi. Sucre contramarchó para 

enfrentar a Aymerich; pero éste, 

rehusando el combate, se retiró a 

Sabaneta y después a Guaranda, bajo la persecución de una unidad 

republicana. Sucre aprovecha la victoria de Yaguachi para instar nuevamente a 

la Junta de Gobierno para que defina la suerte de Guayaquil. El 3 de 

septiembre, la Junta se pronunció en favor de la unión con Colombia; pero no 

se hizo efectiva debido a la indecisión de Rafael Jimena y a la hostilidad hacia 

Colombia del coronel Francisco Roca. La situación política de Guayaquil quedó 

en suspenso. En septiembre del mismo año emprendió Sucre operaciones 

contra la columna de Aymerich, y en su avance fue derrotado por la columna 

de Francisco González en Huachi el 12 de septiembre. Sucre se retiró a 

Guayaquil, donde reconstituyó sus fuerzas y las aumentó con las tropas 

reclutadas en la provincia y con las que llegaron de Colombia en octubre de 

ese año. Para diciembre la situación política de Guayaquil se tornó un tanto 

delicada por la llegada de los generales Francisco Salazar y José de La Mar, 

procedentes del Perú; el primero como embajador del Perú y el segundo con el 

propósito de tomar el mando en la provincia y sus fuerzas militares. Ambos 

agentes desarrollaron actividades en favor de la causa peruana, lo cual activó 

el espíritu del partido contrario, cuya consecuencia fue la decisión de Porto 

Viejo, el 16 de diciembre, cuando declaró su incorporación a Colombia, ejemplo 

seguido por las localidades de Jipijapa y Manabí. La Junta nombró a La Mar 

gobernador de la provincia y le confió el encargo de someter por la fuerza a los 

pueblos que se habían pronunciado por Colombia. Intervino Sucre y convenció 

a unos y a otros de que lo más importante era luchar contra el enemigo común 

y dejar de lado la contienda partidista para cuando la libertad estuviese 

consolidada. Inmediatamente Sucre envió como su delegado personal ante las 




autoridades republicanas de Lima al coronel Tomás de Heres, quien obtuvo el 

envío de tropas peruanas como ayuda a la empresa de Sucre. Estas tropas, 

mandadas por el coronel Andrés de Santa Cruz, recibieron el nombre de 

División Peruana. El éxito diplomático-político de Sucre en Guayaquil, el 

refuerzo de las tropas de Santa Cruz, la buena opinión que de Colombia se 

habían formado los guayaquileños y la información de la marcha de las fuerzas 

de Simón Bolívar hacia Pasto, pusieron a Sucre en condiciones favorables para 

la prosecución de las operaciones para la liberación de Quito. 

Su plan general consideraba una concentración de fuerzas en el área 

comprendida entre Loja, Saraguro y Oña; en aquella zona debía unírsele la 

División Peruana. En coordinación con la concentración prevista actuaría una 

fuerza secundaria cuyo propósito era el de amenazar a Quito y las 

comunicaciones realistas con Riobamba. Esta misión la encomendó Sucre al 

teniente coronel Cayetano Cestari, quien desde Babahoyo fue a situarse en las 

inmediaciones de Latacunga, con 120 infantes y 40 jinetes. Desde 

Samborondón envió Sucre una pequeña fuerza bajo el mando del capitán José 

Antonio Pontón, hacia Alausí, a interceptar las comunicaciones realistas entre 

Cuenca y Riobamba. Las fuerzas realistas estaban constituidas por 3.000 

hombres, distribuidos en Cuenca, Riobamba, Ambato y Quito. Por su parte 

Sucre disponía de 2 divisiones: una de Colombia y la otra de Perú. A este 

conjunto dio el nombre de Ejército Unido, cuyo efectivo era del orden de los 

2.500 hombres. A fines de enero de 1822 comenzó la operación y para 

mediados de febrero ya la mayor parte de las tropas republicanas estaba 

concentrada en Saraguro. Esta operación y la posterior ocupación de Cuenca 

se llevaron a cabo con relativa facilidad, gracias a las acciones de Cestari y 

Pontón. Después de algunos días en Cuenca, el general Sucre prosiguió su 

ofensiva hacia Riobamba, ciudad que fue tomada el 21 de abril. Días antes, el 

coronel Diego Ibarra, comandante de la vanguardia, había tomado contacto con 

los realistas en dicha localidad, y como consecuencia de ello, capturó unos 

prisioneros y puso en retirada las fuerzas que la guarnecían. El 29 de abril 

reanudó Sucre la marcha y el 2 de mayo tomó posesión de Latacunga donde 

permaneció 10 días en espera de 2 batallones procedentes de Panamá por 

mar, mandados por los coroneles José María Córdoba y Hermógenes Maza. El 

13 de mayo reanudaron los republicanos la marcha, y para evitar un ataque 

frontal, Sucre se desplazó por las faldas del Cotopaxi hasta alcanzar el valle de 

