Historia de Roma Libro IV la revolución Los países sujetos hasta el tiempo de los Gracos



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obra literaria producida por una mujer romana. En cuanto a las arengas, conservan el carácter de la elocuencia catoniana: los informes o defensas de los abogados pertenecían aún al dominio de las bellas letras, y solo los folletos políticos circulan en realidad con el título de discursos. Sin embargo, durante el movimiento revolucionario el folleto creció en ex­tensión e importancia, y, entre los innumerables que se produjeron, hay algunos que deben su éxito a la elevada posición de sus autores o alcanzan un puesto por su propio mérito, semejantes a las filípicas de Demóstenes o a los folletos de Courier. Hay que recordar los discursos políticos de Cayo Lelio y de Escipión Emiliano, esos modelos de perfecta latinidad y del más pobre patriotismo,32 y los ensayos de elocuencia de Cayo Ticio, esas pinturas tan vivas del tiempo y de los lugares, ese inolvidable retrato de los senadores desempeñando el oficio de jurados. ¡Qué magníficos rasgos pudo copiar de Ticio la comedia nacional! Sin embargo, sobre todas las demás debemos citar las numerosas arengas de Cayo Graco y sus vehementes periodos, que reflejaban como en un fiel espejo la pasión profunda, las nobles aspiraciones y los fatales destinos de este genio sublime.LAS CIENCIAS. LA FILOLOGÍA. ESTILÓNPasemos a la literatura científica. Hacia el año 600, el jurisconsulto Marco Bruto publicó una recopilación de pareceres y consultas.33 Tentativa notable puesto que introdujo en Roma la forma del diálogo, usada entre los griegos en materias científicas. Los interlocutores, el lugar, el tiempo, todo está allí dispuesto como en un drama, y la obra reviste un carácter a la vez artístico y dramático. Pero los sabios que vienen después de Bruto, Estilón y el filólogo y gran jurisconsulto Escévola, fueron los primeros que se apresuraron a abandonar un método más poético que práctico al tratar asuntos que se refieren a la cultura general, o al escribir sobre cosas especiales. En este pronto abondono de los lazos de la forma artística se estrecha recíprocamente el valor de la ciencia y el interés creciente que esía suscita. Respecto de las humanidades, la gramática, o mejor dicho la filología, la retórica y la filosofía, ya hemos dicho anteriormente cuanto teníamos que decir. Sea como fuere, en adelante constituyen uno de los elementos esenciales de la cultura en Roma y comienzan a separarse480

LITERATURA Y ARTElas ciencias especiales propiamente dichas. En las letras alcanza su mayor florecimiento la filología latina, unida por lazos estrechos con la filología griega, que hace mucho tiempo tiene sus leyes fijas y determinadas. Por lo demás, hemos mostrado que desde el principio del siglo vil los épicos latinos tuvieron sus diascebastas y sus escoliastas, que no era solo en el círculo de los Escipiones donde se empleaba una refinada corrección y que muchos poetas de gran nombradla, como Accio, Lucilio y otros, procuraban reglamentar la ortografía y la sintaxis. Por esta misma época, y entre los que cultivan la historia, podían señalarse algunos ensayos de filología real (antigüedades históricas); pero, en esta rama nueva, los desdichados analistas de aquel tiempo no consiguieron mejor resultado que al escribir la historia. Se cita el trabajo de Hemina Sobre los censores y el de Tuditano Sobre los magistrados. Sin embargo Sobre las Junciones públicas fue un libro más interesante que produjo la pluma de Marco Junio, el amigo de Cayo Graco, y él fue el primero que acudió al estudio de las antigüedades para auxiliar las tentativas políticas actuales.34 En sus Didascalias métricas, Roscio había bosquejado una especie de historia del drama latino. Pero todos estos trabajos científicos sobre la lengua nacional se inspiraban todavía en el puro diletantismo, y nos recuerdan a nosotros, los alemanes, la literatura ortográfica de los tiempos de Bodmer y de Klopstock.35 En cuanto a las producciones de los anticuarios, conviene asignarles también un lugar modesto hasta que llegó por fin Lucio Elio Estilón. Discípulo fiel de los eruditos de la escuela alejandrina, trató ex profeso el lenguaje y las antigüedades (hacia el año 650). Se lo ve remon­tarse a los más antiguos monumentos del idioma romano, comentar las letanías de los salios y el derecho civil de Roma (las Doce Tablas). Se entregó a grandes investigaciones sobre la comedia del siglo VI, y formó una lista crítica de las piezas auténticas de Plauto. Al igual que los grie­gos, sus maestros, prosiguió la génesis histórica de todos los hechos de la vida romana y del comercio que suscita y mantiene; quiere dar a cada uno de estos hechos el nombre del inventor, y abarca en el cuadro de sus estudios el inmenso cúmulo de las tradiciones de los analistas. Tuvo un gran éxito entre sus contemporáneos. Los poetas y los historiadores más importantes le dedicaron sus libros: Lucilio, sus sátiras, y Antipater, sus anales. Como verdadero padre de la filología romana, fundó y determinó la ciencia, en tanto dejó a Varrón, su mejor discípulo, la continuación de sus trabajos de erudición gramatical e histórica.481

