La Ley por Frédéric Bastiat
La ley, ¡pervertida! La ley y tras ella todas las fuerzas colectivas de la nación, ha sido no
solamente apartada de su finalidad, sino que aplicada para contrariar su objetivo lógico. ¡La ley,
convertida en instrumento de todos los apetitos inmoderados, en lugar de servir como freno!
¡La ley, realizando ella misma la iniquidad de cuyo castigo estaba encargada! Ciertamente se
trata de un hecho grave, como pocos existen y sobre el cual debe serme permitido llamar la
atención de mis conciudadanos.
LA VIDA ES UN DON DE DIOS
De Dios nos viene el don que, para nosotros, los contiene a todos: La vida. - la vida física,
intelectual y moral.
Empero, la vida no se mantiene por sí misma. Aquel que nos la ha dado, ha dejado a cargo
nuestro el cuidado de mantenerla, desarrollarla y perfeccionarla.
Para ello nos ha dotado de un conjunto de facultades maravillosas; nos ha colocado en un
medio compuesto de elementos diversos. Aplicando nuestras facultades a aquellos elementos,
es como se realiza el fenómeno de la transformación, de la Apropiación, por medio del cual la
vida recorre el camino que le ha sido asignado.
Existencia, Facultades, Producción en otros términos, Personalidad, Libertad, Propiedad-: he
ahí al hombre.
De esas tres cosas sí puede decirse, fuera de toda sutileza demagógica, que son anteriores y
superiores a cualquier legislación humana.
La existencia de la Personalidad, la Libertad y la Propiedad, no se debe a que los hombres
hayan dictado Leyes. Por el contrario, la preexistencia de su personalidad, libertad y propiedad
es la que determina que puedan hacer leyes los hombres.
¿QUE ES LA LEY?
¿Qué es, pues, la ley? Es la organización colectiva del derecho individual de legitima defensa.
Cada uno de nosotros ha recibido ciertamente de la naturaleza, de Dios, el derecho de
defender su personalidad, su libertad y su propiedad ya que son esos los tres elementos
esenciales requeridos para conservar la vida, elementos que se complementan el uno al otro,
sin que pueda concebirse uno sin el otro. Porque, ¿qué son nuestras facultades, sino una
prolongación de nuestra personalidad, y qué es la propiedad sino una prolongación de nuestras
facultades?.
Si cada hombre tiene el derecho de defender, aun por la fuerza, su persona, su libertad y su
propiedad, varios hombres tienen el Derecho de concertarse, de entenderse, de organizar una
fuerza común para encargarse regularmente de aquella defensa.
El derecho colectivo, tiene pues, su principio, su razón de ser, su legitimidad, en el derecho
Individual; y la fuerza común, racionalmente, no puede tener otra finalidad, otra misión, que la
que corresponde a las fuerzas aisladas a las cuales substituye.
Así como la fuerza de un individuo no puede legítimamente atentar contra la persona, la
libertad o la propiedad de otro individuo, por la misma razón la fuerza común no puede
aplicarse legítimamente para destruir la persona, la libertad o la propiedad de individuos o de
clases.
Porque la perversión de la fuerza estaría, en uno como en otro caso, en contradicción con
nuestras premisas.
¿Quién se atrevería a afirmar que la fuerza nos ha sido dada, no para defender nuestros
derechos sino para aniquilar los derechos idénticos de nuestros hermanos? Y no siendo eso
cierto con respecto a cada fuerza individual, procediendo aisladamente ¿cómo podría ser cierto
en cuanto a la fuerza colectiva, que no es otra cosa que la unión organizada de las fuerzas
aisladas?
Si ello es cierto, nada es más evidente que esto: la ley es la organización del derecho
natural de legítima defensa: es la sustitución de la fuerza colectiva a las fuerzas
individuales, para actuar en el campo restringido en que éstas tienen el derecho de
hacerlo, para garantizar a las personas, sus libertades, sus propiedades y para mantener
a cada uno en su derecho, para hacer reinar para todos la JUSTICIA.
GOBIERNO JUSTO Y ESTABLE
Si existiera un pueblo constituido sobre esa base, me parece que ahí prevalecería el orden,
tanto en los hechos como en las ideas. Me parece que tal pueblo tendría el gobierno más
simple, más económico, menos pesado, el que menos se haría sentir, con menos
responsabilidades, el más justo, y por consiguiente el más perdurable que pueda imaginarse,
cualquiera que fuera, por otra parte, su forma política.
Porque bajo un régimen tal, cada uno comprendería bien que posee los privilegios de su
existencia, así como toda la responsabilidad al respecto. Con tal que la persona fuera
respetada, el trabajo fuera libre, y los frutos del trabajo estuvieran garantizados contra todo
ataque injusto, ninguno tendría nada que discutir con el Estado. De lograr éxito no tendríamos
que darles las gracias al Estado. Así como sí fracasamos, no lo culparíamos en mayor medida
de lo que pueden hacerlo los campesinos, en cuanto a echarle en cara el granizo o la helada.
El Estado se haría sentir solamente por el inestimable beneficio de la seguridad derivada de
este concepto de gobierno.
Más aún, puede afirmarse que gracias a la no intervención del Estado en los asuntos privados,
las necesidades y las satisfacciones se desarrollarían en el orden natural. No se vería a las
familias pobres pretender instrucción literaria antes de tener pan.
No se vería poblarse la ciudad en detrimento de los campos o los campos en detrimento de las
ciudades. No se verían esos grandes desplazamientos de capitales, de trabajo, de población,
provocados por medidas legislativas, desplazamientos que hacen tan inciertas y precarias las
fuentes mismas de la existencia, agravando así en una medida tan grande la responsabilidad
de los gobiernos.