Chillo, separado de Quito por las alturas de Puengasi. Para neutralizar el 

envolvimiento planeado por Sucre, los realistas retrogradaron y entraron de 

nuevo en Quito el 16 de mayo. En conocimiento de que desde Pasto avanzaba 

una unidad realista en refuerzo de las tropas que se hallaban en Quito bajo las 

órdenes del mariscal de campo Melchor de Aymerich, Sucre envió al teniente 

coronel Cayetano Cestari en la dirección de Pasto a fin de retardar la marcha 

del refuerzo realista. Sucre, con el grueso, se puso en movimiento hacia los 

ejidos de Iñaquito, donde presentaría batalla a los realistas, con grandes 

posibilidades de éxito, vistas las ventajas que ofrecía el empleo de la 

caballería. Durante la ejecución de este desplazamiento se produjo la batalla 

en las faldas del volcán Pichincha, inmediatas a Quito, el 24 de mayo de 1822; 

en efecto, al percatarse Aymerich de la maniobra que realizaban los 

republicanos, marchó hacia el Pichincha y les presentó combate. La victoria fue 

de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe patriota 



concedió al mariscal Aymerich el 25 de mayo del mismo año. Con las 

operaciones cuyas acciones finales se produjeron en las faldas del Pichincha y 

en la ciudad de Quito, Sucre decidió a su favor la vacilante y delicada situación 

de Guayaquil; dio libertad al territorio que conforma hoy la República de 

Ecuador, y facilitó su incorporación a la Gran Colombia. El 18 de junio de ese 

año, Bolívar le asciende a general de división y lo nombra intendente del 

departamento de Quito. Al frente de los destinos de Ecuador desarrolla una 

positiva obra de progreso: funda la Corte de Justicia de Cuenca y en Quito el 

primer periódico republicano de la época: El Monitor. Instala en esa ciudad la 

Sociedad Económica. De su actividad personal es buena prueba que, el día 6 

de septiembre de 1822 expidió y firmó en Quito 52 comunicaciones. Interesado 

por la educación puede afirmar que halló en Cuenca 7 escuelas y dejó 20. 

A comienzos de 1823 el Perú llama a Simón Bolívar para 

que se haga cargo de la empresa libertadora, pero ante la 

imposibilidad de viajar de inmediato, designó a Sucre y lo 

proveyó de las credenciales para las comisiones que 

debía cumplir en el Perú: pedir la ratificación del Tratado 

de Alianza concluido por los plenipotenciarios del Perú y 

Colombia el 6 de julio de 1822; proponer el plan de 

operaciones para la campaña que se debía desarrollar o 

reformar aquellos que estuviesen vigentes; permanecer 

en el país como agente diplomático, con libertad para 

intervenir en las operaciones militares, y a nombre de la 

República de Colombia podía garantizar cualquier tratado 

de evacuación del territorio que ocupaban las armas españolas, o de 

suspensión de hostilidades entre las fuerzas peruanas y realistas. El 10 de 

mayo de 1823 llegó a Lima y al día siguiente presentó credenciales, en 

momentos cuando el Perú hacía frente a una situación muy embarazosa, 

consecuencia de la inestabilidad política y del reciente fracaso de los 

republicanos en la primera campaña a Intermedios. Por esta época se hacían 

los preparativos para una segunda campaña, también a Intermedios, en la cual, 

Sucre con la División Auxiliar (grancolombiana) debía marchar a la ciudad de 

Arequipa, donde actuaría en combinación con las acciones llevadas a cabo por 

el general Andrés de Santa Cruz. El 30 de mayo recibió Sucre el nombramiento 

de comandante del Ejército Unido, y el 21 de julio fue proclamado jefe supremo 

militar, cargo aceptado por Sucre con la condición de ejercerlo solamente en el 

teatro de la guerra. A pesar de la victoria de Santa Cruz en la batalla de Zepita 

(25.8.1823), la campaña degeneró en fracaso. Sucre retornó a Lima, después 

de su retirada de Arequipa; operación muy elogiada por los críticos, 

particularmente Carlos Dellepiane, quien afirma: "Las atinadas disposiciones de 

Sucre en Arequipa, por medio de una retirada oportuna y voluntaria, le 

permitieron salvar parte del ejército, que si se hubiese empeñado, habría 

realizado el sacrificio más inútil..." 