LA RETÓ RICA ;Es fácil comprender que la retórica latina se quedó muy por detrás de los géneros literarios que preceden. Solo podían mencionarse algunos manuales o ejercicios que tenían por modelo los tratados griegos de Hermágoras,36 o de su compañeros. Las necesidades reales del arte, unidas a la vanidad y a la codicia, produjeron profesores sin cuento. No habla­remos más que de una obra anónima que, según la moda de entonces, enseñaba a la vez la literatura y la retórica latinas, y escribía sobre ambas. De ella solo nos resta un tratado, que según creo ha sido compuesto en tiempos de la dictadura de Sila,37 y que es una obra notable por su método exacto, claro y seguro, y por su independencia respecto de los tratados griegos. Aunque en el fondo los sigue paso a paso, no deja de descartar, y aun de rechazar con vivacidad, "toda esa hojarasca inútil que se presenta únicamente para exagerar las dificultades de la ciencia". Censura amargamente esa hábil dialéctica que "divide un cabello". Como maestro consumado en su arte, teme haber hablado alguna vez de una manera equívoca, y concluye por ocultar su nombre. Evita con cuidado recurrir a la terminología helénica y aconseja a su discípulo que se guarde del abuso de la escuela. Confiesa además la excelente regla referida a que lo que el profesor debe enseñar es, ante todo, que el discípulo camine por sí solo, y sostiene de una manera formal que lo principal es la vida, y la escuela, lo accesorio. Por último, a continuación de las reglas pone una serie de ejemplos elegidos por él mismo, que son como el eco de las defensas célebres de los abogados romanos de la última generación. Ya hemos visto cómo la oposición que luchó contra los excesos del helenismo lo hizo también contra la creación de la llamada retórica latina. De hecho la oposición continuó incluso después de que la elocuencia romana ya hubiera conquistado un puesto, y a pesar de que si se la compara con la teoría y la práctica griegas contemporáneas gana notablemente en dignidad y en utilidad verdadera.LA FILOSOFÍALa filosofía aún no había entrado en el dominio de la literatura, ni se sentían las necesidades morales de una escuela nacional; ninguna causa

LITERATURA Y ARTEexterior impulsaba a los latinos a escribir sobre estas materias. Ni siquiera podrían asignarse con seguridad a este periodo algunas raras traducciones de los manuales griegos más populares; todo el que se ocupaba de filosofía leía y disputaba en griego.CIENCIAS ESPECIALES. LA JURISPRUDENCIAEn las ciencias especiales era insignificante la actividad de los estudios. Por buenos labradores y cultivadores que hubiese en Roma, no se pres­taba allí el suelo a los estudios físicos ni matemáticos. Este desdén hacia la teoría científica se manifiesta en sus resultados. Véase cuan ínfima es la condición del arte de la medicina y de la mayor parte de las ciencias militares. Solo floreció la jurisprudencia. Es imposible exponer la cro­nología de su progreso interno: digamos en conjunto que el derecho sagrado cayó en desuso, y que al fin del periodo no fue en Roma lo que es entre nosotros el derecho canónico. Por el contrario, cada día se formulaba con más profundidad y exactitud la idea jurídica. En tiempo de las Doce Tablas, no se conocían más que los símbolos exteriores. Aún no se los había sustituido por elementos íntimos y característicos, y se ignoraba, por ejemplo, la noción compleja de la imputabilidad de una acción no intencionada, y la noción de la posesión, a la que se debe en primer lugar la protección de la ley (interdictum). En tiempo de Cicerón la ciencia ya ha progresado mucho, pero su progreso real data induda­blemente del siglo vil. Muchas veces hemos visto a la política actuar sobre la jurisprudencia, y esa influencia dista mucho de ser siempre saludable. La creación de la jurisdicción centunviral, por ejemplo, en materia de sucesión colocó las fortunas en manos de un tribunal que estatuía como los jurados criminales, y que, en lugar de aplicar la ley, se sobreponía a ella. Así, obedeciendo a una mal llamada equidad minó profundamente el edificio de las instituciones jurídicas. Citemos entre otras la regla insensata que se estableció en la práctica, y según la cual todo pariente omitido por el testador tiene derecho a pedir en justicia la anulación del testamento, situación en la que el juez decidía ex arbitrio^Sobre la literatura jurídica estamos mucho mejor informados. En otro tiempo estaba limitada a formularios y vocabularios, mientras que en esta época había ya manuales de consultas muy semejantes a nuestros463

modernos prontuarios de jurisprudencia. Hacía mucho tiempo que estas consultas no se dirigían solamente a los miembros del colegio de los pontífices. Todo aquel que recibía personas que venían a preguntarle, les respondía en su casa o en el Forum. De aquí las conclusiones y discu­siones racionalmente motivadas que se referían a las controversias corrien­tes en la ciencia. Al principio de este siglo se ponen ya por escrito y comienzan a ser recopiladas. Catón el Joven y Marco Bruto, su contem­poráneo, fueron los primeros que reunieron y publicaron sus pareceres por orden de materias.39 De aquí a la exposición científica y sistemática del derecho civil, no había más que un paso. Esta tuvo por fundador e intérprete al ilustre Quinto Mucio Escévola (cónsul en el 659 y muerto en el 672), cuya familia poseía, como por derecho de herencia, la ciencia jurídica y el gran pontificado. Sus dieciocho libros sobre el derecho civil comprendían toda la materia del derecho positivo. En ellos se encontraban los textos de la ley, los juicios y las autoridades, tomadas de las más an­tiguas compilaciones o de la tradición oral. Redactados con toda exactitud y todo el cuidado posible, sirvieron de base y de modelo a los sistemas posteriores. Otro libro de Escévola sobre las definiciones engendró los manuales y los resúmenes que aparecieron después de él. Los progreso*» de la ciencia del derecho no tenían en el fondo nada en común con el helenismo. Sin embargo, el conocimiento de los métodos doctrinales y filosóficos de la Grecia contribuyó indudablemente a la edificación sistemática de la jurisprudencia; y hasta en el título del último escrito de Escévola vemos aparecer la influencia griega. Recordemos también aquí lo que hemos dicho anteriormente (págs. 442-443): los preceptos del Pór­tico influyeron poderosamente sobre la jurisprudencia externa romana.EL ARTEEl arte no ofrece nada de lo que puedan felicitarse mucho los romanos. La curiosidad de los aficionados va progresando en todo, en la arquitectura, en la escultura y en la pintura, pero su habilidad práctica retrocede antes que adelantar. Durante su permanencia en Grecia prestaban a las obras artísticas una atención creciente cada día, y, desde este punto de vista, la expedición de los silanos al Asia Menor formará época. Se multiplicaron los peritos en Italia. Primero se buscaron las