 

El 1 de septiembre del mismo año llegó Bolívar al Perú, y desde el mismo día 



contó con la cooperación de Sucre en la ejecución de las múltiples tareas, tanto 

militares como políticas. En su condición de comandante general del Ejército 

Unido participó en las operaciones que condujeron al triunfo de los 



republicanos en la batalla de Junín (6.8.1824) y en las operaciones que 

siguieron hasta alcanzar las tropas el territorio de Andahuailas. Allí recibió de 

Bolívar el encargo de la conducción de las operaciones finales de la campaña 

libertadora del Perú; tal decisión se originó en la ley del Congreso de Colombia 

del 28 de julio de 1824, que no sólo revocaba las facultades extraordinarias que 

antes habían sido conferidas a Bolívar, sino que le retiraba el mando de las 

tropas grancolombianas existentes en el Perú. A fines de 

octubre de ese año desde Cuzco lanzan su ofensiva los 

realistas contra el Ejército Unido Libertador. Sucre 

maniobra para evitar el tener que librar combate en 

condiciones desventajosas y traslada sus fuerzas al 

campo de Ayacucho donde hace frente a los realistas el 9 

de diciembre, con victoria para las armas republicanas, 

tras la cual los vencidos se entregan mediante una 

capitulación concedida por Sucre. Fue la última batalla del 

proceso emancipador. Bajo las órdenes de Sucre 

combatió una efectiva representación de la unidad 

continental en oficiales provenientes de Venezuela, 

Colombia, Ecuador, Panamá, Guatemala, Perú, Bolivia, 

Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Curazao, Puerto Rico y México; 

además de otros procedentes de distintas naciones de Europa. Bolívar, quien 

redacta y publica en 1825 su Resumen sucinto de la vida del general Sucre, 

único trabajo en su género realizado por el Padre de la Patria, no escatima 

elogios ante la hazaña culminante de su fiel lugarteniente: "...La batalla de 

Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La 

disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina [...] Las generaciones 

venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla 

sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus 

derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza..."Bolívar reitera con énfasis: 

"...El general Sucre es el padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol: 

es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. 

La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el 

Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Cápac y contemplando las 

cadenas del Perú, rotas por su espada..."El Congreso de Colombia hizo 

entonces a Sucre general en jefe, y el Congreso del Perú le dio el grado de 

Gran Mariscal de Ayacucho, equivalente al de general en jefe de Colombia. 

A raíz de la victoria de Ayacucho Sucre entra triunfante en el Cuzco y liberta 

después las provincias del Alto Perú. En 1825 convoca a los representantes de 

dichas provincias para reunirse en asamblea, y con la aquiescencia de Bolívar 

ésta decide la creación de Bolivia, nueva República (6.8.1825), de la cual Sucre 

será elegido presidente posteriormente. Es significativa la obra cumplida por el 

mariscal Sucre en Bolivia, especialmente en la organización de la Hacienda 

Pública y de la administración general. Se empeñó en promover la libertad de 

los esclavos y el reparto de tierras a los indios, y sobre todo en beneficio de la 

educación y la cultura. Ante el Congreso fue categórico al declarar que: 

"Persuadido de que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo 

compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado 

especial a la educación pública". En el transcurso de las 13 semanas que van 

del 3 de febrero al 5 de mayo de 1826, dio a Bolivia 13 decretos referentes a la 



creación de colegios de ciencias y artes, más institutos para huérfanos y 

huérfanas en todos los departamentos, y a establecer escuelas primarias en 

todos los cantones de la República. La historia recoge la cuenta de su orgullo: 

"La educación pública es lo que ha hecho más progresos. Los colegios quedan 

establecidos y marchan bien en todas las capitales de los departamentos, 

donde también se han abierto escuelas de enseñanza mutua que adelantan 

rápidamente [...] Para la enseñanza, el gobierno ha dado un plan de estudios 

análogo a la ilustración del siglo". En cambio, no hay acuerdo entre Sucre como 

gobernante y Simón Rodríguez como educador, lo cual no permite el desarrollo 

de los proyectos del segundo en Bolivia. En su gestión política vuelve a hacer 

gala repetidas veces de aquella su característica ecuanimidad y de su recto 

sentido de justicia, los mismos que habían animado su disposición, en La Paz, 

1825, para "...que se publique un bando en todos los departamentos invitando 

a los ciudadanos para que aquellos que crean no les he administrado justicia o 

tengan alguna otra queja contra mÍ como funcionario público, la eleven a S.E. 

el Libertador en términos legales, en el concepto de que a más de que S.E. les 

hará la justicia que les corresponda, les ofrezco no tener jamás el menor 

resentimiento por ello ni reclamo alguno, y sÍ una satisfacción viendo empiezan 

a disfrutar de la libertad por que tantos sacrificios han hecho, y que son 

ciudadanos dignos de vivir bajo de leyes cuyo cumplimiento saben exigir de los 

magistrados..."Los sucesos de anarquía militar y política que agitan a la nueva 

y confundida nación tienen su clímax en el motín de Chuquisaca donde Sucre 

resulta herido en el brazo derecho (18.4.1828). Por entonces envía poder para 

contraer matrimonio en Quito con Mariana Carcelén y Larrea, marquesa de 

Solanda (20 abril). En agosto emprende marcha hacia su hogar, y al llegar se 

establece en Quito. 

En 1829 la República requiere sus servicios para mandar el ejército que debe 

enfrentar la ofensiva peruana en el sur del Ecuador. Triunfa en la batalla de 

TarquÍ (27.2.1829) y ofrece a los vencidos una capitulación que es modelo de 

generosa fraternidad americanista, fiel a su lema que "Nuestra justicia era la 

misma antes y después de la batalla". Su hija Teresita, que vivirá sólo 2 años, 

nació el 10 de julio de 1829. En La Paz había nacido un hijo natural suyo y de 

Rosalía Cortés, José María, el 13 de enero de 1826. La provincia de Cumaná, 

a la que guardó permanente afecto lo escogió como su representante al 

Congreso. En camino a Bogotá tiene conocimiento de la agitación separatista 

que José Antonio Páez fomenta en Venezuela. En la difícil circunstancia de 

1830, se destaca en el quehacer político por su consecuencia hacia la persona 

y la obra de Bolívar. El Congreso Admirable, reunido en Bogotá, lo elige su 

presidente en enero de ese año; en febrero, el mismo cuerpo le encarga una 

misión conciliadora ante el Gobierno de Venezuela; le acompañan José María 

Estévez, obispo de Santa Marta y vicepresidente del Congreso, y el diputado 

Francisco Aranda. A mediados de marzo la comisión ha llegado a territorio 

venezolano, pero por la imposición del Gobierno de Venezuela tiene que 

regresar a la Villa del Rosario de Cúcuta, donde se llevan a cabo las 

conversaciones, que duran 4 días, sin lograrse resultados positivos. Sucre 

regresa a Bogotá, mientras la situación se agrava y la obra de Bolívar se 

fragmenta. Cuando va de vuelta a encontrarse con su familia en Quito, el 

mariscal Antonio José de Sucre es asesinado, a traición, en la montaña de 




Berruecos (sur de Colombia), el 4 de junio de 1830, José María Obando fue 

señalado como autor intelectual y Apolinar Morillo como ejecutor del crimen. 

La vida de Sucre fue un luchar continuo. Combatía contra las fallas humanas, 

contra los elementos, contra las distancias. Su preocupación por los servicios, 

por la eficiencia administrativa, llenó muchas de sus horas. Fue indoblegable 

en su actitud vigilante por la 

probidad. Castigaba sin vacilar, 

con rigor extremo, crímenes, 

vicios y corruptelas, pero fue 

magnánimo con enemigos y 

adversarios vencidos. Sobre todo 

resaltan en Sucre sus conceptos 

del patriotismo americano, del 

honor, de la gratitud y la lealtad. 

En la última carta de Antonio José 

de Sucre a Simón Bolívar, escrita 

en Bogotá el 8 de mayo de 1830, consta "...el dolor de la más penosa 

despedida...", y asÍ de su propia mano escribe: "No son palabras las que 

pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.: Vd. los 

conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su 

amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo 

conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Vd. 

me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas 

circunstancias merecerlo. Adiós, mi general, reciba Vd. por gaje de mi amistad 

las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Vd. Sea Vd. 

feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud 

de su más fiel y apasionado amigo"

 

  



José Luís Salcedo Bastardo 

Información tomada de: Diccionario de Historia de Venezuela. 2da Edición. 

Caracas: Fundación Polar, 1997. 

Disponible en: http://www.venezueladigital.net/biografias/sucre.htm 



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