LITERATURA Y ARTEpequeñas obras de plata y de bronce; pero a principios de este siglo corren ya en busca de las estatuas y aun de los cuadros de los artiszzz tas griegos. El primer cuadro que se expuso públicamente en Roma fue el Baco de Aristides, uno de los pintores griegos más famosos, que fue sacado por Lucio Mumnio del botín de Corinto, cuando vio que el rey Átalo ofreció por él seis mil dineros.Las construcciones comenzaron a hacerse con gran lujo y se echó mano del mármol del otro lado de los mares, del Cipolin del Himeto, pues aún no habían comenzado a explotarse las canteras italianas. Un pórtico soberbio, maravilla admirada aún bajo los emperadores y que había levantado en el campo de Marte Quinto Mételo el Macedonio (cónsul en el año 611), cerró el primer templo de mármol edificado en Roma, el templo de Júpiter y de Juno, del que aún se encuentran fragmentos en las Pescheria Vecchia. A esta siguieron otras construcciones análogas, una sobre el Capitolio, obra de Escipión Nasica (cónsul en el 616), y otra en el circo sobre el Palatino, obra de Gneo Octavio (cónsul en el 626). Por desgracia, los romanos sabían comprar y robar más que crear: ¿qué testimonio más elocuente de su pobreza en arquitectura que el de ver arrebatar y trasladar las columnas de los antiguos templos de Grecia y, como hizo Sila, decorar el Capitolio con las arrebatadas al santuario de Júpiter en Atenas? Si la época produjo algunas obras originales se de­bieron principalmente a los artistas extranjeros. Todos los de alguna reputación, sin excepción, y eran muchos, son griegos de Italia o de la propia Grecia que habían fijado su domicilio en Roma. Citemos al arquitecto Hermodoro de Salamina, en Chipre, el restaurador de los puertos de Roma. Por cuenta de Quinto Mételo edificó también en el interior del Pórtico, del que acabamos de hablar, el templo de Júpiter Stator; y por cuenta de Décimo Bruto (cónsul en el 616) construyó el templo de Marte del circo flaminio. Citaremos también al escultor Prasiteles, allá por el año 665, natural de la Gran Grecia y autor de las estatuas de los dioses esculpidos en marfil y destinadas a los templos de Roma, y al pintor y filósofo Metrodoro de Atenas, que tomó a su cargo la empresa de pintar los cuadros o lienzos en honor al triunfo de Paulo Emilio (año 587).Comparadas con las del siglo VI, las monedas ofrecen una gran variedad


de tipos, pero, respecto del cuño, se nota decadencia más bien que
progreso. "i i sb485

Faltan la música y el baile. También estos habían emigrado de Grecia a Roma, a título de accesorios al lujo de decoración, y no porque fueran nuevos en la capital, pues la flauta y la danza etruscas habían figurado oficialmente en las festividades, con los emancipados y las clases bajas del pueblo desempeñando estos papeles. Lo que sí ezzz ra una novedad era ver a las danzas y la música griegas convertirse en una cosa indispensable en los banquetes de los personajes nobles, y ver que tenían abierta una academia de baile. Allí, copiando las palabras de una invectiva de Escipión Emiliano, "recibían lecciones de baile más de quinientos niños y niñas de las clases más ínfimas y de las más elevadas confundidos unos con otros, dirigidos por un bastonero, bailando al son indecente de los crótalos y recitando canciones no menos despreciables, pulsando los malditos instrumentos de cuerda que usaban los griegos". Que un consular y gran pontífice, que Publio Escévola (cónsul en el 621) se agitase en la arena recibiendo y echando la pelota, en el momento mismo en que decidía las cuestiones más embrolladas de derecho, era cosa que podía tolerarse, pero que los jóvenes nobles de Roma se presentasen ante el pueblo y tomasen parte en los juegos dados por Sila era un mal grande e inaudito. Llegó un día en que el gobierno quiso intervenir. En el año' 639, los censores proscribieron todos los instrumentos de música a excepción de los indígenas. Pero Roma no era Esparta, y estas vanas prohibiciones no hicieron más que poner de manifiesto la debilidad del poder, lejos de intentar asegurarles una sanción por medios persistentes y severos de coacción.Echemos una última ojeada sobre el conjunto del cuadro. Si compa­rarnos la literatura y el arte italiano desde la muerte de Ennio, al principio de la era ciceroniana, con lo que fueron durante el periodo precedente, se ve que descienden por la pendiente de una decadencia infecunda. En la literatura han muerto o languidecen los géneros nobles, la epopeya, la tragedia y la historia, y solo florecen todavía los géneros secundarios, traducción e imitación de la pieza de intriga, farsa y obras familiares en verso o en prosa. En este último terreno, en medio de las ráfagas de la revolución, volvemos a encontrar a los dos talentos épicos más grandes. Cayo Graco y Cayo Lucilio, que superan infinitamente a la multitud de los demás escritores, del mismo modo en que, en una época reciente de la literatura francesa, Courier y Beranger han dominado la multitud de nulidades ambiciosas que los rodeaban. En las artes plásticas y de

LITERATURA Y ARTEdiseño, duermen hoy por completo las siempre medianas facultades productivas de Roma. Pero los gustos literarios y artísticos puramente pasivos están en un completo progreso; y, así como los epígonos políticos se contentan en el siglo Vil con recoger y utilizar la herencia legada por sus padres, así también asisten asiduamente al teatro, aman las letras, son peritos en las obras de arte, y todos son coleccionistas. Tales ten­dencias tienen por otra parte sus ventajas, pues conducen a estudios serios y eruditos; así es que observamos un esfuerzo inteligente en la filología gramatical y real. Se fundan las ciencias en Roma; pero desgraciada­mente, si su obra comienza en los tiempos que acabamos de recorrer, también corresponden a estos los primeros y pobres ensayos, las primeras imitaciones de la poética de invernadero, que anuncia el precoz adve­nimiento del alejandrinismo romano. En todas las producciones del siglo se admiran el pulimento, la corrección y el método, cosas todas desco­nocidas en el siglo anterior; y, en realidad, los literatos y los aficionados actuales no dejaban de tener razón al desdeñar a sus toscos predeceso­res. Pero aun riéndose y burlándose de sus informes ensayos, aun los más hábiles maestros nuevos debían confesar francamente que la primavera de la nación había ya terminado. Quizás entonces llegarían muchos a sentir una especie de tristeza en los silenciosos repliegues de su pensa­miento, y quizá también hubieran querido volver a comenzar los amables errores de los tiempos que representaban la juventud del pueblo.487

APÉNDICECARTAS DE EUMENES Y DE ÁTALO CITADAS EN LA NOTA 16 DEL CAP. IIstas cartas han sido descubiertas en 1839 por el viajero y arqueólogo Mordtmann, en el cementerio armenio de Sivri Hissar, tres leguas al norte del lugar donde estuvo situada la antigua Pesinunte. Por lo tanto, es probable que perteneciesen a los archivos secretos del santuario local. Estas cartas son curiosas más por lo que callan que por lo que dicen. En ellas se ven puestas en juego las precauciones, las reticencias y la doblez de los orientales. De lo contrario, ¿cómo se explica que, si al parecer eran de tan poca importancia para el público, se tomasen el trabajo de grabarlas en piedra? He aquí los textos.



INSCRIPCIÓN A, EN DOS FRAGMENTOS Primer fragmento:"El rey Eumenes saluda a Atis.""Si tú disfrutas de salud, yo también estoy bueno. He recibido la carta en que me participas lo que se ha escrito contra tu hermano Aorix. Has hecho bien en sembrar la discordia. Es muy justo que la diosa se vuelva contra los que han ofendido a sus sacerdotes y su templo [...]."Segundo fragmento, probablemente de la misma carta:"Inmediatamente que llegues al sitio, y te hagas cargo cuidadosamente del estado de las cosas, dime si necesitas soldados y si te será fácil desembarazarte de los pesongios. Escríbeme diciendo lo que necesites; y como se trata de un lugar sagrado debemos recobrarlo a toda costa. Adiós."A A. 24 Gorpeos (septiembre).

ROraUA Dt BOMA, LORO IVINSCRIPCIÓN Bi.° "Átalo saluda al sacerdote Atis.""Si tú estás bueno, yo también lo estoy. Tu enviado Menodoro me ha entregado tu carta detallada y amistosa, y me ha hablado además de muchas cosas, que me ha dicho le has encargado me participase. Con­vencido como estoy de su intención de servir mis intereses en todas circunstancias, le he confiado, a mi vez, todo lo que he querido que sepas, y le he encargado te lo comunique. Adiós."2.° "Átalo saluda al sacerdote Atis.""Si disfrutas de buena salud, también yo estoy bueno. Menodoro me ha entregado tu carta, en la que me participas que, al saber que mi hermano había llegado al campamento, has hecho sacrificios a los dioses por nuestra salud [...]."INSCRIPCIÓN C"Átalo a Atis." »"Si, como yo deseo, disfrutas de buena salud, tanto mejor. Yo también estoy bueno. A nuestra llegada a Pérgamo, he reunido no solo a Ateneo, Sosendros y Menagenes, sino también a otros muchos de mis parientes, y les he confiado el asunto de que habíamos hablado en Apamea. Cuando dije mi parecer, hemos tenido una larga conferencia. En un principio, todos abundaron en nuestra manera de ver, pero Cloro insistió en que debían tenerse en cuenta los intereses de los romanos, y no quiso absolutamente admitir que podía hacerse nada sin contar con ellos. Tuvo pocos a su favor, pero, de entonces a acá, todos dudan más cada día y se dividen. Nos importa esto mucho. Caminar sin los romanos parece que trae consigo un gran peligro, pues verían en esto una injuria, una falta de consideración, una sospecha fatal, como han hecho respecto de mi hermano: hasta creerían perder un derecho cierto. Y yo no los convencería: creerían fácilmente que hemos querido agitarlo todo sin contar con ellos. Y entonces (quiera el cielo que así no suceda) perderíamos su auxilio y tendríamos que combatir sin el favor de los dioses, cuando, hasta el presente, hemos caminado siempre con su ayuda por delante. ¡Así, pues, soy del parecer que se expidan como de ordinario legados a Romal! [...]"49°

APÉNDICEINSCRIPCIÓN D"[...] Habiendo abierto estas cartas, por prudencia las he devuelto; porque veo que si las hubiese mandado como venían no las hubieras podido descifrar. Recíbelas y te envío lo que deseas como lo has pedido, pues sabemos que todo lo que haces es por nuestro interés. Deseando el portador de esta conferenciar contigo, hazle llamar, porque es conveniente que sepas lo que te quiere decir; al mismo tiempo, y como cosa tuya, envía a alguno con él al país alto, para averiguar lo que se pueda. Importa que permanezca allí y nos comunique las nuevas que reciba [...]."



NOTASLIBRO CUARTO LA REVOLUCIÓNI. LOS PAÍSES SUJETOS HASTA EL TIEMPO DE LOS GRACOS1 En efecto, Escipión no había fundado en Itálica más que lo que fue en Italia un Forum
et conciliabulum civium Romanorum. Era entonces lo que fue al principio Aquae Sextiae (Aix),
fundada después en la Galia. Más tarde fue también cuando comenzó, con Cartago y
Narbona, la era de las colonias de ciudadanos transmarinos; pero en realidad fue Escipión
el Africano quien comenzó su creación.2 Fiesta de Vulcano, esposo de la antigua diosa latina Muía: divinidades del fuego y de
la naturaleza fecunda, como el Hefaistos y la Afrodites de los griegos. Prell., Mu., págs. 525
y siguientes.3 Nada hay menos preciso que la cronología de las guerras contra Viriato. Lo que sí es
cierto es que la carrera del héroe comienza en el combate contra Vetilio (Apiano, Hispan.,
61; Tit. Liv., 52) y que muere en el año 615 (139 a.C.) (Diodoro, Val., pág. 110). Sin embargo,
unos asignan a su reinado una duración de ocho años (Apian., 1. c. 63), y otros, de diez
(Justino, 44, 2), de once (Diodoro, pág. 597), de catorce (Tit. Liv., 54), y por último de veinte
años (Veleyo Paterc., 2, 90). La más verosímil es la cifra de ocho años. Según Diodoro (pág.
591) y según Osorio (5, 4), su insurrección fue contemporánea de la toma y destrucción
de Corinto. Respecto de los pretores con quienes tuvo que luchar, los hay que pertenecen
a la provincia del norte. Pero por más que haya luchado más en el sur, no lo hizo
exclusivamente allí (Tit. Liv., 52); por lo tanto, no puede calcularse e\ tiempo de su mando

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